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EL ÁGORA

Negligencia, improvisación y desgobierno

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La pérdida de la gobernanza no es únicamente frente al crimen organizado, sino ante los desastres naturales * Cuando se quiere combatir las corruptelas, se opta por desaparecer a las instituciones y no perseguir a los infractores * Tras la tragedia de Veracruz, sólo el gobierno podía entregar ayudas… con el logo de Morena

 

OCTAVIO CAMPOS ORTIZ

 

Lo dicho: La 4T no sabe gobernar. Gobernar no sólo es llegar al poder, es representar la figura del Estado, guiar a una población en un territorio determinado.

Es dar protección, seguridad y resguardo a la ciudadanía, a las familias y su patrimonio, es desarrollar políticas públicas que satisfagan las necesidades de la gente y proporcionarles bienestar.

Su inexperiencia en la administración pública ha desgraciado a los mexicanos. No sólo no les garantiza la seguridad, tampoco les da protección.

La pérdida de la gobernanza no es únicamente frente al crimen organizado, sino ante los desastres naturales.

Desde el sismo de 2017, las fallidas administraciones -entonces en manos del PRD- evidenciaron la falta de una verdadera política de protección civil. Los capitalinos recibieron tardía respuesta de parte de las autoridades.

Hasta la fecha, hay edificaciones sin reconstruir. Mientras se derrumbaban las construcciones, afloraba la corrupción, la falta de reglas de protección civil y la negligencia criminal oficial.

Como en el terremoto de 1985, fue la solidaridad de los mexicanos lo que permitió que México siguiera de pie.

Con el paso del tiempo, las cosas no han cambiado. Se echa la culpa a los de antes hasta de los desastres naturales. Se recurre a las acusaciones de corrupción sin pruebas ni detenidos.

Para apoderarse de los recursos del Fonden se arguyó que era fuente de corrupción -cuando se quiere combatir las corruptelas, se opta por desaparecer a las instituciones y no perseguir a los infractores-.

Hace décadas la gente se quejó de la arbitrariedad de algunos agentes del Servicio Secreto… y resulta que el gobierno optó por desaparecerlo en lugar de castigar a los malos elementos.

La bolsa millonaria del Fonden se destinó a los programas sociales, rogando a Dios que no hubiera catástrofes climáticas o movimientos teutónicos.

Se dijo que los dirigentes del Fonden eran corruptos, aunque el último y millonario director después fue candidato de Movimiento Regeneración Nacional (Morena) a la alcaldía de Querétaro.

 

SHEINBAUM CRITICÓ AL DIRECTOR DEL FONDEN

José María ‘Chema’ Tapia es un político mexicano reconocido por ser el exdirector del Fondo Nacional de Desastres Naturales (Fonden).

Durante su gestión, fue objeto de críticas debido a sus viajes a Las Vegas, hecho que ‘despertó’ la inconformidad de la Presidenta Claudia Sheinbaum.

Durante su Mañanera del Pueblo del pasado 15 de octubre, Sheinbaum Pardo criticó la corrupción en el Fonden registrada en el sexenio de Enrique Peña Nieto y aseguró que mientras ocurrían ciclones, José María ‘Chema’ Tapia apostaba en Las Vegas.

“Vi en las redes una nota que salía en Proceso, traían, hace mucho tiempo, de no me acuerdo de qué huracán o qué tragedia, decían y el director del Fonden, divirtiéndose en no sé dónde en Las Vegas.

“Digo para aquellos que defienden el Fonden. O las corruptelas que hubo”, soltó la Primera Mandataria, quien aseguró que “quien defiende el Fonden es como defender la corrupción”.

Sheinbaum sugirió que estos viajes eran inapropiados para alguien en su posición, especialmente considerando la responsabilidad que conlleva gestionar un fondo destinado a la atención de desastres naturales.

¿Y qué creen? Tapia Franco, tras dejar su cargo como senador por el PRI, fue candidato de Morena-PT-Verde a la alcaldía de Querétaro y ha sido señalado -por la organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad- de comprar una residencia valuada en más de un millón de dólares en Woodlands, al norte de Houston.

 

LA SOBERBIA E IGNORANCIA EN PROTECCIÓN CIVIL

Sin dinero, con respuestas tardías, negligencia gubernamental, soberbia y sin conocimientos sobre la protección civil, se pretendió enfrentar los estragos de los huracanes que azotaron el Pacífico, especialmente Acapulco. Las consecuencias todavía las padecen los porteños. A ello, habría que añadirle la soberbia del entonces mandatario que con el pretexto de no ir a la zona “sólo a tomarse la foto”, se negó a coordinar la ayuda gubernamental.

