EN PRIMERA PERSONA
Un gobierno de caprichos, ocurrencias, traiciones, chantajes y dobleces
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6 meses agoon
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Redacción
No sólo eso, también espionaje y fracasos en el combate a la delincuencia • Sólo nos falta que se designe al secretario de la Defensa como otra de las corcholatas • Cresencio Sandoval ya cruzó la línea delgada al confrontar a quienes no comulgan con la 4T
MAURICIO ORTEGA CAMBEROS
Estas últimas semanas, el Presidente Andrés Manuel López Obrador se ha mostrado tal como es, ya sin apariencias qué cubrir. Sus propias palabras y decisiones políticas instrumentadas por el mismo, a través del secretario de Gobernación, sus legisladores y hasta la misma Fiscalía General de la República lo ilustran de los pies a la cabeza y revelan lo que hay de verdad en su mente y corazón.
El que dice no mentir lo hace sin tapujos. Quien expresa que la traición ni la venganza son lo suyo, hace de ello un camino para doblegar a sus adversarios. Los ideales históricamente pregonados y defendidos son echados al cesto de la basura, con un simple “sí, cambié de opinión”. Negociar el perdón de delitos a cambio de que políticos se sumen a la fuerza a sus objetivos y propósitos ¡es corrupción!

El tribunal principal de López Obrador es su conciencia misma. Tendría problemas con mi conciencia si mintiera, declaró.
Alguien podría revirar: “Cálmate, vete más despacito”. Y sí, lo haré, aunque no hay peor ciego que el que se niega a ver, o quien anda por fe sin cuestionar lo que afirma y hace su “mesías terrenal”. Tan sólo este jueves el residente de Palacio Nacional lanzó una reflexión que nos dejó de una pieza, pero que en el fondo nos muestra cómo es que funcionan las cosas en su mente:

El periodista Jorge Ramos volvió a confrontar al Presidente por la inseguridad al asegurar que este sexenio ya superó a los anteriores en el número de homicidios dolosos y aún no termina.
“Tendría yo problemas con mi conciencia, con mi tribunal principal que es mi conciencia, si estuviera yo mintiendo”, afirmó López Obrador en un intercambio de ideas con el periodista Jorge Ramos sobre el tema de la inseguridad. Lo que el Presidente nos deja bien claro a todos los mexicanos es que para él no existe ninguna instancia a la que tenga que rendir cuentas o dar explicaciones, llámese pueblo, Poder Judicial, Poder Legislativo, instancias internacionales y hasta al mismo Dios o a Jesucristo a quien se ufana de imitar. ¡No! El principal tribunal de AMLO es su conciencia misma. Él lo es todo. Él hace y el mismo se justifica. Él es la verdad absoluta. Lo que hace está bien hecho, pues así se lo dicta su conciencia. ¿Se puede equivocar o engañar? Ni pensarlo. Ahora, entonces, se pueden entender muchísimas cosas.
CAPRICHOS, OCURRENCIAS
Lo que la mayoría de mexicanos esperaba de la 4T eran cambios de fondo, progresos sustanciales y palpables. Es decir, mayor seguridad; menor inflación y carestía; mejores servicios de salud (como los de Europa, que el mismo Presidente prometió) y estabilidad política. Todos esos temas son bastante debatibles. Sin embargo, se ha dado prioridad a asuntos triviales e irrelevantes. ¿Cómo cuáles? Ahí están el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, la Refinería Tres Bocas (ahora Olmeca), el Tren Maya que tanta destrucción está causando a la naturaleza, y (no se ría) el Horario de Verano.

El Aeropuerto Internacional (?) Felipe Ángeles fue el primer capricho presidencial para echar abajo el que ya se construía en Texcoco. Hoy el AIFA está semivacío.
Estos son sus caprichos, sin importar que el aeropuerto esté semiparalizado, la refinería no refine, el tren destruya todo a su paso y el horario a nadie le quite el sueño. Obras faraónicas, inútiles y demasiado caras con las que pretende darle sello a su administración.
De pena ajena ha sido la propuesta de AMLO para resolver el conflicto armado entre Rusia y Ucrania. A las cosas hay que llamarlas por su nombre: es un bombardeo inhumano y una invasión militar de Vladimir Putin a los ucranianos. Esa es una ocurrencia, una lamentable y desatinada ocurrencia de nuestro Presidente. La pregunta que nos surge acá es: ¿acaso no hay demasiados fierros en la lumbre en nuestro país para andar metiéndonos a donde no nos llaman? Luego: ¿no es más importante erradicar el narcotráfico y la inseguridad en México? ¿Con qué autoridad moral puede el gobierno de AMLO levantarse como defensor o garante de la paz cuando ha desdeñado todo lo que ocurre en el orbe y ha descalificado a las instancias internacionales? Por ahí dicen que alguien le susurró al oído que haría bien en buscar el Nóbel de la Paz. ¿En serio?

