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George Foreman (1949-2025)

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Perdió todo en una noche en Zaire: su título, su invicto, su identidad y su rumbo * Dos máximas del boxeo que pueden ser aplicadas a la vida misma: No importa cuántas veces te caigas, sino cuántas y como te levantas. Y sí, la edad es sólo un número. Ese es el legado de George Edward Foreman

 

DIEGO CASTILLO

 

El 30 de octubre de 1974, George Foreman llegó a Kinshasa, Zaire, como campeón mundial de peso pesado.

En esa época, una dorada para el pugilismo, el monarca de esa categoría era una de las personas más famosas y celebradas del mundo.

Foreman estaba en el continente africano para defender su título mundial ante Muhammad Ali. Aunque el nombre conllevaba un aura mítico, las apuestas y los expertos estaban del lado del campeón y vaticinaban un futuro aterrador para el retador.

Ali había sido desterrado del boxeo por su negación a sumarse a las Fuerzas Armadas estadounidenses en Vietnam. Su acto de desafío ante el gobierno lo alejó del cuadrilátero por casi cinco años.

En su regreso al ring había perdido las dos primeras peleas de su carrera, primero contra Joe Frazier y luego contra Ken Norton. Ambos fueron vapuleados por Foreman vía knockout técnico en el segundo round.

El enorme texano tenía una fuerza en sus guantes que nadie había visto y muchos temían por el futuro de Ali y su sueño de recuperar el título que nunca perdió.

La historia la cuentan los ganadores y ya todos sabemos que Ali se convirtió en el primer hombre en recuperar el cinturón de peso pesado y se consagró como la leyenda más grande del boxeo y del deporte en el siglo XX.

Pero hoy veremos el otro lado de la moneda, la de aquel que perdió todo en esa noche en Zaire, su título, su invicto, su identidad y su rumbo. Hoy toca ver el lado de George Foreman, quien la semana pasada perdió la vida a los 76 años de edad.

George Edward Foreman nació en Marshall, Texas, el 10 de enero de 1949 y fue criado en el distrito del Quinto Pabellón en Houston.

Su familia vivía en pobreza extrema y no fue hasta los 18 años que se subió al cuadrilátero. Previamente, estaba inscrito en un programa de iniciativa social aprendiendo a ser carpintero y electricista.

Poco más de un año después se subió a un avión por primera vez en su vida con destino a la Ciudad de México para competir en los Juegos Olímpicos de 1968.

En la pelea final se enfrentó a Jonas Cepulis, un peleador lituano representando a la Unión Soviética, que de amateur tenía lo que Chava Reyes tenía de americanista.

Se había subido al ring más de 200 veces y a sus 29 años, los Olímpicos de México eran sus terceros.

A pesar de la desigualdad en experiencia, Foreman le estropeó el físico a Cepulis de tal manera que el referee se vio obligado a frenar el combate en el segundo asalto.

Fue así como Foreman se quedaría con la presea dorada.

George no perdería el tiempo y se embarcó en una carrera profesional que solo tenía como meta ser campeón mundial en los próximos cinco años, acumularía una racha de 37 combates sin derrota con 32 de ellos acabando por la vía del cloroformo.

El campeón en ese entonces era Smokin Joe Frazier, quien había sido el primero en mandar a Muhammad Ali a la lona.

Su gancho izquierdo era un arma de destrucción masiva y ese era el obstáculo que Foreman tendría que sortear para cumplir sus sueños de ser campeón mundial.

En el Estadio Nacional de Jamaica, en Kingston, el 22 de enero de 1973, apenas seis años de aprender a boxear, Foreman estalló sus puños en la humanidad de Frazier y cinco minutos después de que iniciara la pelea ya ostentaba los cinturones que lo coronaban como el hombre más peligroso del mundo.

Foreman defendió su título con éxito en dos ocasiones, la primera contra José Román, el primer puertorriqueño en retar por la corona de los pesados.

La segunda defensa fue contra Ken Norton, lo que dejaba a Ali y la ya conocida y mencionada Pelea en la Selva.

Tras su derrota, George se ausentó del ring por dos años y sólo peleó por dinero en exhibiciones que pertenecían a un circo y no eran dignas de un ex campeón mundial.

Tras una pelea contra Jimmy Young, la segunda derrota de su carrera, Foreman sufrió un episodio cardiaco tras un golpe de calor y decidió retirarse del boxeo sin buscar recuperar su título perdido.

Al dejar atrás el boxeo, encontró su segunda vocación, la religión y se convirtió en un pastor cristiano.

Lejos en el retrovisor quedó la imagen bestial del golpeador más temido del boxeo y fue reemplazada por un amable clérigo con pinta de oso de peluche.

