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Esperando al enigma

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Aaron Rodgers tiene sin dormir a Pittsburgh y Nueva York * Los Gigantes tienen la tercera selección del draft colegial * Los dos quarterbacks más deseados, Cam Ward y Shedeur Sanders * Hoy en día se dan cuenta lo desérticas que se vuelven las tierras de la NFL sin quarterback establecido

 

DIEGO CASTILLO

 

En el draft colegial de 2004, dos de las franquicias de alcurnia de la NFL encontraron a sus mariscales del siglo XXI.

Eli Manning y Ben Roethlisberger, para los Gigantes y Steelers, respectivamente, fueron una constante y ambos rellenaron las vitrinas de sus equipos con dos trofeos Vince Lombardi.

Hoy en día las carreras de estos dos legendarios quarterbacks son sólo recuerdos que humedecen los ojos de sus aficionados, porque los capítulos que han escrito Nueva York y Pittsburgh en la era posterior a Manning y Roethlisberger se leen como novelas de terror baratas, de aeropuerto.

Ahora dos miembros de la realeza del emparrillado están esperando que Aaron Rodgers les dé una rosa y los elija. Sí, el mismo Aaron Rodgers que ni los Jets quieren, es el que tiene sin dormir a Pittsburgh y Nueva York.

Los Gigantes cometieron dos errores muy grandes, una fue seleccionar a Daniel Jones como sucesor de Eli Manning y el otro fue ofrecerle una extensión de contrato que lo hizo uno de los mariscales mejor pagados en la NFL después de una victoria en postemporada frente a Minnesota.

La frustración del entrenador en jefe, Brian Daboll -conocido por sus innovadoras ofensivas-, con su limitado quarterback se hicieron sumamente evidentes conforme avanzaba la temporada y por fin decidieron ir por caminos diferentes.

Cuando tomamos en cuenta que la dirigencia neoyorquina decidió darle un megacontrato a Daniel Jones, pero cuando se trataba de negociar con Saquon Barkley les salieron tres codos y dejaron ir al magnífico corredor como agente libre.

Barkley decidió quedarse en la misma división para recordarle a los Gigantes lo que se pierden dos veces al año.

Ver a Barkley coronarse en un Super Bowl después de una histórica temporada con Philadelphia, debió haber sido un trago que supo extremadamente amargo en Nueva York.

Los Gigantes tienen la tercera selección del draft y para cuando escojan los dos quarterbacks más deseados, Cam Ward y Shedeur Sanders, ya pueden tener nuevo código postal cuando los Gigantes tengan su turno para escoger.

Por eso son uno de los equipos esperando que Aaron Rodgers tome su decisión. El ex Packer y Jet tiene casa en la Gran Manzana y el prospecto de lanzarle pases a Malik Nabers y posiblemente Travis Hunter es una proposición que le interese al cuatro veces jugador más valioso de la NFL.

Sin embargo, el camino indicado para los Gigantes es reconstruir con un mariscal nuevo que Daboll pueda moldear de manera similar a como lo hizo con Josh Allen en Buffalo.

La opción más concreta para Aaron Rodgers son los Steelers.

Pittsburgh ha sido una cantina del Viejo Oeste para quarterbacks; en las últimas dos temporadas, seis mariscales diferentes han lanzado pases en Accrisure Stadium y con Rodgers esas sillas musicales seguirán rotando.

Ya hizo Pittsburgh su primer movimiento al traer de vuelta a Mason Rudolph, quien tuvo un paso malaventurado por Tennessee, pero en 2023 Pittsburgh vio su mejor versión con él en los controles.

Nada que vaya a intimidar a Mahomes, Allen o a los peces gordos de la Conferencia Americana, pero definitivamente mejor que la terrorífica era ofensiva coordinada por Matt Canada.

En Pittsburgh, Rodgers no tendría la latitud de poder nombrar a sus receptores y coordinadores para rodearse de sus cuates. Con la adición de DK Metcalf, tendría junto a George Pickens el dúo de receptores con más potencial explosivo de toda la liga.