El gobierno de Ucrania descalificó de inmediato la propuesta de paz presentada por México al acusar que era favorable para Rusia.
Pero quien le puso un estate quieto contundente fue el mismo presidente de Ucrania, Volodímir Zelenzki -a través de un asesor-, al rechazar la propuesta, pues era totalmente favorable a Rusia al no contemplar un castigo a los invasores por los crímenes de guerra. Después, el canciller Marcelo Ebrard intentaría componer la plana en la ONU, pero el mal ya estaba hecho. Eso no fue lo peor. Ucrania condenó que algunos pacificadores (léase AMLO) “estén usando el tema para sus relaciones públicas”, es decir, para hacerse propaganda o mantenerse en campaña política. ¡Tómela!

A través de un asesor, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski acusó que pacificadores (refiriéndose a López Obrador) sólo buscan fomentar sus relaciones públicas.
TRAICIONES Y CHANTAJES
Como apuntábamos hace dos semanas, el residente de Palacio no dio una explicación razonada de por qué ahora sí quiere a las Fuerzas Armadas en el combate a la delincuencia, y no en los cuarteles como lo prometió. Sí, admitió que cambió de opinión en ese asunto, pero eso era más que obvio y estaba a la vista de todos. Pero ¿por qué? Porque me dejaron al país incendiado, respondió. Eso ya lo sabía de antemano y por eso quiso tomar las riendas del país, para cambiar esa triste realidad.
AMLO no sólo se traicionó a sí mismo, sino que hizo que otros políticos traicionaran sus propios ideales y convicciones. Ahí están casi todos los miembros de su movimiento, a excepción de Alejandro Encinas, quien no lo respaldó. Pero también obligó, a través del chantaje, que miembros de la oposición traicionaran a sus partidos y a los acuerdos que habían firmado en la alianza Va por México.

“Qué chingona, chingoncísima”, felicitó Alejandro Moreno a la entonces diputada priísta Yolanda de la Torre al presentar (por instrucción de la 4T) la iniciativa para prolongar la presencia del Ejército en las calles hasta el 2028.
Al viejo estilo tan duramente criticado por la 4T y rechazado por el pueblo, AMLO y sus operadores políticos pusieron contra la pared al líder (?) del PRI, Alejandro Moreno, para que hiciera como suya la propuesta de prolongar hasta el 2028 la presencia de las Fuerzas Armadas en las calles. ¿A cambio de qué?

Alejandro Moreno Cárdenas, quien prometió dar la vida antes de ceder al gobierno de la 4T, fue chantajeado para traicionar a su partido a cambio de detener su persecución legal y mediática.
De no perseguir más judicialmente al priísta que tantas cuentas pendientes tiene con la ley, según las propias investigaciones morenistas, además de ya no difundir los audios producto del espionaje de Layda Sansores. La misma estrategia usaron contra el senador panista Raúl Paz Alonzo, a quien doblaron para renunciar al blanquiazul y sumarse a las filas de Morena para tener un voto más. ¿Qué le descubrieron al senador chaquetero? Quién sabe, pero lo suficiente para hacerlo reflexionar. Y eso mismo intentan hacer ahora con otros priístas, panistas y perredistas de cola larga para asegurar los sufragios que necesitan en la Cámara Alta.
DOBLECES Y FRACASOS
En otro cambio de opinión, nos quedamos esperando el 16 de septiembre ese discurso en el que el gobierno de López Obrador haría una defensa de la soberanía e independencia mexicana a propósito de la controversia que Estados Unidos y Canadá han interpuesto en el seno del T-MEC por la política energética de nuestro país. Dio a entender que pondría las cosas en claro y no permitiría injerencia alguna en los asuntos de México. Muchos pensaron, entre ellos nosotros, que se envolvería en la bandera a propósito de la fecha. No hubo nada de eso. Todo quedó en bravuconería, pues se nos dijo que Joe Biden le había bajado dos rayitas. ¿Será? Dudamos ese proceder de quien preside a la nación más poderosa del mundo y que hoy enfrenta cara a cara a Vladimir Putin en el tema de una guerra nuclear. ¿Quién se dobló?
En cuanto a la presencia del Ejército y la Marina en las calles para el combate al crimen, la verdad es que las Fuerzas Armadas han sido utilizadas desde hace muchas décadas en esas tareas que no están consagradas en la Constitución. Son, en efecto, las únicas instituciones que garantizan eficacia en esa tarea. Las policías federal, estatales y municipales no sólo han fallado, sino han sido cómplices las más de las veces de los criminales.
La terquedad de usar a las Fuerzas Armadas contra el crimen es una manera de admitir implícitamente el fracaso de la presente administración en la materia, incluyendo a la Guardia Nacional y a la estrategia de “abrazos no balazos”.
La oposición y rechazo a que la Guardia Nacional sea un brazo más de la Secretaría de la Defensa, y a que se prolongue por cuatro años más la presencia de soldados y marinos en las calles no estriba en la función específica de ayudar en la seguridad. Con cambios o sin ellos, lo continuarán haciendo.