Malas inversiones lo dejaron al borde de la bancarrota y por eso tuvo que dejar a un lado la iglesia y regresar a su primer santuario, diez años después de dejarlo.

En 1987 comenzaría la segunda carrera de George y en 1994, tras una serie de victorias, lo dejaría como el contendiente número uno por el título mundial de peso pesado.

Su rival sería Michael Moorer, el primer zurdo en ser poseedor del cinturón más codiciado en el boxeo.

La diferencia de edad era casi de 20 años y si en su última pelea como campeón, Foreman parecía el Hombre de Acero, ahora estaba mucho más cercano en apariencias al Hombre Michelín.

Moorer subestimó a Foreman y aunque el viejo ya no se movía como antes, el poder de sus puños seguía siendo titánico.

Un derechazo fue lo que bastó para retomar su corona con 45 años y 299 días de edad, el campeón mundial más antiguo en la historia del boxeo.

George utilizó los mismos pantaloncillos de aquella endemoniada noche en Zaire donde lo perdió todo ante Ali, personificando dos máximas del boxeo que pueden ser aplicadas a la vida misma: No importa cuántas veces te caigas, sino cuántas y como te levantas. Y sí, la edad es sólo un número.

Ese es el legado de George Edward Foreman. Descanse en paz.

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Proyecto a futuro

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Con el último título conquistado por la Sub-15 en Concacaf, el Tri es el campeón vigente de la zona en todos los rangos de edad * Vamos por buen camino, las semillas se están sembrando con cuidado en categorías inferiores * Si se sigue trabajando de esta manera, tarde o temprano cosecharemos grandes alegrías con nuestra selección

 

DIEGO CASTILLO

 

Proyectos a futuro no son populares o concurridos en la Federación Mexicana de Futbol.

Como ya sabemos, resultados rápidos y monetarios se priorizan sobre procesos largos que rinden frutos a futuro lejano.

Parece haber una excepción: Se trata de la selección mexicana Sub-15, que acaba de triunfar en la competencia de Concacaf de esa categoría.

Lo más interesante fue que lo hizo con un combinado multicultural que nos da un vistazo al futuro de la captación de talento en el futbol moderno.

El proyecto impulsado y comandado por Andrés Lillini, exdirector técnico de Pumas y Necaxa, tiene a México como potencia de Concacaf en categorías con límite de edad.

Con este último título conquistado por la Sub-15, el Tri es el campeón vigente de la zona en todos los rangos de edad, con un dominio claro frente a nuestro eterno rival, Estados Unidos.

La clave justamente se encontró del otro lado de la frontera, la base de la selección nacional Sub-15 dirigida por Yasser Corona nació fuera de México.

Incluso los cinco goles que México metió en la final frente a su similar de las barras y las estrellas fueron autoría de muchachos que nacieron en EU.

Da’Vian Kimbrough, líder goleador del certamen, nació en Woodland, un suburbio de la capital californiana, Sacramento. Hijo de un padre afroamericano y una madre mexicoamericana, Da’Vian ya mide 1.80 m y tiene físico para competir con defensores de cualquier nación, algo que históricamente ponía al Tri en desventaja, especialmente contra Estados Unidos.

Paxon Ruffin es otro binacional con raíces afroamericanas que se hizo presente en el marcador. Nació en Florida y ya forma parte de las inferiores de Monterrey.

Los otros dos que se hicieron presentes en el tanteador de la final fueron Juan Carlos Martínez Jr. y Lisandro Torres, ambos nacidos en el área metropolitana de Los Ángeles, y enrolados en las inferiores del LA Galaxy y LAFC, respectivamente.

La captación global de talento no se limita a Estados Unidos o incluso al Continente Americano.

Robert Oliveras Aceves es una joya de La Masía, de padre catalán y madre mexicana; Robert ya ha vestido playeras de la selección mexicana y española, y se continúa formando en una de las canteras más prestigiosas del futbol mundial.

La FIFA permite bajo sus estatutos actuales que los jugadores pueden cambiar de selección antes de participar tres veces con la categoría mayor y antes de los 21 años. Es por eso que Robert puede probar con las dos hasta decidir su futuro.

Este es el camino a seguir para no rezagarse aún más en comparación con los gigantes del futbol internacional.

Hasta España, Francia, Brasil, Italia y todas las potencias alinean a jugadores nacidos más allá de sus fronteras. No habrá selección que no tenga elementos multinacionales, México no debería ser la excepción.

Debemos dejar los discursos retrógradas y nacionalistas en contra de los naturalizados. Ya es una cuestión de calidad. Si les cerramos las puertas no vamos a poder competir.

Hay talento mexicano en todos los rincones de la República, pero también lo hay en California, Texas, Florida, Barcelona y por todas partes del mundo. Hay que expandir nuestras redes, no cerrarlas.

