El galardón de la Paz abraza a la libertad de expresión * El Comité Noruego distingue a dos periodistas: la filipina Maria Ressa y el ruso Dmitry Muratov, en un mundo en el que la democracia y la libertad de prensa “se enfrentan cada vez más” a condiciones adversas
POR CLAUDIA LUNA PALENCIA
Considerado el Olimpo de los Nobel, el de la Paz, este año abraza a la libertad de expresión tras distinguir a dos periodistas: la filipina Maria Ressa y el ruso Dmitry Muratov.
El Comité Noruego los ha destacado por “su defensa valiente de la libertad de expresión” y por hacer del periodismo de investigación un lugar común para denunciar los abusos.
Berit Reiss-Andersen, presidenta del Comité, destacó que ambos son representantes de todos los periodistas que defienden este ideal en un mundo en el que la democracia y la libertad de prensa “se enfrentan cada vez más” a condiciones adversas.
La última vez que se dio el Nobel de la Paz a un periodista fue en 1935, al alemán Carl von Ossietzky, miembro de una sociedad pacifista y escritor de varios periódicos orientados a condenar la guerra.
Nadie se lo esperaba: el Nobel más reciente ha sido extensamente celebrado por federaciones y asociaciones de periodistas a nivel internacional en momentos en los que se advierte un retroceso en la libertad de prensa.
Ressa dirige Rapple, una empresa de medios digitales, desde la que denuncia diversos casos de corrupción, narcotráfico, abusos, persecución contra reporteros, violencia y asesinatos que rodean al régimen del presidente filipino, Rodrigo Duterte, fundamentalmente por la campaña antidroga.
En más de una ocasión, Ressa ha sido hostigada para que cierre su portal y ha recibido diversas amenazas; incluso investigada por presunto desvío fiscal y el año pasado fue declarada culpable por ciberdifamación según la Ley contra la Ciberdelincuencia en Filipinas y podría enfrentarse a más de 60 años de prisión.
Para el ruso Dmitry Muratov, de 59 años de edad, el Nobel de la Paz es un reconocimiento entregado por la labor desarrollada en el periódico Novaya Gazeta por seis periodistas que han sido asesinados en distintos años por llevar a cabo su oficio.
El caso más conocido es el de Anna Politkovskaya, abatida a tiros hace 15 años en Moscú, muy cerca de su casa.
El diario Novaya Gazeta fue fundado en 1993 y Muratov es uno de los mentores, la línea es de periodismo de investigación con una dura crítica contra el régimen del actual presidente Vladimir Putin, no sólo en relación a la libertad de expresión, los derechos humanos sino también hacia los intereses del Kremlin en Ucrania, Crimea, así como las redadas contra el colectivo LGTBI, por ejemplo en Chechenia.
A COLACIÓN
Casi nunca los Nobel están exentos de polémica porque cada sector académico y científico defiende lo suyo como ‘non plus ultra’. El de Literatura tampoco escapa de las controversias y el de 2021 ha venido marcado por una serie de críticas en los selectos clubes de las grandes editoriales.
El escritor tanzano Abdulrazak Gurnah, de 72 años de edad, ha sido privilegiado con el Nobel de Literatura 2021. De acuerdo con la Academia Sueca, el galardón le ha sido concedido debido a “su conmovedora descripción de los efectos del colonialismo en África” y por la penetración “intransigente y compasiva en los efectos del colonialismo” y el destino del refugiado en el abismo entre culturas y continentes.
El mismo Gurnah tiene una historia de huida de Zanzíbar (actualmente es Tanzania), perseguido junto con su familia por pertenecer a una minoría musulmana; desde 1960 llegó refugiado a Reino Unido y en la Universidad de Kent estudió lengua inglesa obteniendo el doctorado y está al frente del Área de Lengua Inglesa de dicha institución.
Como escritor, figuran diez libros, todos publicados en inglés y sólo tres títulos traducidos al español: Paraíso (Paradise 1994); Precario Silencio (1988) y En la Orilla (2003).