Tremendo papelón es el que ha hecho la legisladora por Durango, que luego de presentar como suya la iniciativa sobre las Fuerzas Armadas, pidió licencia de manera indefinida.
Lo que se cuestiona es darles más atribuciones constitucionales por dos razones simples: ¿hasta dónde llegará la participación de las Fuerzas Armadas cuando ya se le están otorgando una especie de fuero o protección legal? Y dos, ¿qué uso político podrán darle la administración de AMLO o las siguientes a estas reformas?
¿Militarización como en Venezuela o Cuba para perseguir a rivales políticos, cerrar medios de comunicación y acabar con la democracia? ¿Es una exageración? Mejor pensar así, pues los “cambios de opinión” y la traición a los ideales están a la orden del día.
AMAGOS DE CRESENCIO SANDOVAL
Llámenlo otra exageración, pero son ellos mismos quienes con sus palabras abren esas posibilidades. ¿Podría el titular de Sedena, Luis Cresencio Sandoval, ser otra corcholata de López Obrador? ¡Órale! Algunos podrán responder “claro que no”. Y yo digo ¿por qué no? La Carta Magna sí lo contempla en su Artículo 82, inciso V, donde dice que para ser presidente de México se requiere: “No estar en servicio activo, en caso de pertenecer al Ejército, seis meses antes del día de la elección”.

Al secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, ya le gustó hablar de política y hasta de amagar a quienes no comparten la visión presidencial sobre la militarización del país para combatir al crimen.
Lo mismo que opera para Marcelo Ebrard, secretario de Estado, y Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la CDMX, quienes tendrían que dejar sus cargos al menos seis meses antes de los comicios, se le aplica al general Sandoval.
Los titulares de la Sedena han sido en los útimos sexenios, como debe ser, fieles a su Comandante Supremo, es decir, el presidente de la República. A Cresencio Sandoval le ha gustado, sin embargo, ir más allá e inmiscuirse en asuntos de índole política. En noviembre del año pasado, el general levantó ámpula al llamar a los mexicanos a sumarse a la transformación de México a través de la 4T. Agregó que las Fuerzas Armadas cumplirían sus tareas porque estaban seguros que ese era el camino que México necesitaba. Recordemos que la propia ley militar prohíbe estrictamente a los integrantes de la Fuerzas Armadas inmiscuirse en asuntos de carácter político.
No todo ha quedado ahí. Este 13 de septiembre, el general Sandoval fue más allá al advertir: “La desunión de los mexicanos, generada por la diferencia de intereses nacionales, sólo allanaron el camino a amenazas extranjeras que afectaron y pueden afectar nuestra soberanía”. ¿A propósito de qué dijo esto el titular de Sedena? Simple: en respuesta a los que se oponen a la militarización del país.
Iguales de radicales a las de su jefe, fueron las palabras del general secretario. Casi casi: “nada más hay de una sopa, y si no aténganse a las consecuencias”. Muy preocupante.
Igual de preocupante fue ver al Presidente la noche del Grito. Caminando lento, como arrastrando la pierna izquierda. A veces como perdido, mirando al infinito y con el brazo izquierdo, en ocasiones, como paralizado. Todos lo vimos, ahí están los videos a pesar de las tomas muy bien cuidadas. López Obrador lo negó y volvió a acusar. Ojalá, por el bien de su salud y de México, todo haya sido una mala apreciación y se encuentre estupendamente bien.

Para acallar rumores sobre su estado de salud, López Obrador subió un video para demostrar que había caminado mucho y sin problema alguno, ello luego de que en la noche del Grito provocó algunas especulaciones.

