El piloto jalisciense había sido una constante desde su maravillosa temporada debut con Sauber en 2011 * Todavía hay esperanza para el tapatío de regresar al frenético deporte más rápido y glamoroso del mundo
DIEGO CASTILLO
El frenético deporte más rápido y glamoroso del mundo no cuenta con espejos retrovisores y con la temporada 2024 ya en los libros de historia y las escuderías ya rumbo a Melbourne para el Gran Premio de Australia, los aficionados mexicanos se enfrentan a la era post Sergio Pérez.
El Checo había sido una constante desde su maravillosa temporada debut con Sauber en 2011, pero malos resultados en sus últimas carreras con Red Bull, incluyendo un lapidario último lugar en el GP de México, le costaron a su equipo el campeonato de constructores.
Aún sin presencia azteca en la parrilla de salida, las semillas que dejó el Checo quedaron plantadas para siempre y se avecina una temporada sumamente interesante que nos promete una batalla por ambos campeonatos -individual y constructores- que se extenderá hasta la última bandera a cuadros.
Con su extendido calendario, su serie en Netflix y presencia en redes sociales, la Fórmula 1 se ha convertido en un deporte que está presente en el ciclo de noticias a tiempo completo. Más aún con la llegada de su estrella global, Lewis Hamilton, a la icónica Scuderia Ferrari.
El siete veces campeón británico quiere romper el empate de campeonatos que tiene con Michael Schumacher haciendo lo mismo que hizo el maestro alemán en su momento, reviviendo al Cavallino Rampante.
Ferrari no tiene un campeón mundial desde que Kimi Raikkonen le arrebató el título al propio Hamilton en Interlagos 2007.
La escudería escarlata tampoco ha podido celebrar un campeonato de constructores desde la temporada 2008. Por eso apostaron por Hamilton, a costa de las manos experimentadas de Carlos Sainz Jr.
Junto con Charles Leclerc y Fred Vasseur al mando, Ferrari cree tener los ingredientes para regresar al peldaño más alto.
El obstáculo más grande para los de Maranello es McLaren. La escudería de Woking es otro gigante que ha invernado la gran parte del Siglo XXI y no había probado las mieles del éxito desde los primeros días de Lewis Hamilton en Fórmula 1.
Ahora con la talentosa y joven dupla de Lando Norris y Oscar Piastri, buscarán refrendar su título de constructores y que uno de ellos se le arrebate la corona individual a Max Verstappen. En las pruebas invernales McLaren ha sido el equipo que ha mostrado mejor paso de carrera, lo que los coloca como favoritos desde la primera carrera.
La incógnita será qué tan férrea se puede llegar a poner la competencia interna entre Norris y Piastri. Ambos son pilotos hambrientos que buscan su primer campeonato individual y harán lo que sea por lograrlo. Las líneas de batalla están claramente delineadas.
Zak Brown, presidente del equipo, favorece a Norris como piloto número uno mientras que el director general, Andrea Stella, se inclina por Piastri. Esto nos puede entregar una situación similar a la que McLaren tuvo en los 80s con Alain Prost y Ayrton Senna.
En la Fórmula 1, cuando tienes el monoplaza más veloz, tu rival más peligroso es tu compañero de equipo. Hamilton y Ferrari estarán ahí como tiburones esperando ver sangre al salir del garaje de McLaren.
Todo esto, y aún no hemos hablado del campeón defensor, Max Verstappen, quien buscará igualar la marca de Juan Manuel Fangio y Michael Schumacher de cinco campeonatos consecutivos.
La temporada naciente será su reto más grande, ya que no tiene el coche más rápido de la parrilla. Se acabaron los días en los que Verstappen podía arrancar desde atrás y ganar con facilidad. El margen se cerró y Red Bull incluso quedó atrás.
Eso para la Fórmula 1 son buenas noticias, ya que el que sale beneficiado es el espectáculo y por ende el aficionado.
El otro factor que juega en contra del tetracampeón tulipán es que Adrian Newey, el genio que diseñó el auto Red Bull que dejaba a los demás en el polvo, se marchó a Aston Martin.