El conjunto de su obra incluye: Memory of Departure (1987) la historia de un joven enviado a Kenia; Pilgrim´s Way (1988) aborda el drama de un inmigrante en Inglaterra; le sigue Dottie (1990), narra los abusos padecidos por los ancestros de una joven; la más conocida que es Paradise (1994) tiene a un niño, Yusuf, que es vendido por sus padres como eje de la historia; Admiring Silence (1996), acerca del drama de la inmigración forzada vista a través de una historia de amor; otra más es By the Sea (2001), el reencuentro de dos amigos en Reino Unido con vidas paralelas.
Las más recientes son Desertion (2005), entreteje una complicada historia de amor entre un inglés y una joven africana; también importante, The Last Gift (2011), nuevamente aborda una serie de secretos acerca del origen del personaje principal; en Gravel Heart (2017) el escenario es Zanzíbar de 1970; y la última escrita es Afterlives (2020), que nuevamente toca el tema del colonialismo en África.
Se avizora un invierno muy crudo en todos los sentidos * Boicot al gas en el Báltico impacta a la UE
CLAUDIA LUNA PALENCIA
Se trata de un sabotaje sin precedentes. La alerta ha surgido en las primeras horas de la madrugada del martes porque las válvulas que miden la presión de los gasoductos Nord Stream y Nord Stream2 empezaron a caer de repente y sin aparente explicación alguna.
Los primeros en dar la voz de alerta han sido las autoridades navieras de Dinamarca tras identificar una fuerte presión, una enorme fuga de gas en el Báltico; en realidad son tres boquetes formando una visible burbuja de metano cerca de Bornholm, una isla danesa con un radar de la OTAN y que se ha visto afectada por el enorme escape. Por el momento está prohibida la navegación en la zona y los aviones están siendo desviados o bien obligados a volar por encima de los mil metros.
Hay varios países impactados por las fugas de gas como Finlandia y Suecia. De hecho, Finlandia lleva varios días señalando que Rusia está dejando escapar el gas de las tuberías para que la presión en los gasoductos reduzca considerablemente.
Solo el Nord Stream estaba bombeando el gas acumulado y el Nord Stream2 que no ha llegado a funcionar también tenía gas acumulado en su interior por las operaciones de prueba. Por la invasión de Rusia a Ucrania, en Berlín, han tomado la decisión de paralizar su puesta en operación –siendo Alemania el país unido al Nord Stream2– por dignidad y condena moral.
En este tremendo acto de sabotaje producido por varias detonaciones deliberadas, tanto Alemania, Dinamarca, Suecia y Finlandia acusan al Kremlin de estar detrás de la acción; el precio del gas ha escalado a los 200 euros tras conocerse la situación en el Báltico.
Por supuesto, ha tenido consecuencias en los mercados que siguen muy nerviosos ante la incertidumbre de la recta final del año, temiendo lo peor por la guerra en el traspatio europeo.
La libra sigue de capa caída, es más, no le gusta su primera ministra británica Liz Truss y las medidas de congelamiento de precios de la energía, subsidios y rebajas de impuestos porque se pone en juego el equilibrio fiscal y un mayor incremento de la deuda.
Ni la intervención del Banco de Inglaterra logra frenar su caída a niveles que no se veían en los últimos 50 años y ha llegado a venderse en 1.07 dólares y si el nerviosismo interno sigue combinándose con el externo podría seguirse debilitando. Lo del sabotaje le ha pegado también.
El euro está en la misma senda. En la medida que las malas noticias fluyen presionando a la alza el mercado de los energéticos y constriñendo a la baja la economía porque la inflación sigue apuntando hacia las nubes, entonces la moneda única europea sigue devaluándose, ya perdió la paridad y ahora cotiza en 0.97 dólares.
A COLACIÓN
La UE está viviendo una guerra híbrida, el sabotaje de los gasoductos es parte de una estrategia desarrollada por el Kremlin para debilitar la moral de los europeos de cara a un invierno muy crudo en todos los sentidos.