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EN PRIMERA PERSONA
El multifacético AMLO: sumiso, sordo y metiche
Published
3 semanas agoon
marzo 12, 2023By
Redacción
Servil frente a EU, calladito ante mujeres y se entromete en asuntos de la UNAM * El humor del Presidente, y no las ideas, es lo que marca la agenda nacional; “así como dice una cosa, dice otra” • Por secuestro y asesinato de gringos en Tamaulipas, primero se mostró preocupado, pero después bravucón ante los EU • En un día hallan a yanquis, pero llevan años sin localizar a 110 mil compatriotas desaparecidos; sólo los buscan sus familias • Todo México escuchó el clamor feminista por justicia, respeto e igualdad, menos en Palacio Nacional donde sí hubo fiesta • Busca ahora López Obrador imponer rector en la Universidad
MAURICIO ORTEGA CAMBEROS
Si tuviera que escoger una palabra para describir parte del carácter de Andrés Manuel López Obrador como Presidente de México sería esta: ¡VOLUBLE! Es un mandatario que “como dice una cosa, dice otra”. Y no es chiste. Todo lo contrario, se trata de algo serio y por eso llama la atención y preocupa.
Otros quizá puedan afirmar: “es candil de la calle y oscuridad de la casa” y no errarían. Pero tal vez algún especialista en el estudio de la personalidad humana podría diagnosticar que no hay nada de eso, sino que detrás del Ejecutivo federal hay una mente maquiavélica que no se equivoca en absoluto en lo que señala y transmite, sino que cada palabra está milimétricamente estudiada, aunque diga lo contrario y trate de disculparse por su manera tan atropellada que tiene para hablar. Estaríamos, en todo caso, ante un hipócrita, es decir, ante un actor que sabe cuándo ponerse una careta y cuando quitársela para colocarse otra.
Esa ha sido la realidad de nuestro amado México en lo que va del sexenio. En las Mañaneras, el tabasqueño exhibe de qué ánimo amaneció: de buenas o de malas; belicoso o tranquilo (quizá cansado de tanto pelear); propositivo o destructivo; grosero y pedante o relajado y tranquilo para recargar las pilas con miras a la tarde y el día siguiente. El humor del Presidente, más que las ideas, es lo que marca la agenda nacional. Eso lo saben y conocen muy bien sus familiares y colaboradores más cercanos. (Por cierto, todo lo descrito encaja también a la perfección si estuviéramos hablando de Claudia Sheinbaum, ¿qué no?).
A saber: primero observamos a un Presidente que enseguida se preocupó y doblegó ante los Estados Unidos de Norteamérica. ¿El motivo? El secuestro de los cuatro ciudadanos gringos. No era para menos. El tema fue más que delicado y lo sigue siendo, muy a pesar de que esas personas tengan antecedentes penales por pandillerismo y narcotráfico. Que conste que su historial delictivo se conoció días después.
Las escenas videograbadas en pleno centro de Matamoros, Tamaulipas, tal vez no sorprendieron a los mexicanos, ya que son cotidianas. Lo novedoso del hecho fue que las víctimas acribilladas, tratadas como animales al subirlas a una camioneta y después plagiadas eran yanquis. Se prendieron las luces de alarma en Palacio Nacional, pues se anticipaba una fuerte reacción del vecino país del norte. Y así fue. ¿Qué sucedió? Que el gobierno de México se puso a trabajar con todas sus corporaciones policiacas y en menos de 24 horas los rehenes fueron localizados, aunque dos ya estaban muertos. Así como lo leyó: ubicados en un día.

El plagio de cuatro ciudadanos de EU, dos de ellos asesinados, encendió los ánimos entre políticos gringos y el gobierno mexicano.
El Presidente López Obrador, en los hechos, le dio importancia a lo sucedido, lo que no sucede con masacres incluso peores a la descrita. La diferencia es que en estas últimas las víctimas son mexicanas y, además, es el pan de cada día. Las minimiza y sólo faltaría (no lo dude) que declare que “eso ya no es nota”. Peor aún: desde Palacio Nacional se acusó que los medios de comunicación habían exagerado lo acontecido. Recuerda cómo el tabasqueño manejó la idea de que detrás del atentado contra el periodista Ciro Gómez Leyva había dos posibilidades: un autoatentado o una maniobra de los conservadores con el objetivo de desestabilizar su administración. ¡El colmo de los colmos! Al vincular la justicia yanqui a sus cuatro ciudadanos con el crimen organizado, salvó a AMLO de meter otra vez la pata. Bien pudo responsabilizar del hecho a sus rivales políticos, cuando en realidad los victimarios fueron miembros del Cártel del Golfo.
“Se actuó bien y pronto, pero los adversarios hicieron un escándalo”, resumió el Primer Mandatario al referirse a la reacción de políticos tanto de México como de Estados Unidos. “Es politiquería”, agregaría. Si hubiera sido politiquería barata, ¿por qué actuó su gobierno bien y pronto? Porque el tema era grave y eso ameritaba. Vamos, el Mandatario sí se preocupó y puso a trabajar a todo el aparato del Estado, y allí están los resultados.
Bien sabe el líder de la Cuarta Transformación que con los yanquis no se juega. ¿Una muestra? Cuando cumplió las exigencias de Donald Trump en materia de inmigración y vigilancia de la frontera norte por parte de las Fuerzas Armadas mexicanas. “Lo doblamos”, exclamaría el entonces presidente yanqui. El tabasqueño enmudeció y cumplió su tarea. Pues ante el secuestro de los cuatro y asesinato de dos de ellos, el tabasqueño se dobló o lo doblaron. Se asustó.