Cuando quiso hacerlo, por la presión social, le salió el tiro por la culata, porque se atascó el vehículo militar y no pudo bajarse ni mojarse los zapatos.

Para no desentonar, la actual administración evidenció negligencia criminal al no prevenir a la población de la catástrofe que se avecinaba y que con la nueva semántica de la 4T se justificó cínicamente con un “desbordamiento leve del río…” que sepultó a comunidades enteras de Poza Rica y Álamo, en Veracruz, y otras localidades en cuatro estados más.

No sólo faltó un plan de protección civil, pasmó a las autoridades y sacó a flote su inexperiencia en la administración pública.

La muy cuestionada gobernadora de Veracruz canceló un seguro estatal contra riesgos naturales para “acabar con la corrupción y los gastos excesivos”. A cambio, creó un organismo gubernamental sin capital, sin infraestructura y sin experiencia en materia de seguros.

Sobrada de sí misma, redujo sus torpezas a una frase: “No todo es dinero”.

No son buenos para ayudar a la población, pero sí para capitalizar las tragedias. Las primeras horas después de las inundaciones, los damnificados estuvieron solos y a su suerte. Recibieron la ayuda de sus vecinos, que no la pasaban mejor.

Cuando la sociedad civil se organizó y quiso auxiliar a los afectados, las Fuerzas Armadas impidieron el ingreso de despensas porque la instrucción era que únicamente el gobierno podía entregarlas, ¡y cómo no¡, si las usaron con fines propagandísticos y electorales.

Un ejército de “servidores de la nación” rápidamente etiquetó alimentos y colchonetas con el logotipo de Morena y esa ayuda se convirtió en una marea guinda.

También los mercenarios del Partido Verde hicieron lo propio con sus huestes y entregaron despensas en bolsas… ¡adivinó!, verdes. Actuaron tarde y exclusivamente con fines políticos.

El gobierno se hizo “de la vista gorda” cuando con una logística más eficaz, el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) hizo pronta entrega de ayuda a los damnificados.

Ante la indignación de la sociedad civil, la respuesta desde Palacio Nacional sólo fue “dónde está la ayuda de los que critican”, sabedora de que las Fuerzas Armadas controlaron la ayuda para ser etiquetada.

Hoy los “servidores de la nación”, con sus chalecos de color guinda, levantan tardío y lento censo de damnificados para saber de sus carencias y necesidades, cuando es evidente la pérdida de su patrimonio y la urgencia de restablecer los servicios públicos y la construcción de diques que impidan nuevas inundaciones, aunque sea a toro pasado.

Lo que urge es que se actualice el Atlas de Riesgos y se cumplan sus recomendaciones. Lo que no se puede medir no se puede controlar, y parece que las mediciones son la némesis de la 4T.

Definitivamente la 4T es un desgobierno.

EL ÁGORA

Violencia política y gobernanza

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La creciente ola delictiva a nivel nacional la genera el crimen organizado * Si el gobierno de la 4T quiere imponer su proyecto político y mantenerse en el poder, debe recuperar el ejercicio de la gobernabilidad, demostrar que se vive en un pleno Estado de Derecho y que las políticas públicas no pretenden crear una presidencia imperial

 

OCTAVIO CAMPOS ORTIZ

 

La pérdida de buena parte de la gobernabilidad se debe a la creciente violencia política que generan el crimen organizado y algunas reyertas entre grupos de poder no muy bien esclarecidas por la propia autoridad.

En todos los casos se trata de agresiones para amenazar, intimidar, frenar carreras políticas, incidir en procesos electorales, cobrar venganza por no aceptar pactos ilícitos o incumplirlos, imponer candidatos o suplantar a legales autoridades para ejercer el poder público e incluso crear tributaciones paralelas, como el cobro de derecho de piso u otorgar permisos para abrir negocios.

También realizan labor social, auxilian a damnificados después de desastres naturales, dan regalos en el Día de las Madres, el Día del Niño o en Reyes, además de distribuir despensas u organizar eventos musicales.

El Estado constitucional ha claudicado en su función primigenia de dar seguridad a los gobernados y garantizar el respeto a la vida y al patrimonio de los ciudadanos.

La pérdida de la gobernabilidad empoderó a los grupos criminales y permitió el deterioro del Estado de Derecho, por lo que dejó la gobernanza en grupos de poder fáctico que hacen las funciones de la autoridad como otorgar seguridad a comunidades enteras.