No habrá muchos cambios de la temporada pasada a la que se avecina porque en 2026 cambian las regulaciones para los autos de Fórmula 1 y ya los equipos están viendo esos horizontes para ver cómo darle ventaja a sus coches con esas nuevas estipulaciones.
Lo que quiere decir que Max tendrá que perseguir a McLaren y a Ferrari desde el comienzo, con Mercedes pisándole los talones.
Si Max gana su quinto campeonato será seguramente su mejor temporada y más grande hazaña.
Aunque esto oficialmente se puede catalogar en México como la era post Checo, todavía hay esperanza para el tapatío de regresar a la Fórmula 1.
En primer lugar, habrá más asientos con la confirmación de que Cadillac será el decimoprimer equipo en la pista. Mario Andretti ha declarado que le gustaría que un americano represente a General Motors en la categoría reina.
Los primeros rumores ponen a Colton Hertha, actualmente en Indycar, como favorito para ser el indicado, lo que dejaría un lugar para un piloto confiable y experimentado para guiar al joven Hertha en su primera aventura en el frenético mundo de la Fórmula 1. ¿Quién mejor que Sergio Pérez?
Los que la tratan bien, a cualquier edad son recompensados por la redonda * Lo más normal sería que nuestro futbol no sepa manejar a un talento como Gilberto Mora, porque está desacostumbrado a lidiar con futbolistas de esa edad y brindarles confianza.
DIEGO CASTILLO
Es difícil hoy en día aferrarse a algo brillante en la selección mexicana.
Este combinado nacional no inspira, no invita a la afición a emocionarse o corear sus nombres.
Hasta el momento, México va aprobando el examen que es la Copa Oro, pero está lejos de sacarse un 10.
El funcionar de la oncena de Javier Aguirre es soso, los movimientos parecen poco ensayados y no termina de encontrar una formación que le guste para repetir de partido a partido.
Que México llegue a buen puerto en sus encuentros, por ahora depende de la táctica fija o de chispazos individuales.
ESPEJISMO
Eso alcanza para trascender en la Copa Oro y hasta ganarla, pero cuando suba el calibre de los rivales, especialmente en el próximo verano, con la justa mundialista en casa, esos argumentos no alcanzarán y el Tri se quedará en las mismas instancias de siempre.
Lo más rescatable del pase a semifinales frente Arabia Saudita fue la titularidad y personalidad de Gilberto Mora.
Con 16 años de edad demostró que el escenario no lo deslumbró y llegó a ser el orquestador de los pocos chispazos de juego colectivo que demostró la selección nacional.
HIPOCRESÍA
Ahora llegarán muchos a decir que hay que ser mesurados con el ascenso de Gilberto Mora, hay que llevarlo despacio para que no se le suba el éxito. Hay que respetar los procesos.
Vaya hipocresía, si hay un futbol que no respeta procesos es justamente el mexicano.
La solución es simple: Si el jugador demuestra estar listo y tiene las cualidades para sobresalir en la cancha, no importa la edad que tenga.
La pelota no pide pasaporte ni acta de nacimiento. Los que la tratan bien, a cualquier edad son recompensados por la redonda.
Es de esperarse que un futbol como el nuestro se espante con talentos generacionales y no los sepa manejar.
REALIDADES
El futbol mexicano hasta hace unas semanas tenía una categoría inferior Sub-23.
La cruda realidad es que si, a los 22 o 23 años de edad, no te encuentras en un equipo de Primera División, mejor será dedicarte a otra cosa.
Mientras las promesas de las grandes potencias futbolísticas del planeta florecen a los 15 y 16 años, y se comienzan a volver realidades a los 18 o 19, aquí seguimos esperando que den el estirón a los 20 o 21, y cuando tropiezan en Primera División, no hay una división menor para reivindicarse y que recompongan el camino.
Esa brecha de media década es casi imposible de reponer y es una de las grandes razones por las cuales siempre estamos persiguiendo dos o tres escalones abajo de los serios contendientes.
Lo más normal sería que nuestro futbol no sepa manejar a un talento como Gilberto Mora, porque está desacostumbrado a lidiar con futbolistas de esa edad y brindarles confianza.
Si queremos escalar tenemos que cambiar ese paradigma y empezar a responsabilizar a futbolistas jóvenes que se muestran listos para ese tipo de exigencia.
