El United y el City, en crisis * Rivales geográficamente naturales e históricamente opuestos, aquejan enfermedades diferentes que los han alejado del protagonismo internacional
DIEGO CASTILLO
Una ciudad que en el siglo XXI se posicionó en el centro de la orbe futbolística ha perdido el rumbo y las respuestas que siempre funcionaban ahora están dejando a las dos mitades de Manchester -la roja y la azul cielo- con las manos vacías.
El Manchester United y el Manchester City, rivales geográficamente naturales e históricamente opuestos, aquejan enfermedades diferentes que los han alejado del protagonismo internacional.
Primero el Manchester City de Pep Guardiola, que viene de una época de dominación sobre la Premier League sin precedentes.
Ni el United de Ferguson, el Arsenal de Wenger o el Chelsea de Mourinho logró levantar el título de liga cuatro veces consecutivas.
El City lo hizo aguantando retos incesantes por parte del Liverpool de Jurgen Klopp y también de los Gunners, ahora comandados por Mikel Arteta.
Durante ese periodo también pudieron atrapar a su ballena blanca, la elusiva Champions League imponiéndose por la mínima diferencia ante el Inter de Milan.
Esta temporada inició tempestuosamente con la noticia que Rodri, flamante Balón de Oro y estandarte en el centro del campo de los Citizens, se perdería todo el año con una lesión de ligamentos cruzados tras salir lesionado en un empate a dos goles con el Arsenal.
Lo que siguió fue una debacle: Manchester City perdió el paso en la parte alta de la tabla y ahora se encuentra enfrascado en una pelea para ver si podrán acceder a la Champions League del próximo año.
Por ahora se encuentran en medio del Nottingham Forest y el Bournemouth. El primero, un club de alcurnia que le tiene que preguntar a sus seguidores más antiguos por memorias de Brian Clough y sus triunfos europeos hace ya casi medio siglo; el otro, un club representativo de la era moderna de tácticas dictadas por tendencias analíticas. Ambos de ellos, tienen considerablemente menos recursos que el City.
Esta semana vino el golpe de gracia, el Real Madrid de Carlo Ancelotti, que se ha convertido en la bestia negra de Pep Guardiola, lo sacó nuevamente de la competencia por la Orejona con un retumbante 6-3 en el global, en lo que parece más un marcador de tenis y no de futbol.
Esto lleva a pensar que hay más detrás del deterioro del City que la ausencia de su capitán. Las 115 acusaciones que cuelgan por arriba del equipo de Pep como una nube tormentosa los han distraído.
La posibilidad de perder puntos, trofeos o hasta la categoría claramente están afectando al club más rico de Europa, señal inequívoca que el dinero no lo puede comprar todo.
El segundo punto es que quizá ya el discurso de Guardiola cae sobre orejas sordas en el vestuario del City y el sistema de juego que tantas alegrías le ha traído a esa mitad de Manchester deba sufrir algunos cambios para evolucionar con los tiempos.
Los atormentadores de esa mitad de Manchester, los Diablos Rojos del United, que tanto tiempo se mofaron de sus vecinos ruidosos, ahora se encuentran aún más abajo en el lodo.
Manchester United no ha podido encontrar sucesor a la figura más titánica de su historia, Sir Alex Ferguson, desde que el escocés tomara la salida de Old Trafford en 2013.
Lo han intentado con diferentes técnicos y directores deportivos, se han gastado fortunas en jugadores específicamente escogidos para revivir a un gigante y han fracasado.
Repatriaron a una de sus más grandes leyendas de la época moderna, Cristiano Ronaldo, y se fue por la puerta de atrás declarando que el club se ha estancado desde su primera etapa con Manchester United hace ya dos décadas.
El último intento fallido fue una apuesta por un modelo holandés, comandado por Erik Ten Hag, quien ganó la liga holandesa y se quedó en la antesala de la Champions League exhibiendo un gran fútbol que recordaba ecos de Johan Cruyff, Rinus Michels y la Naranja Mecánica.
Pero resultó que trasladar a Amsterdam al Stretford End fue mejor en teoría que en la realidad. El sueño de Ten Hag de convertirse en el Sir Alex Ferguson de esta nueva era del Manchester United terminó con la peor posición en la tabla para los Red Devils desde la temporada 1989-90.
