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El regreso del Checo

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La mercancía de la nueva escudería Cadillac con el nombre de Sergio Pérez ya se está vendiendo y circula por las calles de la Ciudad de México * De ser un secreto a voces ya es más bien un secreto a gritos que el piloto tapatío ocupará uno de los monoplazas estadounidenses para la temporada 2026

 

DIEGO CASTILLO

 

Parece que los comerciantes de Tepito y del Centro conocen más que los reporteros de F1.

Y es que la mercancía de la nueva escudería Cadillac con el nombre de Sergio Pérez ya se está vendiendo y circula por las calles de la Ciudad de México.

Y sí, ya dejó de ser un secreto a voces y es más bien un secreto a gritos que Sergio Pérez ocupará uno de los monoplazas estadounidenses para la temporada 2026, a falta de un anuncio oficial.

La pregunta ahora es quién será su compañero. Rumores iniciales indicaban que el enfoque estaba sobre un joven piloto norteamericano como Colton Herta, pero su decepcionante campaña en IndyCar ha enfriado su posible llegada.

La otra opción para que Cadillac tenga un piloto local es Jak Crawford, actual sublíder de Fórmula 2, pero con apenas 20 años de edad, un rol como piloto de reserva podría ser su entrada a la Fórmula 1.

La opción que ha sonado en los últimos días es la posibilidad de sumar al experimentado piloto finlandés Valtteri Bottas, quien regresó este año con Mercedes en un rol de reserva, escudería en la que más brilló durante su carrera.

La competencia de Cadillac para conseguir la firma de Bottas es concretamente Alpine, que desde el año que viene correrá con motor Mercedes, maquinaria que el finlandes conoce a la perfección.

El contrato de Sergio Pérez deberá ser multianual, ya que es muy poco probable que Cadillac sea competitivo desde su comienzo en Fórmula 1.

El tiempo limitado para preparar el coche y las nuevas regulaciones que llegarán en 2026 son factores en contra y aunque el presidente de la escudería, Graeme Lowdon, ha declarado que Cadillac está invirtiendo 30 millones de dólares mensuales para llegar de la mejor manera a la parrilla de salida, Cadillac tardará unos años para empezar a codearse con los gigantes del automovilismo.

Si el piloto tapatío quiere cosechar alegrías en su regreso al máximo nivel de automovilismo le tendrá que dedicar varios años, quizá los últimos de su carrera a este equipo naciente.

Checo regresaría a la parrilla después de su año sabático con la reputación intacta, la caída de Red Bull como auténtico imperio romano se ha encargado de eso.

El Red Bull que Checo conoció en 2021 ya no existe, y si los rumores de la salida de Max Verstappen se cristalizan, no habrá ninguna cara conocida en la escudería que ha dominado el último lustro en Fórmula 1.

Después de dos carreras desastrosas, Liam Lawson, piloto neozelandés que reemplazó a Checo, fue relegado a Racing Bulls y suplantado por Yuki Tsunoda.

El japonés, aunque tiene mucha más experiencia que Lawson, tampoco ha podido revertir la situación y sólo ha terminado dos veces en los puntos.

El simple hecho que Verstappen siga peleando por carreras y posiciones pole cuando públicamente se escucha frustrado con su coche, es clara evidencia que el cuatro veces campeón del mundo es un genio al volante.

Red Bull actualmente marcha cuarto en el campeonato de constructores con 172 puntos. Max Verstappen ha conseguido 165 de esos puntos.

Si bien es cierto que el 2024 también fue un año de errores poco característicos para un piloto veterano como el Checo, puntualmente su choque en la clasificación del GP de Mónaco, punto en que su temporada se vino en picada, lo que ha pasado con ese coche desde la salida de Pérez demuestra que no es un coche competitivo en F1.

Lo más importante es que Cadillac oficialice la llegada de Checo Pérez para que pueda integrarse a su nuevo equipo lo antes posible y tener una transición bien planeada en su regreso a Fórmula 1 y para que ya se puedan vender prendas auténticas de Checo, que en México se venderán como pan caliente celebrando que el hijo pródigo del automovilismo azteca está de regreso.