El problema es que muchas veces esa explosividad se desborda más allá del emparrillado. Mike Tomlin tendrá que usar la misma mano que usó con Antonio Brown, Martavis Bryant y Leveon Bell para sacar el máximo potencial de su grupo de receptores.

Pittsburgh tiene una línea ofensiva joven. Zach Frazier y Mason McCormick han mostrado potencial, pero en los tackles es donde uno encuentra incógnitas.

Troy Fautanu apenas jugó en su año de novato y Broderick Jones por fin en su tercera temporada jugará su posición natural de tackle izquierdo, él sería el encargado de proteger el lado ciego de Rodgers, quien jugaría con 42 años de edad si firmara con los hombres de acero.

Retirarse y volverse un chamán de hongos y ayahuasca en una colina sudamericana también es una opción.

Los dos años con los Jets dejaron claro que ya nunca veremos la versión que sucedió a Brett Favre en Green Bay y maravilló a todos con su talento.

Y hablando de Green Bay, su plan de sucesión que los llevó de Favre a Rodgers y ahora con Jordan Love es digno de estudiarse y Gigantes y Acereros deberían ser los alumnos en primera fila, porque hoy en día se dan cuenta lo desérticas que se vuelven las tierras de la NFL sin quarterback establecido.

 

 

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La Fórmula 1 después del Checo

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El piloto jalisciense había sido una constante desde su maravillosa temporada debut con Sauber en 2011 * Todavía hay esperanza para el tapatío de regresar al frenético deporte más rápido y glamoroso del mundo

 

DIEGO CASTILLO

 

El frenético deporte más rápido y glamoroso del mundo no cuenta con espejos retrovisores y con la temporada 2024 ya en los libros de historia y las escuderías ya rumbo a Melbourne para el Gran Premio de Australia, los aficionados mexicanos se enfrentan a la era post Sergio Pérez.

El Checo había sido una constante desde su maravillosa temporada debut con Sauber en 2011, pero malos resultados en sus últimas carreras con Red Bull, incluyendo un lapidario último lugar en el GP de México, le costaron a su equipo el campeonato de constructores.

Aún sin presencia azteca en la parrilla de salida, las semillas que dejó el Checo quedaron plantadas para siempre y se avecina una temporada sumamente interesante que nos promete una batalla por ambos campeonatos -individual y constructores- que se extenderá hasta la última bandera a cuadros.

Con su extendido calendario, su serie en Netflix y presencia en redes sociales, la Fórmula 1 se ha convertido en un deporte que está presente en el ciclo de noticias a tiempo completo. Más aún con la llegada de su estrella global, Lewis Hamilton, a la icónica Scuderia Ferrari.

El siete veces campeón británico quiere romper el empate de campeonatos que tiene con Michael Schumacher haciendo lo mismo que hizo el maestro alemán en su momento, reviviendo al Cavallino Rampante.

Ferrari no tiene un campeón mundial desde que Kimi Raikkonen le arrebató el título al propio Hamilton en Interlagos 2007.

La escudería escarlata tampoco ha podido celebrar un campeonato de constructores desde la temporada 2008. Por eso apostaron por Hamilton, a costa de las manos experimentadas de Carlos Sainz Jr.

Junto con Charles Leclerc y Fred Vasseur al mando, Ferrari cree tener los ingredientes para regresar al peldaño más alto.

El obstáculo más grande para los de Maranello es McLaren. La escudería de Woking es otro gigante que ha invernado la gran parte del Siglo XXI y no había probado las mieles del éxito desde los primeros días de Lewis Hamilton en Fórmula 1.

Ahora con la talentosa y joven dupla de Lando Norris y Oscar Piastri, buscarán refrendar su título de constructores y que uno de ellos se le arrebate la corona individual a Max Verstappen. En las pruebas invernales McLaren ha sido el equipo que ha mostrado mejor paso de carrera, lo que los coloca como favoritos desde la primera carrera.

La incógnita será qué tan férrea se puede llegar a poner la competencia interna entre Norris y Piastri. Ambos son pilotos hambrientos que buscan su primer campeonato individual y harán lo que sea por lograrlo. Las líneas de batalla están claramente delineadas.