En ese entonces la Premier League todavía no se llamaba así. Lo único que salvó su trabajo fue una victoria en la final de la FA Cup, pero eso sólo demoró lo inevitable y Ten Hag acabó su historia el 28 de octubre de 2024 como Moyes, Van Gaal, Mourinho, Solksjaer y todos los pretendientes al trono de Sir Alex, con las manos vacías y el orgullo herido.
El elegido para tomar el liderazgo de este barco sin timón llamado Manchester United fue Ruben Amorim, quien ganó dos ligas con Sporting de Lisboa, incluyendo la edición más reciente y ahora extraña los pasteles de nata y se pregunta en las noches por qué tomó este desafío imposible.
No digo que sea imposible devolverle la gloria al Manchester United, pero sí es impensable hacerlo con la temporada ya en curso, una escuadra desbalanceada que él mismo va a querer reemplazar con jugadores de su agrado.
Este tipo de montañas se escalan con tiempo y planeación, algo que Amorim ahora no tiene, pero sí la presión por entregar resultados por el banquillo donde está sentado.
Hasta ahora, Amorim ha ganado nueve juegos y perdido nueve, con tres empates espolvoreados por ahí, clara señal del círculo vicioso mediocre en el que se encuentre este gigante equipo que añora las épocas de 13 títulos de Premier League bajo Sir Alex Ferguson y ahora se ve marchando decimoquinto en la tabla, viendo más cerca el descenso que los campeonatos.
A menos de un año de su Mundial está aún más hundido * Estados Unidos tiene jugadores regados por toda Europa, pero no ha logrado consolidar un once titular que inspire confianza o asuste a alguien de cara al Mundial
DIEGO CASTILLO
Por segunda Copa Oro consecutiva, México se ha quedado con el título regional y refrenda su triunfo en la pasada Nations League, poniendo un claro trecho entre el Tri y su más odiado rival, su vecino al norte, su espejo, Estados Unidos.
Los de las barras y las estrellas dirán que por segunda Copa Oro consecutiva no pusieron a sus mejores armas en la cancha. Eso es completamente responsabilidad de ellos.
Mauricio Pochettino no ha podido encontrar armonía fuera de la cancha para poder transmitirla dentro de ella.
MENSAJES CRÍPTICOS
Con todos los problemas que tiene México, y vaya que son varios, Estados Unidos se encuentra aún más hundido y a menos de un año de su Mundial, corre el riesgo de desperdiciar su autodenominada generación dorada.
Christian Pulisic se ausentó voluntariamente de esta competencia, argumentando que necesitaba descansar tras una ajetreada campaña con el Milan.
Por sí sola, es una razón válida, aunque la temporada rossonera fue una de las peores en la larga e ilustre historia del gigante italiano.
Lo que deja dudas son los mensajes crípticos que se han mandado Pochettino y Pulisic en conferencias de prensa, redes sociales y podcasts.
Los quiebres en la relación entre la máxima estrella y el entrenador sólo se agrandaron cuando fue rumorado que Pochettino había sido uno de los candidatos sondeados por el Brentford, club de la Premier League, que lo buscaba para reemplazar a Thomas Frank.
DRAMA ENTRE ESTRELLAS Y ENTRENADORES
La amenaza de que su estratega los abandonara en la antesala del Mundial 2026, claramente afectó al grupo.
Drama entre estrellas y entrenadores es algo que viene aquejando al conjunto norteamericano desde el proceso anterior.
Sólo hay que recordar cómo acabó la etapa de Gregg Berhalter, antecesor de Pochettino en el banquillo estadounidense.
Durante el Mundial de Qatar 2022, Berhalter usó esporádicamente a Giovanni Reyna, quien en ese entonces era titular a nivel de clubes con Borussia Dortmund en la Bundesliga y era visto como una de las joyas de esa selección de Estados Unidos.
Después de la eliminación estadounidense de la justa mundialista, se reveló que la falta de juego de Reyna fue debido a una pobre actitud e indisciplinas durante la concentración en Medio Oriente.
Giovanni es hijo del ex mundialista Claudio Reyna, ex compañero de Gregg Berhalter.
Para proteger a su “niño” Claudio y su esposa acudieron a la federación estadounidense de futbol para sacar trapitos sucios de Berhalter y su entonces novia, ahora esposa.
Las acusaciones se remontaban a supuestos altercados ocurridos en 1992.
Gregg Berhalter fue relevado de su cargo en 2022, pero fue reinstaurado el año siguiente cuando no se encontró sustento a las acusaciones en su contra.