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Crisis en casa del Tío Sam

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A menos de un año de su Mundial está aún más hundido * Estados Unidos tiene jugadores regados por toda Europa, pero no ha logrado consolidar un once titular que inspire confianza o asuste a alguien de cara al Mundial

 

DIEGO CASTILLO

 

Por segunda Copa Oro consecutiva, México se ha quedado con el título regional y refrenda su triunfo en la pasada Nations League, poniendo un claro trecho entre el Tri y su más odiado rival, su vecino al norte, su espejo, Estados Unidos.

Los de las barras y las estrellas dirán que por segunda Copa Oro consecutiva no pusieron a sus mejores armas en la cancha. Eso es completamente responsabilidad de ellos.

Mauricio Pochettino no ha podido encontrar armonía fuera de la cancha para poder transmitirla dentro de ella.

 

MENSAJES CRÍPTICOS

Con todos los problemas que tiene México, y vaya que son varios, Estados Unidos se encuentra aún más hundido y a menos de un año de su Mundial, corre el riesgo de desperdiciar su autodenominada generación dorada.

Christian Pulisic se ausentó voluntariamente de esta competencia, argumentando que necesitaba descansar tras una ajetreada campaña con el Milan.

Por sí sola, es una razón válida, aunque la temporada rossonera fue una de las peores en la larga e ilustre historia del gigante italiano.

Lo que deja dudas son los mensajes crípticos que se han mandado Pochettino y Pulisic en conferencias de prensa, redes sociales y podcasts.

Los quiebres en la relación entre la máxima estrella y el entrenador sólo se agrandaron cuando fue rumorado que Pochettino había sido uno de los candidatos sondeados por el Brentford, club de la Premier League, que lo buscaba para reemplazar a Thomas Frank.

 

DRAMA ENTRE ESTRELLAS Y ENTRENADORES

La amenaza de que su estratega los abandonara en la antesala del Mundial 2026, claramente afectó al grupo.

Drama entre estrellas y entrenadores es algo que viene aquejando al conjunto norteamericano desde el proceso anterior.

Sólo hay que recordar cómo acabó la etapa de Gregg Berhalter, antecesor de Pochettino en el banquillo estadounidense.

Durante el Mundial de Qatar 2022, Berhalter usó esporádicamente a Giovanni Reyna, quien en ese entonces era titular a nivel de clubes con Borussia Dortmund en la Bundesliga y era visto como una de las joyas de esa selección de Estados Unidos.

Después de la eliminación estadounidense de la justa mundialista, se reveló que la falta de juego de Reyna fue debido a una pobre actitud e indisciplinas durante la concentración en Medio Oriente.

Giovanni es hijo del ex mundialista Claudio Reyna, ex compañero de Gregg Berhalter.

Para proteger a su “niño” Claudio y su esposa acudieron a la federación estadounidense de futbol para sacar trapitos sucios de Berhalter y su entonces novia, ahora esposa.

Las acusaciones se remontaban a supuestos altercados ocurridos en 1992.

Gregg Berhalter fue relevado de su cargo en 2022, pero fue reinstaurado el año siguiente cuando no se encontró sustento a las acusaciones en su contra.

De hecho, la última Nations League que ha ganado Estados Unidos a la fecha, fue con Berhalter al mando y Gio Reyna de titular, quien fue elegido jugador del partido en esa final contra México que acabó con el ya famoso 2-0.

Hoy la realidad es dura para Reyna, ya que ha perdido su titularidad en Dortmund -únicamente disputó 341 minutos de Bundesliga la temporada pasada- y sólo ha jugado un partido en 2025 con su selección.

 

EU NO ASUSTA

Estados Unidos tiene jugadores regados por toda Europa, pero no ha logrado consolidar un once titular que inspire confianza o asuste a alguien de cara al Mundial.

En la retaguardia tienen a su central del futuro en Chris Richards, pero Tim Ream no es una pareja confiable y no hay nadie más que venga empujando desde atrás.

Antonee Robinson y Segiño Dest, ausentes en esta Copa Oro, le darán solidez y salida por las bandas, pero la línea defensiva sigue estando incompleta.