La probabilidad de que todos estos campeones Sub-15 sean figuras a nivel mayor es poco probable.

En todos lados promesas se quedan, se caen por la borda o son mal asesorados y no llegan a su potencial.

Pero entre más amplio sea nuestro rango de captación; más cerca de encontrar a las figuras del mañana y que vistan los colores de sus raíces y corazón, sin importar lo que diga el pasaporte.

Vamos por buen camino, las semillas se están sembrando con cuidado en categorías inferiores.

Si se sigue trabajando de esta manera, tarde o temprano cosecharemos grandes alegrías con nuestra selección.

 

 

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La verdad incómoda de la Leagues Cup

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Se nota a leguas que los equipos mexicanos no quieren jugar este certamen * Es posible que en unos años tengamos una superliga que junte a los dos lados del Río Bravo y sea la competencia liguera más importante de la Concacaf

 

DIEGO CASTILLO

 

Los equipos mexicanos no quieren jugar la famosa Leagues Cup. Se nota en el rendimiento, actitud y la báscula desbalanceada que rodea esta justa que apenas está en su infancia.

Domenec Torrent, nuevo director técnico de Rayados de Monterrey, lo calificó como “un torneo trampa, como diríamos los entrenadores, porque te da poco y te quita mucho, te quita entrenamientos, te quita calidad”.

Y aunque quede claro que los equipos mexicanos quieren enfocarse en la liga local, sobre todo los de altos presupuestos que viven en la burbuja de campeonato o fracaso, la cruda realidad indica que este torneo y este matrimonio entre Liga MX y MLS no va a desaparecer.

En cambio, se va a fortalecer y es posible que en unos años tengamos una superliga que junte a los dos lados del Río Bravo y sea la competencia liguera más importante de Concacaf.

Las ramificaciones económicas y televisivas son demasiado grandes para ser ignoradas. Y nuestro futbol, regido por directivos que siempre persiguen el dólar a costa de lo deportivo, ésta es una oportunidad caída del cielo que no dejarán pasar.

Las dos ligas ya están alineadas para conformarse en una sola. Ninguna de las dos tiene ascenso y descenso. Los equipos mexicanos ya tienen afición arraigada en Estados Unidos.

Y si dudan de la fuerza de ese arraigo, nada más hay que ver a la mayoría celeste que se presentó en Los Ángeles días después de la goleada más escandalosa sufrida por la Máquina en un escenario internacional.

Se tendrán que equilibrar las localías y los equipos de la MLS tendrán que venir a plazas mexicanas. Así como históricamente se le dificulta a equipos de la Liga MX jugar al norte de la frontera, el péndulo también se inclina cuando equipos de la MLS viajan al sur.

Sólo hay que recordar la más reciente final de la Liga de Campeones Concacaf y el escandaloso descalabro de los Vancouver Whitecaps en Ciudad Universitaria.

Por ahora, los equipos importantes de la Liga MX pueden seguir escudándose con la excusa de que este torneo no es prioridad para ninguno, pero tarde o temprano las crisis se van a ir desmaquillando.

Cruz Azul sacó a un timonel que los guió a un título internacional y aunque los jugadores y nuevo cuerpo técnico niegan el conflicto, están navegando las aguas turbias que llegaron después del polémico cambio en el banquillo.

América podrá seguir descansando en los laureles de su reciente tricampeonato local, pero eso no cambia la fría realidad que los dirigidos por Andre Jardine tienen una victoria en sus nueve partidos oficiales.

Su defensa es más permeable que un queso gruyere y la llegada de un mercurial extremo francés no hará nada para solidificar esa endeble retaguardia.

Y si le sumamos que Luis Ángel Malagón ya no brinda confianza en el arco azulcrema, la crisis vaya que es profunda para los de Coapa.

Hablando de cancerberos pasando por mal momento, El “Tala” Rangel, de las Chivas de Guadalajara, también ha visto su meta vulnerada con errores infantiles y es sólo un reflejo de un Rebaño Sagrado que lleva mucho tiempo arrastrando su prestigio y se ha quedado atorado en un pantano de mediocridad.

Sin haber jugado un solo minuto de la Leagues Cup, el más beneficiado podría terminar siendo Guillermo Ochoa, quien ahora se perfila como la menos mala de las opciones en la baraja de Javier Aguirre, lo cual sólo ilustra la crisis en la portería que aqueja al futbol mexicano desde hace ya varios años.

Un punto que casi siempre fue un factor de diferencia para El Tri se ha convertido en su mayor debilidad.

Y con eso volvemos con Rayados de Monterrey y su elocuente estratega que dice que ahora se pueden enfocar en algo que verdaderamente les importa, la Liga MX.