Zak Brown, presidente del equipo, favorece a Norris como piloto número uno mientras que el director general, Andrea Stella, se inclina por Piastri. Esto nos puede entregar una situación similar a la que McLaren tuvo en los 80s con Alain Prost y Ayrton Senna.

En la Fórmula 1, cuando tienes el monoplaza más veloz, tu rival más peligroso es tu compañero de equipo. Hamilton y Ferrari estarán ahí como tiburones esperando ver sangre al salir del garaje de McLaren.

Todo esto, y aún no hemos hablado del campeón defensor, Max Verstappen, quien buscará igualar la marca de Juan Manuel Fangio y Michael Schumacher de cinco campeonatos consecutivos.

La temporada naciente será su reto más grande, ya que no tiene el coche más rápido de la parrilla. Se acabaron los días en los que Verstappen podía arrancar desde atrás y ganar con facilidad. El margen se cerró y Red Bull incluso quedó atrás.

Eso para la Fórmula 1 son buenas noticias, ya que el que sale beneficiado es el espectáculo y por ende el aficionado.

El otro factor que juega en contra del tetracampeón tulipán es que Adrian Newey, el genio que diseñó el auto Red Bull que dejaba a los demás en el polvo, se marchó a Aston Martin.

No habrá muchos cambios de la temporada pasada a la que se avecina porque en 2026 cambian las regulaciones para los autos de Fórmula 1 y ya los equipos están viendo esos horizontes para ver cómo darle ventaja a sus coches con esas nuevas estipulaciones.

Lo que quiere decir que Max tendrá que perseguir a McLaren y a Ferrari desde el comienzo, con Mercedes pisándole los talones.

Si Max gana su quinto campeonato será seguramente su mejor temporada y más grande hazaña.

Aunque esto oficialmente se puede catalogar en México como la era post Checo, todavía hay esperanza para el tapatío de regresar a la Fórmula 1.

En primer lugar, habrá más asientos con la confirmación de que Cadillac será el decimoprimer equipo en la pista. Mario Andretti ha declarado que le gustaría que un americano represente a General Motors en la categoría reina.

Los primeros rumores ponen a Colton Hertha, actualmente en Indycar, como favorito para ser el indicado, lo que dejaría un lugar para un piloto confiable y experimentado para guiar al joven Hertha en su primera aventura en el frenético mundo de la Fórmula 1. ¿Quién mejor que Sergio Pérez?

 

 

 

 

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Ya inició oficialmente la cuenta regresiva a septiembre * El calendario de la NFL da vuelta a sus páginas con miras a la temporada 2025 * Los dos prospectos más calientes son Shedeur Sanders, hijo de la leyenda Deion Sanders, y Cam Ward, de la Universidad de Miami, que históricamente ha sido cuna de grandes prospectos

 

DIEGO CASTILLO

 

El calendario de la NFL da vuelta a sus páginas con miras a la temporada 2025 y el scouting combine de esta semana es el inicio oficial de la cuenta regresiva a septiembre.

Como ya es tradición anual, los mejores prospectos del rango colegial son convocados al Lucas Oil Stadium para ser sometidos a pruebas físicas y mentales enfrente de todos los entrenadores y gerentes generales de la NFL.

Es una audición masiva previa al draft colegial de abril, y aunque el otoño parece distante hoy en día, el desempeño de estos muchachos ahora dictará su futuro como profesionales.

El draft siempre arroja incógnitas y este año no será la excepción: Los Tennessee Titans tienen la primera selección y no hay un consenso en quién debería ser la primera selección como en 2012 fue Andrew Luck o Trevor Lawrence en 2021.

Parece que Brian Callahan todavía tiene fe en lo que Will Levis pueda hacer en su tercera temporada como mariscal de campo.

Tennessee puede darse el lujo de no seleccionar un quarterback, ya que hay dos prospectos que llaman mucho la atención.

Travis Hunter, flamante ganador del trofeo Heisman, tiene la peculiaridad de que puede jugar como esquinero o receptor indistintamente y ha dejado claro su deseo de continuar haciéndolo en el máximo nivel del futbol americano.