Su relación con el narcotráfico no justifica el ataque.
López Obrador no hizo nada excepcional, sino realizó la tarea que la correspondía. Vino luego, como siempre, el oportunismo de políticos y legisladores republicanos para condenar lo sucedido y proponer cambios a sus leyes que les permitan clasificar como terroristas a los capos de México. El cuento no es nuevo. ¿La intención? Que el gobierno yanqui, con sus corporaciones policiacas, pudiera intervenir en nuestro territorio para combatir a los narcotraficantes. Que conste: eso sí es politiquería. El propio mandatario Joe Biden, del Partido Demócrata, y otros líderes serios opositores de allá ven inviable una acción de ese calibre.
Sin embargo, esto sirvió para que AMLO se envolviera en la bandera nacional para amenazar a los gringos y lanzarles un ultimátum. Sí, primero actuó sumiso, pero después se envalentonó y hasta amagó con lanzar una campaña para que los ciudadanos de allá no voten en favor de los republicanos. ¿Perdón? Eso se llama intervencionismo. Lo único que hace AMLO es tratar de impresionar no a los gringos, sino a sus simpatizantes.
¿Sabe usted, estimado lector, que en los hechos de Matamoros murió una mexicana de 33 años por una bala perdida? Se trata de Arely Pablo Servando, mujer trabajadora, responsable y dedicada a ayudar a su comunidad. Se trató de una víctima colateral, sí, pero al fin y al cabo fue una vida robada, una familia destrozada. ¿Y la 4T? ¿Y el apoyo del gobierno federal? Nada, absolutamente nada, pues se trata de un mexicano y, peor aún, mujer. “Eso ya no es nota”.

El crimen fue a plena luz del día sin intervención de la policía. Después, en 24 horas, encontraron a las víctimas.
Con razón, asociaciones civiles, pero sobre todo madres y padres desesperados levantaron su voz para reclamar: ¿por qué a los mexicanos no los buscan igual que a los ciudadanos gringos levantados? Y sí, no se trata de uno, dos, tres o cuatro, sino de 110 mil mexicanos que se encuentran desaparecidos, 12 mil de ellos en Tamaulipas. ¿Dónde están? ¿Fueron asesinados? ¿Son esclavos? ¿Son prostituidos? Eso nadie lo sabe, y el Estado mexicano les ha fallado; dice que los busca, pero todos saben que no es así. Son sus familiares quienes hasta con las uñas rascan la tierra para encontrarlos. Justicia para los gringos, sí, pero desprecio para las víctimas mexicanas.

“¿Dónde están nuestros desaparecidos?”. Son más de 100 mil.
NO LAS ESCUCHAN
Este 8 de marzo quedará grabado en la historia reciente de México como una fecha emblemática en la lucha de las mujeres. No fueron 90 mil, doña Claudia, y sí llenaron la plancha del Zócalo no una, sino varias veces, pues la circulación de manifestantes fue continua, sin cesar, hasta que por órdenes superiores les apagaron las luces a quienes se expresaban en el corazón del país. ¿En serio Sheinbaum? ¿De verdad, Presidente?

La Plaza de la Constitución se vistió de morado. Nada hubo que festejar y sí mucho que reclamar.
No fue una fiesta ni mucho menos un festejo, ya que no tenían nada que celebrar. ¿Qué festejar cuando los feminicidios siguen creciendo, cuando la violencia de género no cesa y cuando los oídos de las autoridades están cerrados?
En Palacio Nacional sí hubo fiesta. López Obrador felicitó a las mujeres “en su día”, cuando todos saben que las felicitaciones en este día suenan peor que mentadas de madre. Pero dentro del amurallado Palacio sí hubo sonrisas y abrazos. Las damas que allí se reunieron se desvivieron en reconocimientos hacia un hombre, sí, el Presidente de México, pero al fin y al cabo un hombre que, por añadidura, ha sido adversario de las exigencias del movimiento feminista.

En Palacio Nacional sí hubo festejo. La figura principal, un hombre: el Presidente.
En las calles de la Ciudad de México, como en todo el país, las mujeres no callaron y dieron una ejemplar muestra de organización para reivindicar sus derechos y exigencias. Todo México las escuchó, menos en Palacio Nacional ni en el viejo edificio del Ayuntamiento. López Obrador y Sheinbaum Pardo no vieron ni escucharon a las mujeres mexicanas. Más bien, sí lo hicieron, pero las ignoraron, las desdeñaron como lo han hecho en estos ya más de cuatro años. Del Presidente ya se conocía su falta de empatía, pero ¿de doña Claudia? ¿Una mujer insensible ante el dolor de cientos de miles de mexicanas? Sí, así fue y así es.
López Obrador justificó el cerco de mallas metálicas de 3 metros de altura en torno a su casa “porque la derecha es muy violenta y autoritaria, capaz de destruir y quemar el Palacio Nacional”. Esa es la opinión que tiene el Presidente de las mujeres mexicanas que únicamente exigen igualdad, respeto y justicia.
Ante la pasividad y cerrazón de los morenistas hay datos duros. El feminicidio significa que una mujer es asesinada porque es mujer, debido a estereotipos y discriminación de género que la consideran inferior o porque el agresor busca ejercer poder y control sobre ella.