De hecho, la última Nations League que ha ganado Estados Unidos a la fecha, fue con Berhalter al mando y Gio Reyna de titular, quien fue elegido jugador del partido en esa final contra México que acabó con el ya famoso 2-0.
Hoy la realidad es dura para Reyna, ya que ha perdido su titularidad en Dortmund -únicamente disputó 341 minutos de Bundesliga la temporada pasada- y sólo ha jugado un partido en 2025 con su selección.
EU NO ASUSTA
Estados Unidos tiene jugadores regados por toda Europa, pero no ha logrado consolidar un once titular que inspire confianza o asuste a alguien de cara al Mundial.
En la retaguardia tienen a su central del futuro en Chris Richards, pero Tim Ream no es una pareja confiable y no hay nadie más que venga empujando desde atrás.
Antonee Robinson y Segiño Dest, ausentes en esta Copa Oro, le darán solidez y salida por las bandas, pero la línea defensiva sigue estando incompleta.
Del otro lado del campo, las soluciones están igual de borrosas. Mucho se ha platicado y escrito sobre el talento joven que viene por ahí, pero hasta ahora Haji Wright, ni Folarin Balogun, ni Timothy Weah, ni Patrick Agymang o Ricardo Pepi han podido plantar su bandera como centro delantero indiscutible para las tropas del Tío Sam.
Y por último, lo más importante es resolver la frígida relación entre Pulisic y Pochettino porque si las dos cabezas más importantes de cara al Mundial 2026 jalan en direcciones diferentes, Estados Unidos quedará parado en el mismo sitio que 1994, cuando el soccer estaba dando sus primeros pasos del otro lado de la frontera y todos los supuestos años y pasos de progreso se irán por la borda.
Los que la tratan bien, a cualquier edad son recompensados por la redonda * Lo más normal sería que nuestro futbol no sepa manejar a un talento como Gilberto Mora, porque está desacostumbrado a lidiar con futbolistas de esa edad y brindarles confianza.
DIEGO CASTILLO
Es difícil hoy en día aferrarse a algo brillante en la selección mexicana.
Este combinado nacional no inspira, no invita a la afición a emocionarse o corear sus nombres.
Hasta el momento, México va aprobando el examen que es la Copa Oro, pero está lejos de sacarse un 10.
El funcionar de la oncena de Javier Aguirre es soso, los movimientos parecen poco ensayados y no termina de encontrar una formación que le guste para repetir de partido a partido.
Que México llegue a buen puerto en sus encuentros, por ahora depende de la táctica fija o de chispazos individuales.
ESPEJISMO
Eso alcanza para trascender en la Copa Oro y hasta ganarla, pero cuando suba el calibre de los rivales, especialmente en el próximo verano, con la justa mundialista en casa, esos argumentos no alcanzarán y el Tri se quedará en las mismas instancias de siempre.
Lo más rescatable del pase a semifinales frente Arabia Saudita fue la titularidad y personalidad de Gilberto Mora.
Con 16 años de edad demostró que el escenario no lo deslumbró y llegó a ser el orquestador de los pocos chispazos de juego colectivo que demostró la selección nacional.
HIPOCRESÍA
Ahora llegarán muchos a decir que hay que ser mesurados con el ascenso de Gilberto Mora, hay que llevarlo despacio para que no se le suba el éxito. Hay que respetar los procesos.
Vaya hipocresía, si hay un futbol que no respeta procesos es justamente el mexicano.
La solución es simple: Si el jugador demuestra estar listo y tiene las cualidades para sobresalir en la cancha, no importa la edad que tenga.
La pelota no pide pasaporte ni acta de nacimiento. Los que la tratan bien, a cualquier edad son recompensados por la redonda.
Es de esperarse que un futbol como el nuestro se espante con talentos generacionales y no los sepa manejar.
REALIDADES
El futbol mexicano hasta hace unas semanas tenía una categoría inferior Sub-23.
La cruda realidad es que si, a los 22 o 23 años de edad, no te encuentras en un equipo de Primera División, mejor será dedicarte a otra cosa.
Mientras las promesas de las grandes potencias futbolísticas del planeta florecen a los 15 y 16 años, y se comienzan a volver realidades a los 18 o 19, aquí seguimos esperando que den el estirón a los 20 o 21, y cuando tropiezan en Primera División, no hay una división menor para reivindicarse y que recompongan el camino.
Esa brecha de media década es casi imposible de reponer y es una de las grandes razones por las cuales siempre estamos persiguiendo dos o tres escalones abajo de los serios contendientes.