El crimen organizado no sólo se circunscribe al narcotráfico, se extiende a la trata de personas -por explotación sexual, laboral o migrante-, el tráfico de armas y el lavado de dinero.

En Chiapas y Oaxaca se da la violencia política mediante el desplazamiento forzado de comunidades enteras por disputas de tenencia de la tierra, razones étnicas o religiosas, así como la mafia de los polleros que comercian con migrantes. También se da el asesinato o desaparición de líderes sociales.

Ante los desplazamientos o masacres, prevalece la impunidad y la inacción de autoridades.

La violencia política ha acompañado el desarrollo histórico del país: Golpes de Estado y asonadas militares en el siglo XIX, la Revolución Mexicana y su millón de muertos, los sucesivos magnicidios posrrevolucionarios, los homicidios políticos como los del general Serrano, el general Saturnino Cedillo o los muertos del henriquismo.

También ejerció violencia política el propio gobierno al reprimir, en aras de mantener la estabilidad social, los movimientos magisteriales, médico, ferrocarrilero, electricista y los de estudiantes de 1968 y 1971.

Ahora son la delincuencia organizada y las facciones políticas en busca del poder los que ejercen el otrora monopolio estatal del uso de la fuerza.

Asimismo, mediante esa violencia, los criminales se han apoderado de los procesos electorales y ellos deciden quién debe gobernar.

Lo mismo financian campañas políticas en todos los niveles que imponen candidatos, eliminan contrincantes, secuestran aspirantes, amenazan a funcionarios electorales, inhiben el voto, alientan el abstencionismo y destruyen casillas.

La pérdida de la gobernanza provoca un sentimiento de abatimiento ciudadano, se asume que la violencia se impone al pacto social y que el Estado ya no es garante del respeto a la vida y a la propiedad.

Se normaliza la connivencia de las autoridades con la delincuencia organizada, se reconoce socialmente la corrupción y que es inherente a los servidores públicos.

Si el gobierno de la 4T quiere imponer su proyecto político y mantenerse en el poder, debe recuperar el ejercicio de la gobernabilidad, demostrar que se vive en un pleno Estado de Derecho y que las políticas públicas no pretenden crear una presidencia imperial, que no los mueve la figura omnímoda, omnipotente y omnipresente de un jefe de Estado autárquico.

Ello requiere de abandonar la narrativa basada en las falacias que apelan al principio de autoridad, desechar el discurso de odio y buscar la unidad nacional, no la polarización ni el divisionismo social.

Hoy el gobierno enfrenta no sólo el reto de rivalizar o asociarse con el crimen organizado en todas sus acepciones, sino el reclamo de la Generación Z que, si bien sólo se visibilizó con una marcha, la satisfacción de sus demandas de empleo, educación, justicia, seguridad, combate a la corrupción y mayor participación política se logrará desde sus propias formas de expresión, como las redes sociales.

No buscarán protagonizar una primavera árabe ni los fallidos movimientos estudiantes del otoño de 1968 o el verano de 1971, pero si las autoridades desoyen el llamado al cambio de los jóvenes, Nepal o Marruecos estará a la vuelta de la esquina.

Por supervivencia, el Estado debe recuperar la gobernabilidad.

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Similitudes entre la Revolución Mexicana y la Cuarta Transformación

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El dictador oaxaqueño hizo de la Presidencia una silla de águila imperial para un solo hombre * ¿Ya se agotó la Revolución Mexicana? * La historia y la sociedad no perdonan: Aunque desdeñaron a la Generación Z, ese puede ser el germen de un cambio social que empodere a la clase trabajadora y les arrebate el poder

 

OCTAVIO CAMPOS ORTIZ

 

En los albores de la centuria pasada, un puñado de burgueses, políticos y militares conspiraron contra el viejo general que se apropió del poder por más de tres décadas y que, si bien es cierto, auspició la expoliación y represión de campesinos y obreros, también es justo reconocer que bajo el lema de orden y progreso insertó al país en el desarrollo y la modernidad.

El dictador oaxaqueño que hizo -como ahora- de la Presidencia una silla de águila imperial para un solo hombre, también trajo la electricidad, el alumbrado público, el teléfono, la inmediatez del telégrafo, miles de kilómetros de vías férreas -otra paradoja de la historia: la 4T quiere recuperar los ferrocarriles, bajo los cimientos de la infraestructura del héroe de la Batalla del 2 de abril-, arte y cultura florecieron en el porfiriato e incluso propició la creación de la Universidad Nacional y tuvo al pensador Justo Sierra como secretario de Instrucción Pública.