Exigen respeto, justicia, alto a feminicidios y a todo tipo de agresiones.
En 2018 hubo 898 feminicidios en México; en 2019, 943 feminicidios; en 2020, 947 feminicidios; en 2021, 980 feminicidios, y en 2022, 948 feminicidios. ¿Qué se ha hecho? Las cifras muestran que nada. El Estado mexicano (los tres Poderes de la Unión) le han fallado a las mujeres. Punto. Lo demás es un discurso hueco y, en todo caso, cómplice.
DEJEN A LA UNAM EN PAZ
Ya se veía venir. El tabasqueño es muy predecible. Su hambre de poder y venganza son insaciables. No pudo controlar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación con su alfil, la impresentable Yasmín Esquivel Mossa. Hasta ahora, batalla para dinamitar y desaparecer al INE tal como lo conocemos. Sus grandes reformas constitucionales se han topado con pared en el Congreso de la Unión. AMLO desea un gobierno totalitario. Claro que envidia a Hugo Chávez y a Fidel Castro; a Nicolás Maduro y a Daniel Ortega.
Así como destruyó a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, a través de Rosario Piedra Ibarra, lo mismo desea con las demás instituciones y organismos autónomos. ¿Qué sigue? López Obrador tiene la mirada puesta en la UNAM. ¡Cuidado, en verdad, cuidado!
El Presidente ya tiene preparada, por medio de su bancada en la Cámara de Diputados, una iniciativa para modificar la Ley Orgánica de nuestra Máxima Casa de Estudios. Pretende que no sea la Junta de Gobierno de la Universidad la que elija al próximo rector, sino la totalidad de la comunidad universitaria. Desea una elección directa y sufragio universal, libre, secreto, personal e intransferible de la comunidad. Vamos, sólo falta que propongan que sea a mano alzada o a través de sus inverosímiles encuestas.

Peligro en la UNAM. López Obrador intenta imponer al nuevo rector.
Si la UNAM avanza, y avanza bien, qué necesidad hay de meterla en la politiquería barata. Este año termina la gestión de Enrique Grauer, y el mesías tabasqueño desea controlar a la UNAM. ¿A quién pretende imponer? ¿Será acaso a la mismísima Yasmín Esquivel o alguien de similares características? No jueguen con fuego. Ahí no, Presidente. No con los estudiantes. ¿Qué busca? ¿Desestabilizar a su propio gobierno para luego culpar a la derecha? Ni la UNAM ni sus alumnos deben ser utilizados como carne de cañón. ¡Que se escuche bien y claro!
EN PRIMERA PERSONA
Masacre de jóvenes en Nuevo Laredo, el Ayotzinapa de AMLO
Published
4 semanas agoon
marzo 5, 2023By
Redacción
La militarización del país ya arroja los primeros crímenes • Inician resultados adversos por usar a Fuerzas Armadas en combate al crimen; no los “abatieron”: Fueron ejecutados • ¿Dónde quedó Ejército de Paz?; no son los 43 de Ayotzinapa y de Peña, pero sí los 5 de Nuevo Laredo y de López Obrador • No se violan derechos humanos ni se asesina a nadie en caliente, dice el Presidente… pero ¡eso fue exactamente lo que pasó! • Lo de Yasmín Esquivel “ya no es nota”, dice, pero sí es de ocho que solape la corrupción y ataque a la Suprema Corte de Justicia de la Nación
MAURICIO ORTEGA CAMBEROS
Este es un tema, aunque muchos no lo crean, que no desearíamos abordar. Su trascendencia obliga a no soslayarlo. No nos gustaría tampoco recordar: “se los dijimos”; “lo advertimos”. Pero así fue y ahí está la hemeroteca digital de IMPACTO para corroborarlo.
Toda acción conlleva una reacción y la propuesta, primero, y después la estrategia del gobierno de la Cuarta Transformación de prolongar la presencia de las Fuerzas Armadas en las calles del país para combatir a los criminales ya comenzó a arrojar resultados adversos.
El trágico suceso en Nuevo Laredo, Tamaulipas, no podía pasar inadvertido, aunque en un inicio eso pareció. Fue en fin de semana, se quiso disculpar. Elementos del Ejército Mexicano acribillaron a jóvenes que regresaban de una noche de “reventón”.
El saldo hasta ahora es de 5 hombres muertos: Gustavo Pérez Beriles, Wilberto Mata Estrada, Jonathan Aguilar Sánchez, Alejandro Trujillo Rocha y Gustavo Ángel Suárez Castillo, de nacionalidad estadounidense. Hay también un herido.