Del otro lado del campo, las soluciones están igual de borrosas. Mucho se ha platicado y escrito sobre el talento joven que viene por ahí, pero hasta ahora Haji Wright, ni Folarin Balogun, ni Timothy Weah, ni Patrick Agymang o Ricardo Pepi han podido plantar su bandera como centro delantero indiscutible para las tropas del Tío Sam.

Y por último, lo más importante es resolver la frígida relación entre Pulisic y Pochettino porque si las dos cabezas más importantes de cara al Mundial 2026 jalan en direcciones diferentes, Estados Unidos quedará parado en el mismo sitio que 1994, cuando el soccer estaba dando sus primeros pasos del otro lado de la frontera y todos los supuestos años y pasos de progreso se irán por la borda.

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La pelota no pide acta de nacimiento

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Los que la tratan bien, a cualquier edad son recompensados por la redonda * Lo más normal sería que nuestro futbol no sepa manejar a un talento como Gilberto Mora, porque está desacostumbrado a lidiar con futbolistas de esa edad y brindarles confianza.

 

DIEGO CASTILLO

 

Es difícil hoy en día aferrarse a algo brillante en la selección mexicana.

Este combinado nacional no inspira, no invita a la afición a emocionarse o corear sus nombres.

Hasta el momento, México va aprobando el examen que es la Copa Oro, pero está lejos de sacarse un 10.

El funcionar de la oncena de Javier Aguirre es soso, los movimientos parecen poco ensayados y no termina de encontrar una formación que le guste para repetir de partido a partido.

Que México llegue a buen puerto en sus encuentros, por ahora depende de la táctica fija o de chispazos individuales.

 

ESPEJISMO

Eso alcanza para trascender en la Copa Oro y hasta ganarla, pero cuando suba el calibre de los rivales, especialmente en el próximo verano, con la justa mundialista en casa, esos argumentos no alcanzarán y el Tri se quedará en las mismas instancias de siempre.

Lo más rescatable del pase a semifinales frente Arabia Saudita fue la titularidad y personalidad de Gilberto Mora.

Con 16 años de edad demostró que el escenario no lo deslumbró y llegó a ser el orquestador de los pocos chispazos de juego colectivo que demostró la selección nacional.

 

HIPOCRESÍA

Ahora llegarán muchos a decir que hay que ser mesurados con el ascenso de Gilberto Mora, hay que llevarlo despacio para que no se le suba el éxito. Hay que respetar los procesos.

Vaya hipocresía, si hay un futbol que no respeta procesos es justamente el mexicano.

La solución es simple: Si el jugador demuestra estar listo y tiene las cualidades para sobresalir en la cancha, no importa la edad que tenga.

La pelota no pide pasaporte ni acta de nacimiento. Los que la tratan bien, a cualquier edad son recompensados por la redonda.

Es de esperarse que un futbol como el nuestro se espante con talentos generacionales y no los sepa manejar.

 

REALIDADES

El futbol mexicano hasta hace unas semanas tenía una categoría inferior Sub-23.

La cruda realidad es que si, a los 22 o 23 años de edad, no te encuentras en un equipo de Primera División, mejor será dedicarte a otra cosa.

Mientras las promesas de las grandes potencias futbolísticas del planeta florecen a los 15 y 16 años, y se comienzan a volver realidades a los 18 o 19, aquí seguimos esperando que den el estirón a los 20 o 21, y cuando tropiezan en Primera División, no hay una división menor para reivindicarse y que recompongan el camino.

Esa brecha de media década es casi imposible de reponer y es una de las grandes razones por las cuales siempre estamos persiguiendo dos o tres escalones abajo de los serios contendientes.

Lo más normal sería que nuestro futbol no sepa manejar a un talento como Gilberto Mora, porque está desacostumbrado a lidiar con futbolistas de esa edad y brindarles confianza.

Si queremos escalar tenemos que cambiar ese paradigma y empezar a responsabilizar a futbolistas jóvenes que se muestran listos para ese tipo de exigencia.