Lo cierto es que en la liga local, competencia internacional o simples partidos amistosos, el rendimiento de los regiomontanos ha estado por debajo de lo que dicta su costosa plantilla.

Si de billetazos y refuerzos rimbombantes se tratara este asunto, Monterrey sería el número 1, pero la realidad dentro de la cancha dicta todo lo contrario.

Y ya veremos por cuánto tiempo los clubes se podrán enfocar sólo en la Liga MX, porque algo me dice que en algunos años, un futuro no tan lejano, cuando se hable de la Leagues Cup y Liga MX, nos estaremos refiriendo a la misma competencia.

 

 

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Atragantándose con la cuchara de plata

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Los últimos años para los Cowboys han significado fracasos en postemporada y decisiones inverosímiles por parte del área administrativa * Si los Jones no quieren abrir la chequera, habrá una fila de decenas de equipos que pagarán por hacerse de los servicios de Micah Parsons

 

DIEGO CASTILLO

 

Ya está de regreso la NFL con todos los equipos reportándose a sus respectivos campamentos de entrenamiento.

Es justo el momento para sentar bases rumbo a la temporada y es justo cuando el optimismo suele abundar con la esperanza de una nueva aventura en el emparrillado.

Los únicos que no pueden dejar de tropezar con la misma piedra son los Jones, padre e hijo, Jerry y Stephen.

Desde hace más de treinta años no ganan un Super Bowl, vamos, ni siquiera han podido regresar a un campeonato de conferencia.

Los últimos años para los Cowboys han significado fracasos en postemporada y decisiones inverosímiles por parte del área administrativa.

El ejemplo más reciente y el que hoy trataremos es la situación contractual de Micah Parsons.

Micah Parsons es el mejor jugador de Dallas y lo ha sido desde que fue seleccionado en primera ronda del draft colegial en 2021.

En sus primeras cuatro temporadas ha acumulado 52.5 capturas de quarterback.

Sólo Reggie White registró más capturas en sus primeras cuatro temporadas. No por nada, el Ministro de la Defensa está en el Salón de la Fama y es considerado como uno de los mejores defensivos en la historia de la NFL.

Esta temporada será la última de Micah Parsons bajo contrato de los Cowboys si no pueden llegar a un arreglo salarial. Parsons ha mostrado su descontento públicamente ante los medios tras las extensiones de contrato de Maxx Crosby, Myles Garrett y TJ Watt, todos ellos juegan en la misma posición que Parsons y han sido recompensados con contratos multianuales y multimillonarios.

La NFL se rige con un tope salarial, lo que quiere decir que el valor del mercado lo dicta el precedente que dejan contratos anteriores.

Es decir, antes de que Maxx Crosby firmara su contrato con los Raiders, sus agentes utilizaron el salario de Joey Bosa con San Francisco para establecer una base de negociaciones.

Cuando Raiders accedió a pagarle más a Crosby en promedio anual que a Bosa se llegó a un acuerdo.

Myles Garrett hizo lo propio con el contrato de Crosby y TJ Watt fue el más reciente beneficiado por este tipo de negociaciones.

Si Dallas y la familia Jones hubieran entablado negociaciones con Micah Parsons en primavera, podrían haber llegado a un acuerdo de 36 millones de dólares anuales.

Una cifra que lo hubiera convertido en el linebacker mejor pagado en la historia de la liga. Ahora, para que Parsons tenga esa distinción, tendría que superar los 41 millones de dólares anuales que Pittsburgh le acaba de dar a TJ Watt.

El hecho de haber esperado le costó a los Cowboys y a la larga recompensará a Parsons.

Y es que si los Jones no quieren abrir la chequera, habrá una fila de decenas de equipos que pagarán por hacerse de los servicios de Micah Parsons.

Y ese no es el final de los problemas para los Cowboys y sus mandamases cada vez más alejados de la realidad.

No sólo siguen en el estira y afloja con Parsons, sino que Stephen Jones, hijo de Jerry Jones, que únicamente tiene su trabajo de gerente general de la franquicia más popular y valiosa de la NFL porque su papi compró al equipo, declaró -ante cámaras y reporteros- que Micah Parsons “tiene que querer ser pagado”.

Como si su producción dentro del emparrillado no hablara por sí sola. Como si el impacto de su juego no estuviera presente en los tres niveles de la defensiva de la estrella solitaria.

Así es como Jerry Jones y su familia están orillando a su mejor defensivo a buscar una salida.

Y sin Micah Parsons, estarán todavía más lejos de ese trofeo de Super Bowl, que cada año se ve más borroso en el espejo retrovisor.

Cada temporada que siga pasando con los Jones tomando las riendas de los Vaqueros, será una temporada más que sucumbe ante la mediocridad.

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