Ya son siete meses desde la maldita invasión y tenemos una economía de guerra y a Rusia entrando en un estado de guerra con la llamada de 300 mil reservistas y las instrucciones a sus empresas de armamento de acelerar la producción de armas.
El dictador ruso está a punto de lograr su cometido: han sido realizados sendos referendos de adhesión a Rusia en las provincias de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia; esta ciudad tiene la central nuclear más grande de Europa y la tercera del mundo con una contundente capacidad de generación eléctrica de 1 gigavatio por cada uno de los seis reactores con los que cuenta.
Putin pretende apropiarse el 25% del territorio ucranio y quedarse con estas importantes provincias costeras con muelles, transbordadores, industrias hidráulicas, minerometalúrgicas, astilleros, industria pesquera, la central nuclear y el control de la mayoría de los barcos de exportaciones y sus contenedores. Pasaría a dominar la salida del mar de Azov y parte del mar Negro y dejaría a Kiev con una pequeña costa y le quitaría la navegación del río Dniéper.
Su intención es anunciar que son parte de Rusia este viernes. Todo puede pasar en las próximas horas y me parece que vivimos otra vez la misma peligrosa fase del inicio de la invasión cuando se presentía que pudiera utilizarse una bomba nuclear táctica. Hemos vuelto a esa fase: el dictador ruso está muy presionado para acabar ya cuanto antes con la guerra, insisto todo puede suceder.
En Europa, otra vez se contiene el aliento y se mira con temor y preocupación cualquier movimiento. La UE ha llegado otra vez tarde no solo para evitar la invasión, sino para buscar un acuerdo de paz… no se tomó demasiado en serio su papel en los Acuerdos de Minsk, las consecuencias las estamos pagando todos.
Pompa y circunstancia * No gobiernan, pero su firma tiene el peso del Estado
CLAUDIA LUNA PALENCIA
La última vez que una familia real pasó por la tragedia de las armas fue resultado de la Revolución de febrero de 1917 en Rusia; fruto de la ira Bolchevique, la familia imperial de los Románov fueron asesinados en la noche del 16 al 17 de julio de 1918. A ellos no les cortaron la cabeza como aconteció con el rey Luis XVI y su esposa María Antonieta -en 1793- dentro de los acontecimientos de la Revolución Francesa.
Con el reciente fallecimiento de la longeva monarca Isabel II, me interesé por saber cuántas monarquías existen en pleno siglo XXI y, de los 193 países que conforman este mundo, un 23% está regido por monarquías. Hay 44 Estados soberanos con diferentes tipos de monarquías.
Mientras España y Reino Unido son monarquías parlamentarias, resulta que Arabia Saudita y Brunéi son monarquías absolutas. También el Vaticano es una especie de monarquía.
Cuando pienso en una monarquía mi mente se retrotrae a lo que es hoy la Plaza de la Concordia y pienso en la multitud coreando la muerte de sus monarcas de los que tantos ríos de tinta han corrido por sus excesos. Es como si esa palabra me llevase a eso: a pensar en los excesos.
Estos días de largo recorrido en los funerales de Elizabeth Alexandra Mary Windsor atestiguo toda esa pompa y circunstancia tan ajena a mi forma de pensar que no me extraña que entre la generación millennial crezca su impopularidad y que cada día se sumen más voces, entre los más jóvenes, que hablan en favor de la República. Quien no pase por el cedazo de las urnas que simplemente no pueda gobernar.
Que sea solo la gracia del elector la que decida y no una rancia raigambre que habla del poder de Dios para ungir familias que se pasan el poder de generación tras generación.
Las imágenes del ahora rey Carlos III incapaz de mover un tintero, de hacerse hueco en un escritorio, de no saber qué hacer con las hojas del speech… con sus dientes pelados, su cara larga, sus gestos de disgusto porque unas cuantas gotas de tinta han manchado sus dedos me hacen pensar si, en verdad, los británicos se sienten representados, reflejados y honrados por su realeza.