El otro es Abdul Carter, un caza-mariscales en el molde de Micah Parsons (egresados de la misma universidad), Myles Garrett y TJ Watt.

Cualquiera de esas dos opciones sería razonable para los Titanes; la otra sería canjear la selección de honor por más turnos en el draft y dejar que equipos necesitados de quarterbacks suban por uno.

Los dos prospectos más calientes son Shedeur Sanders, hijo de la leyenda Deion Sanders, y Cam Ward, de la Universidad de Miami, que históricamente ha sido cuna de grandes prospectos, incluyendo quarterbacks como Jim Kelly y Bernie Kosar.

Los dos equipos que le siguen a Tennessee en el orden del draft son Cleveland y Gigantes de Nueva York. Ambas franquicias de alcurnia con presentes grises o hasta negros.

Cleveland sigue sufriendo las repercusiones del canje desastroso por Deshaun Watson que los dejó sin capital en el draft y con el contrato más caro en la historia de la liga hasta ese entonces.

Su mejor jugador, Myles Garrett, ha pedido formalmente su salida de la franquicia vía intercambio y estando en una de las divisiones más peleadas de la Conferencia Americana, parece que los Browns pasarán aún más tiempo en el sótano.

Los Gigantes no han podido encontrarle reemplazo a Eli Manning y Tom Coughlin en el banquillo; la primera temporada con Brian Daboll y la victoria en postemporada ante Minnesota con Daniel Jones jugando en un nivel superlativo resultó ser un espejismo y ahora están buscando mariscal de nuevo sin mucho talento para arropar a quien venga.

Ahí es donde la influencia del padre de Shedeur, la leyenda Neon Deion Sanders, puede meter su cuchara para asegurarse de que su hijo vaya a una situación conveniente y si eso le resulta familiar a los neoyorquinos, hay que recordar hace 21 años cuando Eli Manning fue la primera selección del draft y posó con la playera de los San Diego Chargers con una mueca torcida después de hacer público su deseo por no jugar en la ciudad fronteriza.

La considerable influencia de su familia con su padre, exquarterback legendario, y su hermano, que en esa temporada era el jugador más valioso de la liga, le permitió a Eli cumplir su deseo de desarrollarse profesionalmente en La Gran Manzana.

Bien dicen que el que a hierro mata, a hierro muere.

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Manchester, en busca de alegrías futboleras

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El United y el City, en crisis * Rivales geográficamente naturales e históricamente opuestos, aquejan enfermedades diferentes que los han alejado del protagonismo internacional

 

DIEGO CASTILLO

 

Una ciudad que en el siglo XXI se posicionó en el centro de la orbe futbolística ha perdido el rumbo y las respuestas que siempre funcionaban ahora están dejando a las dos mitades de Manchester -la roja y la azul cielo- con las manos vacías.

El Manchester United y el Manchester City, rivales geográficamente naturales e históricamente opuestos, aquejan enfermedades diferentes que los han alejado del protagonismo internacional.

Primero el Manchester City de Pep Guardiola, que viene de una época de dominación sobre la Premier League sin precedentes.

Ni el United de Ferguson, el Arsenal de Wenger o el Chelsea de Mourinho logró levantar el título de liga cuatro veces consecutivas.

El City lo hizo aguantando retos incesantes por parte del Liverpool de Jurgen Klopp y también de los Gunners, ahora comandados por Mikel Arteta.

Durante ese periodo también pudieron atrapar a su ballena blanca, la elusiva Champions League imponiéndose por la mínima diferencia ante el Inter de Milan.

Esta temporada inició tempestuosamente con la noticia que Rodri, flamante Balón de Oro y estandarte en el centro del campo de los Citizens, se perdería todo el año con una lesión de ligamentos cruzados tras salir lesionado en un empate a dos goles con el Arsenal.

Lo que siguió fue una debacle: Manchester City perdió el paso en la parte alta de la tabla y ahora se encuentra enfrascado en una pelea para ver si podrán acceder a la Champions League del próximo año.