Satanizado per secula seculorum, el otrora liberal y brazo armado del presidente Benito Juárez García -megalómano al que sólo la muerte le impidió convertirse en otro dictador-, lo ayudó a llegar al poder -qué hubiera sido de Juárez sin la espada de Díaz, dixit el paisano de ambos políticos Raúl Bolaños Cacho Güenduláin- y enfrentó el estallido armado que dio pauta a lo que posteriormente sería la Revolución Mexicana.

Contrario a lo que marca la historia oficial, el general oaxaqueño no se aferró a esa silla imperial, la “Bola” inició a fines de noviembre de 1910 y se exilió en mayo de 1911, no quiso alentar la confrontación entre mexicanos.

Los autores intelectuales de la sublevación, que se aprovecharon de las demandas agrarias y laborales de los desposeídos, traicionaron a los pobres y únicamente protagonizaron nuevos levantamientos encabezados por Emiliano Zapata y Francisco Villa.

Tardaría tiempo la Revolución en convertirse en el primer movimiento social del siglo XX.

La camarilla de burgueses, políticos y militares estaba más preocupada por ver quién ocupaba la tan deseada silla -la misma que despreciaron el Caudillo del Sur y el Centauro del Norte- y poco hicieron por reivindicar a obreros y campesinos. A la muerte de Francisco I. Madero y el arribo del usurpador Victoriano Huerta, se sucedieron las asonadas militares que ni la promulgación de la Constitución de 1917, que contemplaba por primera vez los derechos sociales, las pudieron contener, incluso asesinaron al presidente promulgador de la Carta Magna, Venustiano Carranza.

Solo la institucionalización política y social del país pudo acabar con el caudillismo -hoy resurgido-, y darle estabilidad para negociar la conquista subsecuente de derechos para las clases trabajadora y campesina.

Los artículos constitucionales 27 y 123 fueron parteaguas para otorgarles derechos y garantías a esa parte fundamental del Estado, pero olvidada por los regímenes.

Ideológicamente, se utilizó la Revolución Mexicana como un ente aglutinador que buscó, como organización bonapartista, quedar bien con los sectores de la producción. Un Estado proteccionista, al amparo de una fortalecida clase media, alentó en los ochenta lo que se conoció como nacionalismo revolucionario.

Eran los tiempos del partido hegemónico que se negaba a abandonar el populismo y proponía un Estado creador de empleos en el sector paraestatal.

Todo en nombre de la Revolución Mexicana. Sólo la administración salinista sepultó el movimiento social de 1910.

Pero no únicamente el periodo neoliberal menospreció el espíritu reivindicador de la Revolución Mexicana, también los regímenes de la 4T ocultaron los rasgos populares de la lucha armada para hacerse de su propio movimiento que, como ese puñado de burgueses -hoy nuevos ricos-, politiquillos y militares cobraron su cuota de poder adueñándose de los pobres, a quienes utilizaron para encaramarse en esa silla imperial.

Con ceguera de taller, la no tan nueva clase política niega que siguen pendientes las justas demandas obreras y campesinas y hasta dinamitaron el origen político maderista: sufragio efectivo, no reelección.

Sin embargo, la historia y la sociedad no perdonan, y aunque desdeñaron el incipiente despertar de la Generación Z, ese puede ser el germen de un cambio social que empodere a la clase trabajadora y les arrebate el poder.

Las marchas no son el camino de los jóvenes, sino la rebeldía y otras formas de expresión como las redes sociales.

La violencia revolucionaria no es la barbarie pagada por el mismo gobierno del “Bloque Negro” o los vándalos de Ayotzinapa, sino la quema de un autobús en Tabasco por estudiantes del Conalep, a los que le negaron el legítimo derecho a una beca para estudiar, no las dádivas a los ninis. Ya no le podrán echar la culpa a Porfirio Díaz, Felipe Calderón Hinojosa o Enrique Peña Nieto.

La Revolución -Adolfo Gilly dixit- sólo está interrumpida.

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EL ÁGORA

Programas sociales, el arma perfecta de la 4T para contener el hartazgo social

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En el horizonte se vislumbra el estallido social * El populismo setentero que reinstauró el tabasqueño mediatizó a la mayoría de los mexicanos, muy dados a la dádiva y al confort que promueve la práctica de sólo extender la manita para que papá gobierno acerque los medios de subsistencia

 

OCTAVIO CAMPOS ORTIZ

 

Más allá de la narrativa oficial que visualiza un país donde no pasa nada, donde todo está bien, donde el mexicano es feliz, feliz, feliz, se apuesta a la apatía e indiferencia de los ciudadanos, lo que crea un artificial sentimiento de bienestar en las autoridades que les hace suponer que van viento en popa y que su proyecto político populista durará un milenio como lo ambicionaba el sueño hitleriano del III Reich.