Así lo hacen los grandes y por ahí se puede empezar a actuar como tal.
Hay que aceptar que la comunidad que ha sustentado a la selección mexicana, más allá de sus fronteras durante décadas, está siendo perseguida, amedrentada y detenida sin justificación * Los jugadores importantes de esta generación no conectan con el público de una manera que los pudiera convertir en ídolos en años venideros
DIEGO CASTILLO
Por más que quieran o se sientan incómodos, no se pueden separar las realidades que viven la selección mexicana y los migrantes latinoamericanos en Estados Unidos.
Javier Aguirre no puede seguir esquivando el tema en conferencias de prensa cuando le preguntan sobre las redadas encabezadas por el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE por sus siglas en inglés).
EL MIEDO NO ANDA EN BURRO
Las pobres entradas en la Copa Oro y el Mundial de Clubes, ambas competencias desarrollándose en Estados Unidos, se pueden explicar en gran parte por la cultura de miedo e incertidumbre sembrada desde la Casa Blanca y cosechada por esta organización de cazadores.
Lo único (o lo mínimo) que se le pide al Vasco es que se quite las anteojeras de caballo, suba la vista más allá del terreno de juego y reconozca que la comunidad que ha sustentado a la selección mexicana más allá de sus fronteras durante décadas está siendo perseguida, amedrentada y detenida sin justificación.
NO HAY ÍDOLOS
Seamos sinceros, si nos enfocamos en lo que es el Tri en la cancha, no inspiran a nadie.
Los jugadores importantes de esta generación no conectan con el público de una manera que los pudiera convertir en ídolos en años venideros.
El futbol moderno está cada vez más cuadriculado, ya casi nada se deja al azar, a la genialidad del diez.
Cada vez hay más herramientas para exprimir todo el potencial del colectivo a través de datos y estadísticas.
Pero en esta carretera de la información, México sigue en el carril de baja con el Vasco manejando la carcacha.
Seguimos apelando a la garra, los huevos y el coraje. Esos mismos que nos dejan en la esquina de “ya merito” y “jugamos como nunca y perdimos como siempre”.
Este abandono de la afición y mediocridad en la cancha pueden por fin matar la gallina dorada que ha sido el Tri en EUA.
ADIÓS A LA REBANADA DE PASTEL
Hablando como alguien que vivió en Estados Unidos durante diez años, los partidos de la selección mexicana eran la rebanada más grande de nostalgia que nos podíamos comer los paisanos del otro lado del Río Grande.
Ver a México era una oportunidad de transportarnos a nuestras tierras, para desahogarnos en las tribunas y recordar no sólo al combinado nacional sino también a nuestro club favorito.
Viendo la situación de ahora, con los agentes de ICE con rienda suelta y amenazando con vigilar los accesos a estadios, creo que me la pensaría dos veces antes de ir a ver un partido de futbol, y viendo las entradas de los juegos, creo que mis paisanos piensan igual.
La selección mexicana, desde directivos hasta jugadores no pueden seguir ignorando esta situación. No se puede separar política de deportes.
Por más que nuestros deportes favoritos sirvan como un escape de la monotonía diaria y el estrés cotidiano, no podemos abandonar nuestros principios por una diversión.
MUHAMMAD ALI, UN GRAN EJEMPLO
El mejor ejemplo nos lo dio Muhammad Ali. En los años que hubieran sido su pico físico, abandonó el ring por negarse a ser soldado en la Guerra de Vietnam.
– Ningún viet cong me ha llamado negro, decía el campeón del mundo.
Su licencia para boxear fue revocada por evadir conscripción militar y no pudo boxear por cinco años. Todo por no traicionar sus principios.
Sacrificó su carrera deportiva por algo que era más grande que él mismo.
Nadie le está pidiendo al Vasco o a sus dirigidos que cuelguen los botines o dejen de entrenar para siempre.
Pero si Muhammad Ali puede bajarse del ring para defender sus principios, todos los integrantes de la selección mexicana pueden al menos reconocer y empatizar con el miedo que ahora sienten sus más fieles seguidores.