Por ahora se encuentran en medio del Nottingham Forest y el Bournemouth. El primero, un club de alcurnia que le tiene que preguntar a sus seguidores más antiguos por memorias de Brian Clough y sus triunfos europeos hace ya casi medio siglo; el otro, un club representativo de la era moderna de tácticas dictadas por tendencias analíticas. Ambos de ellos, tienen considerablemente menos recursos que el City.

Esta semana vino el golpe de gracia, el Real Madrid de Carlo Ancelotti, que se ha convertido en la bestia negra de Pep Guardiola, lo sacó nuevamente de la competencia por la Orejona con un retumbante 6-3 en el global, en lo que parece más un marcador de tenis y no de futbol.

Esto lleva a pensar que hay más detrás del deterioro del City que la ausencia de su capitán. Las 115 acusaciones que cuelgan por arriba del equipo de Pep como una nube tormentosa los han distraído.

La posibilidad de perder puntos, trofeos o hasta la categoría claramente están afectando al club más rico de Europa, señal inequívoca que el dinero no lo puede comprar todo.

El segundo punto es que quizá ya el discurso de Guardiola cae sobre orejas sordas en el vestuario del City y el sistema de juego que tantas alegrías le ha traído a esa mitad de Manchester deba sufrir algunos cambios para evolucionar con los tiempos.

Los atormentadores de esa mitad de Manchester, los Diablos Rojos del United, que tanto tiempo se mofaron de sus vecinos ruidosos, ahora se encuentran aún más abajo en el lodo.

Manchester United no ha podido encontrar sucesor a la figura más titánica de su historia, Sir Alex Ferguson, desde que el escocés tomara la salida de Old Trafford en 2013.

Lo han intentado con diferentes técnicos y directores deportivos, se han gastado fortunas en jugadores específicamente escogidos para revivir a un gigante y han fracasado.

Repatriaron a una de sus más grandes leyendas de la época moderna, Cristiano Ronaldo, y se fue por la puerta de atrás declarando que el club se ha estancado desde su primera etapa con Manchester United hace ya dos décadas.

El último intento fallido fue una apuesta por un modelo holandés, comandado por Erik Ten Hag, quien ganó la liga holandesa y se quedó en la antesala de la Champions League exhibiendo un gran fútbol que recordaba ecos de Johan Cruyff, Rinus Michels y la Naranja Mecánica.

Pero resultó que trasladar a Amsterdam al Stretford End fue mejor en teoría que en la realidad. El sueño de Ten Hag de convertirse en el Sir Alex Ferguson de esta nueva era del Manchester United terminó con la peor posición en la tabla para los Red Devils desde la temporada 1989-90.

En ese entonces la Premier League todavía no se llamaba así. Lo único que salvó su trabajo fue una victoria en la final de la FA Cup, pero eso sólo demoró lo inevitable y Ten Hag acabó su historia el 28 de octubre de 2024 como Moyes, Van Gaal, Mourinho, Solksjaer y todos los pretendientes al trono de Sir Alex, con las manos vacías y el orgullo herido.

El elegido para tomar el liderazgo de este barco sin timón llamado Manchester United fue Ruben Amorim, quien ganó dos ligas con Sporting de Lisboa, incluyendo la edición más reciente y ahora extraña los pasteles de nata y se pregunta en las noches por qué tomó este desafío imposible.

No digo que sea imposible devolverle la gloria al Manchester United, pero sí es impensable hacerlo con la temporada ya en curso, una escuadra desbalanceada que él mismo va a querer reemplazar con jugadores de su agrado.

Este tipo de montañas se escalan con tiempo y planeación, algo que Amorim ahora no tiene, pero sí la presión por entregar resultados por el banquillo donde está sentado.

Hasta ahora, Amorim ha ganado nueve juegos y perdido nueve, con tres empates espolvoreados por ahí, clara señal del círculo vicioso mediocre en el que se encuentre este gigante equipo que añora las épocas de 13 títulos de Premier League bajo Sir Alex Ferguson y ahora se ve marchando decimoquinto en la tabla, viendo más cerca el descenso que los campeonatos.

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