La monarquía británica lleva décadas haciendo corte de caja con ciertas figuras de su realeza. Nadie ha tenido más portadas en el papel couché que Lady Di y el culebrón del “somos tres en este matrimonio” le dio a la BBC en 1995 el minuto de oro de la televisión.
La prensa ha explotado el chisme, el cotilleo, el famoseo de sus príncipes, princesas, consortes y allegados. La Corte ha estado plagada de adulterios y hasta pederastas.
¿Qué ha dejado Isabel II a Reino Unido, Gran Bretaña, Irlanda del Norte y la Commonwealth? Les ha dejado el camino de salida del Imperio Británico porque no son pocos los países que harán sendos referendos para dejar de pertenecer a la Commonwealth y Escocia, no quita el dedo en el renglón, para en 2023 llevar a cabo su referendo secesionista.
Vendrán muchos cambios en los próximos años que terminarán dejando a la nación insular en eso que el propio escritor Mario Vargas Llosa escribió en su momento cuando el Brexit brotó: “Será un paisito”.
A COLACIÓN
Que a Isabel II se le respetó porque era muy mayor y se le tuvo cierta condescendencia como a la abuela que da ternura ya por su cuerpo agrietado, pero las tornas con el rey Carlos III apuntan a que serán menos benevolentes.
La popularidad de la monarquía viene cayendo en los últimos tres quinquenios y las encuestas daban a la figura de la soberana Isabel II como bien aceptada y popular mientras que la figura de la monarquía perdía adeptos.
Con su muerte, la popularidad de Carlos y de Camila están lejos de alcanzar ya no se diga de remontar a la de su difunta madre. Se anticipa una mayor caída en la popularidad del soberano y de los adeptos a la monarquía.
No creo que Isabel II entierre con ella a la monarquía en Reino Unido porque esta institución es una máquina de dar dinero. Mucho se ha hablado de la familia Windsor como La Firma y yo añadiría que funciona como una industria portentosa, una especie de Corona, S. A. de C. V., poseedora de enormes riquezas en tierras, obras de arte, caballos, viñedos, coches, castillos, monedas de oro y colecciones artísticas; se trata de la monarquía más poderosa económicamente hablando de la Tierra.
La monarquía parlamentaria con Isabel II y ahora con Carlos III implica estar al frente de la jefatura del Estado, pero no gobiernan. Aunque eso sí son un poder en la sombra, no sufren el desgaste electoral, ni trabajan arduamente como un presidente, pero sin su rúbrica en los documentos oficiales, decretos, leyes, nombramientos, laudos, bandos, órdenes de distinto calado, sin esa firma simplemente no pueden ejecutarse ni entrar en vigor. Es decir, tienen más poder que el presidente y los parlamentarios… no gobiernan, pero su firma vale el peso del Estado.
La grandeza histórica de una gran figura política * Fue el padre de profundos y trascendentales cambios en la URSS que le merecieron el Nobel de la Paz en 1990
CLAUDIA LUNA PALENCIA
La grandeza histórica de la figura de Mijaíl Serguéyevich Gorbachov le regaló a mi generación tres décadas con el espectro de otra guerra mundial metida en el fondo del armario. Putin lo ha sacado a pasear otra vez.
Gorbachov, recientemente fallecido a los 91 años de edad, es objeto en la actualidad -debido a la noticia de su muerte- de un amplio debate en Occidente acerca de las verdaderas intenciones de Gorbi hacia la extinta URSS.
Y hay todo tipo de elucubraciones desde aquellas que indican que las reformas políticas (Glásnost) y las reformas económicas (Perestroika) se le fueron de las manos a tal punto que provocaron el derrumbamiento del gigante eslavo. Uno que él nunca pretendió.
Nunca sabremos lo que Gorbachov verdaderamente tenía en mente, pero los signos de los tiempos hablan por sí solos: La década de los ochenta fue especialmente difícil a nivel mundial producto de los shocks del petróleo padecidos el decenio anterior.