Así lo hacen los grandes y por ahí se puede empezar a actuar como tal.

 

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El desmarque comodino

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Hay que aceptar que la comunidad que ha sustentado a la selección mexicana, más allá de sus fronteras durante décadas, está siendo perseguida, amedrentada y detenida sin justificación * Los jugadores importantes de esta generación no conectan con el público de una manera que los pudiera convertir en ídolos en años venideros

 

DIEGO CASTILLO

 

Por más que quieran o se sientan incómodos, no se pueden separar las realidades que viven la selección mexicana y los migrantes latinoamericanos en Estados Unidos.

Javier Aguirre no puede seguir esquivando el tema en conferencias de prensa cuando le preguntan sobre las redadas encabezadas por el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE por sus siglas en inglés).

 

EL MIEDO NO ANDA EN BURRO

Las pobres entradas en la Copa Oro y el Mundial de Clubes, ambas competencias desarrollándose en Estados Unidos, se pueden explicar en gran parte por la cultura de miedo e incertidumbre sembrada desde la Casa Blanca y cosechada por esta organización de cazadores.

Lo único (o lo mínimo) que se le pide al Vasco es que se quite las anteojeras de caballo, suba la vista más allá del terreno de juego y reconozca que la comunidad que ha sustentado a la selección mexicana más allá de sus fronteras durante décadas está siendo perseguida, amedrentada y detenida sin justificación.

 

NO HAY ÍDOLOS

Seamos sinceros, si nos enfocamos en lo que es el Tri en la cancha, no inspiran a nadie.

Los jugadores importantes de esta generación no conectan con el público de una manera que los pudiera convertir en ídolos en años venideros.

El futbol moderno está cada vez más cuadriculado, ya casi nada se deja al azar, a la genialidad del diez.

Cada vez hay más herramientas para exprimir todo el potencial del colectivo a través de datos y estadísticas.

Pero en esta carretera de la información, México sigue en el carril de baja con el Vasco manejando la carcacha.

Seguimos apelando a la garra, los huevos y el coraje. Esos mismos que nos dejan en la esquina de “ya merito” y “jugamos como nunca y perdimos como siempre”.

Este abandono de la afición y mediocridad en la cancha pueden por fin matar la gallina dorada que ha sido el Tri en EUA.

 

ADIÓS A LA REBANADA DE PASTEL

Hablando como alguien que vivió en Estados Unidos durante diez años, los partidos de la selección mexicana eran la rebanada más grande de nostalgia que nos podíamos comer los paisanos del otro lado del Río Grande.

Ver a México era una oportunidad de transportarnos a nuestras tierras, para desahogarnos en las tribunas y recordar no sólo al combinado nacional sino también a nuestro club favorito.

Viendo la situación de ahora, con los agentes de ICE con rienda suelta y amenazando con vigilar los accesos a estadios, creo que me la pensaría dos veces antes de ir a ver un partido de futbol, y viendo las entradas de los juegos, creo que mis paisanos piensan igual.

La selección mexicana, desde directivos hasta jugadores no pueden seguir ignorando esta situación. No se puede separar política de deportes.

Por más que nuestros deportes favoritos sirvan como un escape de la monotonía diaria y el estrés cotidiano, no podemos abandonar nuestros principios por una diversión.

 

MUHAMMAD ALI, UN GRAN EJEMPLO

El mejor ejemplo nos lo dio Muhammad Ali. En los años que hubieran sido su pico físico, abandonó el ring por negarse a ser soldado en la Guerra de Vietnam.

– Ningún viet cong me ha llamado negro, decía el campeón del mundo.

Su licencia para boxear fue revocada por evadir conscripción militar y no pudo boxear por cinco años. Todo por no traicionar sus principios.

Sacrificó su carrera deportiva por algo que era más grande que él mismo.

Nadie le está pidiendo al Vasco o a sus dirigidos que cuelguen los botines o dejen de entrenar para siempre.

Pero si Muhammad Ali puede bajarse del ring para defender sus principios, todos los integrantes de la selección mexicana pueden al menos reconocer y empatizar con el miedo que ahora sienten sus más fieles seguidores.

 

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