Nada más alejado de la realidad. El adormecimiento que sufre la sociedad por las reiteradas falacias que remacha el aparato propagandístico del Estado permitió que una entelequia autollamada 4T impusiera un gobierno autoritario y unipersonal que no comparte el poder ni con su propio movimiento, al que no ha dejado crecer como partido.

Les ha funcionado por siete años y seguramente se mantendrán por seis años más si es que ellos mismos no propician un estallido social por el despertar de esa sociedad hoy obnubilada.

Han sobrevivido a diferentes protestas sociales como las de burócratas despedidos, las madres despojadas de las guarderías gratuitas, las de padres con hijos con cáncer, las de verdaderos maestros -no las quinta columnas o caballos de troya de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE)-, de las madres buscadoras, las de auténticas feministas, las que exigen el cese a la violencia y el regreso de la paz, las que reclaman el alto a los feminicidios y las desapariciones, las de desatendidos damnificados por desastres naturales, las de agricultores y exportadores que piden un trato justo, las de médicos y enfermeras que demandan mejores condiciones de trabajo, las de pacientes que mueren por el desabasto de medicamentos, las de auténticos periodistas que piden el respeto a su vida y profesión, la más peligrosa en México y que coarta la libertad de expresión, las de familiares de víctimas de la violencia política, las de transportistas. El rosario es interminable.

Todas se han topado con el muro o las vallas de la indiferencia gubernamental y la indolencia que no ha movido al despertar ciudadano.

El populismo setentero que reinstauró el tabasqueño mediatizó a la mayoría de los mexicanos, muy dados a la dádiva y al confort que promueve la práctica de sólo extender la manita para que papá gobierno acerque los medios de subsistencia.

Incluso ha deteriorado el espíritu emprendedor y aspiracional de una clase media que hoy se volvió conformista y atenida a las ayudas asistencialistas a cambio de su silencio y complicidad. Desapareció la movilidad social.

Nadie parece darse cuenta del deterioro nacional. Crecimiento cero por siete años consecutivos, una inflación latente y una canasta básica al alza, mayor pobreza laboral, alto endeudamiento para subsidiar la supuesta salida de millones de mexicanos de la pobreza, nula inversión, aunque festinan la reinversión de utilidades.

Se han acostumbrado a que la economía la sostenga el comercio informal, las remesas y la persecución fiscal.

No hay empleo, se ideologizó la paupérrima educación y se restringe el apoyo a la ciencia y la tecnología.

El discurso polarizante provocó la satanización de los emprendedores, quienes ante la falta de certeza jurídica prefieren no arriesgarse. Esa es la tragedia nacional.

La manifestación de la Generación Z que en otras latitudes derrocó gobiernos y reivindicó a los jóvenes con una mejor educación, salud, más oportunidades de empleo bien remunerado y una mayor participación en las decisiones políticas de sus naciones, no moverá la estructura burocrática de la 4T, quien le apuesta a que el uso electorero de los programas sociales contenga el hartazgo social.

Federico Fellini, en la película ‘Ensayo de Orquesta’ (1978), utilizó la metáfora de la música para advertir sobre las consecuencias del caos político, del arribo a la anarquía por el estallido social que nadie ve.

Cierto, nuestros jóvenes no lograrán la hazaña de los nepaleses, pero que no se confíe el gobierno, cada día -por sus fallidas políticas públicas- abona al estallido que viene.

 

APOSTILLA

Otra asignatura pendiente de los gobiernos federal y local es la repavimentación de la mayoría de calles y avenidas de las ciudades del país.

Pidieron una tregua hasta el término de la temporada de lluvias, plazo perentorio que ya se cumplió.

Esperemos que no recurran al argumento del impresentable alcalde de Toluca, quien dijo -impertérrito- que los baches eran una forma de peatonalizar las calles y arrebatarles a los automovilistas la supremacía en el arroyo vehicular.

Más aún, deseó que las precipitaciones pluviales incrementen los socavones para que los peatones tengan más espacios. Esa cuenta la tienen que saldar y esperemos que no sea con el obsoleto chapopote contaminante de las fábricas de asfalto, sino con concreto hidráulico. Sus gobernados se los agradecerán.

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