Lo más normal sería que nuestro futbol no sepa manejar a un talento como Gilberto Mora, porque está desacostumbrado a lidiar con futbolistas de esa edad y brindarles confianza.
Si queremos escalar tenemos que cambiar ese paradigma y empezar a responsabilizar a futbolistas jóvenes que se muestran listos para ese tipo de exigencia.
Así lo hacen los grandes y por ahí se puede empezar a actuar como tal.
Hay que aceptar que la comunidad que ha sustentado a la selección mexicana, más allá de sus fronteras durante décadas, está siendo perseguida, amedrentada y detenida sin justificación * Los jugadores importantes de esta generación no conectan con el público de una manera que los pudiera convertir en ídolos en años venideros
DIEGO CASTILLO
Por más que quieran o se sientan incómodos, no se pueden separar las realidades que viven la selección mexicana y los migrantes latinoamericanos en Estados Unidos.
Javier Aguirre no puede seguir esquivando el tema en conferencias de prensa cuando le preguntan sobre las redadas encabezadas por el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE por sus siglas en inglés).
EL MIEDO NO ANDA EN BURRO
Las pobres entradas en la Copa Oro y el Mundial de Clubes, ambas competencias desarrollándose en Estados Unidos, se pueden explicar en gran parte por la cultura de miedo e incertidumbre sembrada desde la Casa Blanca y cosechada por esta organización de cazadores.
Lo único (o lo mínimo) que se le pide al Vasco es que se quite las anteojeras de caballo, suba la vista más allá del terreno de juego y reconozca que la comunidad que ha sustentado a la selección mexicana más allá de sus fronteras durante décadas está siendo perseguida, amedrentada y detenida sin justificación.
NO HAY ÍDOLOS
Seamos sinceros, si nos enfocamos en lo que es el Tri en la cancha, no inspiran a nadie.
Los jugadores importantes de esta generación no conectan con el público de una manera que los pudiera convertir en ídolos en años venideros.
El futbol moderno está cada vez más cuadriculado, ya casi nada se deja al azar, a la genialidad del diez.
Cada vez hay más herramientas para exprimir todo el potencial del colectivo a través de datos y estadísticas.
Pero en esta carretera de la información, México sigue en el carril de baja con el Vasco manejando la carcacha.
Seguimos apelando a la garra, los huevos y el coraje. Esos mismos que nos dejan en la esquina de “ya merito” y “jugamos como nunca y perdimos como siempre”.
Este abandono de la afición y mediocridad en la cancha pueden por fin matar la gallina dorada que ha sido el Tri en EUA.
ADIÓS A LA REBANADA DE PASTEL
Hablando como alguien que vivió en Estados Unidos durante diez años, los partidos de la selección mexicana eran la rebanada más grande de nostalgia que nos podíamos comer los paisanos del otro lado del Río Grande.
Ver a México era una oportunidad de transportarnos a nuestras tierras, para desahogarnos en las tribunas y recordar no sólo al combinado nacional sino también a nuestro club favorito.
Viendo la situación de ahora, con los agentes de ICE con rienda suelta y amenazando con vigilar los accesos a estadios, creo que me la pensaría dos veces antes de ir a ver un partido de futbol, y viendo las entradas de los juegos, creo que mis paisanos piensan igual.
La selección mexicana, desde directivos hasta jugadores no pueden seguir ignorando esta situación. No se puede separar política de deportes.
Por más que nuestros deportes favoritos sirvan como un escape de la monotonía diaria y el estrés cotidiano, no podemos abandonar nuestros principios por una diversión.
MUHAMMAD ALI, UN GRAN EJEMPLO
El mejor ejemplo nos lo dio Muhammad Ali. En los años que hubieran sido su pico físico, abandonó el ring por negarse a ser soldado en la Guerra de Vietnam.
– Ningún viet cong me ha llamado negro, decía el campeón del mundo.
Su licencia para boxear fue revocada por evadir conscripción militar y no pudo boxear por cinco años. Todo por no traicionar sus principios.
Sacrificó su carrera deportiva por algo que era más grande que él mismo.
Nadie le está pidiendo al Vasco o a sus dirigidos que cuelguen los botines o dejen de entrenar para siempre.
Pero si Muhammad Ali puede bajarse del ring para defender sus principios, todos los integrantes de la selección mexicana pueden al menos reconocer y empatizar con el miedo que ahora sienten sus más fieles seguidores.