Nada que alardear si ganas y un rotundo fracaso si pierdes * Si utilizamos a la Copa Oro como brújula, seguiremos volando directo hacia un Mundial turbulento
DIEGO CASTILLO
México ya está participando en la Copa Oro, el torneo que, por su dominio histórico de la Concacaf, siempre está obligado a ganar.
Es una posición familiar para el Tri, nada que alardear si ganas y un rotundo fracaso si pierdes.
El partido debut del torneo fue contra República Dominicana, enfrentamiento que sería equilibrado si se jugara en un diamante y no en un campo de futbol, pero pese a eso el Tri ganó de forma dramática.
RECTA FINAL
Estamos en la recta final rumbo al Mundial de Norteamérica y este tipo de sinodales no le darán a Javier Aguirre una buena indicación sobre el nivel de sus seleccionados.
Hay que cuidar que la algarabía de ganar este tipo de torneos no nuble los juicios rumbo a la justa más importante.
Los ensayos en contra de Suiza y Turquía son más útiles como preparación que un torneo contra rivales de la zona.
Estados Unidos no trae a sus figuras más importantes, ya sea por lesión como Weston Mckinnie o en el caso de Christian Pulisic por pedir el verano para descansar, entonces el rival a vencer para México será otra vez Canadá.
Ya con tiempo de adaptación al estilo de juego de Jesse Marsch y con gran parte del plantel jugando en ligas europeas, los de la Hoja de Maple son el único examen de calidad que México tendrá este verano en la Copa Oro.
AMNESIA
Ya dijimos que el futbol mexicano no tiene memoria, pero con la selección nacional esa amnesia sube de nivel porque los recuerdos se maquillan y se disfrazan según convenga el resultado.
Si se tropieza en la Copa Oro, saldrán los mismos analistas en las mismas mesas de debate con los mismos argumentos de siempre.
Que si la pelota parada contra Estados Unidos, que si no le damos seriedad a nuestra zona, que si Aguirre es el entrenador indicado, cuando la decadencia de la selección mexicana se viene manifestando desde antes del bochornoso Mundial de Qatar 2022.
COPA ORO NOS CIEGA
Si se mira el otro lado de la moneda, ganar la Copa Oro también nos ciega de la realidad.
No tenemos más que recordar la pasada edición: México alzó el trofeo tras doblegar a Panamá por la mínima diferencia.
Ni Canadá ni Estados Unidos traían sus mejores armas, pero en México lo que importa es el resultado y eso le bastó a Jaime Lozano para afianzarse en el banquillo del Tri.
El entonces recién llegado como alto comisionado, Juan Carlos Rodríguez, inundó las redes sociales con videos optimistas y que ahora sí el Tri estaba listo para escalar la montaña luego del derrumbe de 2022.
Duilio Davino, encargado de selecciones nacionales, declaró públicamente que Jimmy Lozano sería el técnico en el Mundial 2026 pase lo que pase.
Y bueno, ya sabemos lo que pasó.
Ni Lozano ni Rodríguez siguen en sus cargos. Los dueños del futbol mexicano siguen priorizando lo económico y se fueron por la fácil, por la que ya se saben y pusieron a Javier Aguirre por tercera vez en el banquillo nacional.
ZONA DE CONFORT
Los dueños son como el abuelo que no se deshace de sus pantuflas preferidas, aunque la suela ya parezca lengua de perro sediento. No salen de su zona de confort.
Esto es lo que sucede cuando los clubes dejan de competir en torneos como la Copa Libertadores o la Sudamericana, y mejor se van a perseguir dólares inventando torneos con la MLS.
Esto es lo que sucede cuando se deja de competir en Copa América o se mandan escuadras alternativas o con límite de edad.
Esto es lo que sucede cuando se elimina el ascenso y descenso y los clubes entran en una decadencia y mediocridad donde no se ven obligados a forjar nuevos talentos mexicanos.
TORNEO INTRASCENDENTE
No dejen que los espejitos de la Copa Oro los vislumbren, la realidad de nuestro futbol no cambia triunfando en un torneo intrascendente y tenemos que aprender a no hacer juicios para bien o para mal, dependiendo del resultado.
Si utilizamos a la Copa Oro como brújula, seguiremos volando directo hacia un Mundial turbulento.