¿Ataque por detrás? Los tiros en el parabrisas desmienten versiones oficiales
Para intentar bajarle volumen al escándalo, desde la administración pasada se acordó que cuando las Fuerzas Armadas le quitaran la existencia a las personas que combatían, no se llamara ni asesinato ni ejecución a ese hecho, sino “abatimiento”. El propósito, obvio, es quitar un poco la carga a los efectivos y pasar parte de la responsabilidad a los “abatidos”, sean responsables o no.
Pues bien, de acuerdo con los informes proporcionados hasta ahora por los testigos y sobrevivientes del ataque, así como de acuerdo con los primeros reportes oficiales, para nada se trató de un enfrentamiento o ataque a los soldados.
Aunque suene fuerte (pues fue fuerte lo sucedido), se trató de una ejecución, de un asesinato de parte de los elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).

Alevosía y ventaja. Disparos al piso para ahuyentar a familiares.
Las débiles explicaciones de los soldados implicados son eso: endebles justificaciones ante lo que parece un acto de abuso de la fuerza. Que si los jóvenes iban a exceso de velocidad en una camioneta sin luces ni placas; que los soldados repelieron “la agresión” tan sólo por el hecho de haber escuchado un estruendo… (parece un invento). Lo cierto es que, hasta este momento, no se ha demostrado ni siquiera que los adolescentes portaran armas de fuego. Entonces ¿qué escucharon los militares? ¿Nada? Lo único que pudieron disparar las víctimas, en todo caso, fueron mentadas de madre, pero ni siquiera de eso los han culpado.
En cambio, fueron rociadas con metralla. Se habla de cerca de 70 balas de grueso calibre. La camioneta y fachadas de las casas donde sucedió el ataque, en la colonia “Manuel Cavazos Lerma”, muestran las huellas del bestial ataque a los jóvenes. Horas después, elementos del Ejército (quizá los mismos asesinos) querían retirar tanto el vehículo como borrar todo tipo de evidencias. Ahí fue donde la población se organizó y agredió a golpes a los militares. ¿Y la policía local y estatal? Ni sus luces. Y se entiende: ¿quién en su sano juicio va a enfrentar o tratar de controlar y/o detener a los soldados?

Sin motivos. Metralla de soldados contra los jóvenes indefensos.
Estos son los hechos concretos, independientemente de que las versiones oficiales, incluso de las Fuerzas Armadas, ya se contradicen unas con otras. Lo de siempre, es un intento por borrar huellas y lavarse las manos.
La pregunta es: ¿Quién o quiénes son los responsables? Hay efectivos y mandos que tienen que rendir cuentas y, en su momento, enfrentar a la justicia. Pero más allá de ello, claro que hay responsables políticos y todo apunta, sin duda, al Presidente Andrés Manuel López Obrador, y al titular de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, por no mencionar la larga lista de diputados y senadores de Morena y partidos afines que avalaron con su voto la iniciativa tramada y redactada en Palacio Nacional.

Destruyeron celulares para borrar sus tropelías. Consignarán a cuatro militares al Campo Militar No. 1 por “desobediencia”. ¿Recibirán trato especial?
¿Dónde quedó el Ejército de Paz? ¿Dónde están aquellos soldados ya capacitados para estar del lado de la gente y de los inocentes? En un solo hecho se cayó la verborrea oficialista que aseguraba y sigue asegurando que las Fuerzas Armadas (de este gobierno) son respetuosas de los derechos humanos y están únicamente para brindar seguridad a los ciudadanos y perseguir a los criminales. ¿En serio? Eso es falso.
Si la estrategia de López Obrador para garantizar seguridad y paz a los mexicanos estuviera funcionando, como presumen, no habría ya más de 150 mil muertes violentas en lo que va del sexenio, lo que rompe toda estadística anterior, incluso de los acontecido en la administración de Felipe Calderón Hinojosa cuando se le declaró la guerra al narco. La estrategia de “abrazos, no balazos” pasará a la historia como una ocurrencia más del líder de la 4T. ¿Cuántas ocasiones hemos visto a soldados y marinos correr y escapar del ataque de inconformes? Bueno, hasta de sus cuarteles los han desalojado. Son imágenes que a nadie gustan y sí, en cambio, irritan al ver cómo los miembros de las Fuerzas Armadas reculan por órdenes de sus superiores: “Abrazos, no balazos”.