Para los países industrializados la inflación, el menor dinamismo económico y la fuerte presión en las finanzas públicas marcaron años de baja productividad e incremento en el desempleo. Fueron los tiempos de la ortodoxia económica de Tatcher y Reagan mientras América Latina experimentaba el mal trago de una década perdida.
La URSS arribó a dicha década convertida en un gigantesco entramado de corrupción, desde la punta de la pirámide con el Politburó orquestando el pago de favores, de sobornos, de escuchas y de privilegios que llegaban hasta los mismos comités de ciudadanos.
La economía se había convertido en una masa de ociosos con una productividad preocupante y una escasa oferta, porque los monopolios del Estado lo controlaban todo: el qué, el cómo, el cuánto y para quién.
Había que sacar las manos del Politburó de la economía hacerlo a través de modernizar al Partido Comunista; en la página 23, del libro Perestroika, edición 1987, escrito por el propio Gorbachov, el entonces dignatario soviético plasmó: “Un enfoque imparcial y honesto nos llevó a la conclusión lógica de que el país estaba al borde de la crisis. Esa conclusión fue anunciada en abril de 1985, en la Reunión Plenaria del Comité Central”.
No fue además un proceso ideológico, no fue una revolución cultural como la de Mao en China, nunca habló de tocar, ni de trastocar, el socialismo científico, una de las esencias de la extinta URSS.
Han sido esas reformas no sólo hacia adentro, sino fundamentalmente hacia afuera, las que crearon una vorágine de transformaciones: el 9 de noviembre de 1989 la caída del Muro de Berlín y la posterior reunificación de Alemania; el desmantelamiento del bloque soviético en Europa Oriental y una consecuente desintegración de la URSS.
En 1991, varias partes del territorio soviético declararon su independencia: “Azerbaiyán proclamó su independencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Días antes lo habían hecho Letonia, Ucrania y Moldavia. Después le seguirían Kirguizistán y Uzbekistán. Era el inicio del fin de la URSS, una federación de repúblicas fundada en 1922 tras la Revolución Rusa”.
La reunión entre Gorbachov y el Papa Juan Pablo II fue el corolario de un summum increíble.
El mundo atestiguaba cómo el antagonista de la Guerra Fría con Estados Unidos caía hincado sin una sola bala, sin un solo misil, sin alguna amenaza de apretar el botón nuclear. A la URSS, la había vencido su propia corrupción y sus enormes problemas económicos internos con ciudadanos castigados con racionamientos y escasez constante.
A COLACIÓN
Gorbachov fue el padre de todos estos profundos y trascendentales cambios que le merecieron el Nobel de la Paz en 1990. Su perfil negociador permitió junto con Estados Unidos poner en marcha el Tratado Sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF, por sus siglas en inglés) que a partir de 1987 eliminó los misiles balísticos y de crucero nucleares o convencionales con una capacidad de rango de entre 500 a 5,500 kilómetros.
Como resultado, en 1991, Estados Unidos destruyó 846 misiles y la URSS (antes de desintegrarse) destruyó 1,846 misiles. Se puso un freno en la carrera armamentista entre ambas potencias militares y eso nos ha regalado años con el espectro de una gran guerra nuclear contenido hasta que el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lo abandonó el 1 de febrero de 2019 y en consecuencia lo secundó Rusia al día siguiente.
Gorbachov ha muerto justo en momentos sensibles con Rusia bajo la era de Vladimir Putin intentando recuperar los territorios perdidos en 1991, cuando al calor de los nuevos tiempos anunciaron su independencia de la URSS.
Ha muerto con el INF desfallecido y tanto Rusia como Estados Unidos realizando sendas pruebas de misiles balísticos intercontinentales con capacidad nuclear. La dialéctica con su espiral ha vuelto con Putin intentando una vuelta al pasado, en cambio Gorbachov estaba convencido que la paz también traía el progreso. Requiescat in pace.