Desde lejos. Todo lo que AMLO criticó de las Fuerzas Armadas en sexenios pasados, comienza a repetirse.
La disculpa de que no quieren ver un reguero de muertos y sangre cae por sí sola. Ahí está la escalofriante cifra de asesinados de alrededor de 100 al día. Pero no sólo es eso, son los asaltos en el transporte público; el cobro de piso o extorsión de delincuentes a todo tipo de comerciantes; el robo de coches y autopartes; el secuestro exprés y virtual; la trata de personas; el abuso contra menores de edad y el sinfín de delitos que se cometen en las redes sociales. Esta criminalidad que ya ni siquiera se denuncia por la inacción de la justicia, pero que sí la experimenta cotidianamente la ciudadanía.
Cinco jóvenes, pues, ejecutados. No, no son 43 como los de Ayotzinapa, pero sí se trata de cinco vidas humanas que tienen la misma importancia. No son los 43 con los que carga Enrique Peña Nieto, pero ya son 5 los que se suman a la cuenta de López Obrador, pues no es este el único caso de abuso de los militares.

No es el primer abuso de miembros del Ejército durante la presente administración.
El inquilino de Palacio Nacional tiene que tragarse sus propias palabras, pues a propósito de este episodio en Tamaulipas ha insistido con potente voz: “en nuestro gobierno no se permite la violación de los derechos humanos; “ya no se permite la ejecución de nadie, ya no estamos en el tiempo de mátalos en caliente o remátalos”.
Señor Presidente, si no se ha dado cuenta, eso es precisamente lo que sucedió en Nuevo Laredo: las Fuerzas Armadas violaron los derechos humanos de los jóvenes y, todo indica, que los mataron sin razón alguna, es decir, en caliente; y hay versiones de que algunos recibieron el tiro de gracia.

Fracasaron en su intento por limpiar la escena del crimen y llevarse la camioneta.
Eso de asumir su responsabilidad, no es cualidad del tabasqueño. Todo lo contrario, muy conocida es su estrategia de lanzar la piedra y esconder la mano. Muy en su papel de estadista, según él, recalca que ya se pidió la intervención de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. ¿Qué, qué? Sí, esa desvalorada CNDH encabezada por su incondicional Rosario Piedra, quien avaló (así como lo está leyendo) la presencia del Ejército en el combate al crimen, y también apoyó la reforma electoral del presidente, “pues el INE fue incapaz de impedir una masacre en 1952, cuando ese instituto ni siquiera había sido creado.
¡Esa CNDH investigará qué pasó! ¿Puede adivinar su conclusión? No llegará a ninguna y se ceñirá a lo que su mesías le ordene que diga. ¿Lo duda? Pasará una vergüenza más, como la que experimentó Alejandro Encinas con su “verdad histriónica” de los sucedido en Ayotzinapa. Por cierto ¿que estará haciendo ahora don Alejandro, además de cobrar su salario? ¿Cuadrando su informe final y definitivo?
Revictimizar a inocentes es una estrategia que no se le puede permitir a nadie, pero mucho menos al Presidente de México. “Aunque se trata de sicarios, no se puede ejecutar a nadie”, espetó este jueves. ¿Son sicarios los 5 jóvenes asesinados? Hasta el momento todo indica que no, pero el jefe del Ejecutivo ya puso esa palabra sobre ellos. ¡Cuánta maldad!

Pérdida irreparable. Dolor inimaginable.
CORRUPCIÓN, SIGNO TAMBIÉN DE LA 4T
A capa y espada, con sonrisa malévola (como la de Carlos Salinas de Gortari) y sin el menor respeto a la inteligencia del pueblo, Andrés Manuel López Obrador mantiene la defensa de la ministra de la SCJN, Yasmín Esquivel Mossa.
“Eso ya no es nota”, responde el Presidente para evitar más comentarios al respecto. Y claro, lo que ya no es nota es que su gobierno (que iba a ser diferente) esté del lado de quienes atentan contra el estado de derecho. ¿Más ejemplos? Sus hermanos y miembros de Morena recibiendo dinero mal habido en sobres amarillos “para la causa”. Exacto, ya no es nota la corrupción que se solapa desde Palacio Nacional.

Yasmín Esquivel también copió tesis de doctorado. La Universidad Anáhuac se lavó las manos y la comunidad universitaria reclama acciones contra la ministra.
El tabasqueño ya no tiene que decir nada en favor de la todavía ministra, su silencio lo convierte en cómplice de una delincuente incrustada en el Poder Judicial. Es su incondicional y la quiere ahí mientras le sirva, y para no exhibir que se equivocó en apoyar la carrera de su comadre y esposa del principal contratista de su gobierno.
¿Qué hacer entonces? Desviar la atención de los asuntos importantes hacia los ataques sin sentido. AMLO quería a Yasmín Esquivel como presidente de la SCJN. ¿Puede imaginarlo? Buscaba manejar al Poder Judicial de manera similar a como maneja a la CNDH. Pero se le cayó el teatrito. Pero no, López Obrador no es de los que asumen su derrota y le dan vuelta a la página. En absoluto. La venganza es otra de sus características y sus baterías las ha enfocado hacia quien fue electa transparente y democráticamente como presidenta de la Corte, Norma Lucía Piña Hernández.

Norma Piña, presidenta de la SCJN, es objeto de ataques y descalificaciones por parte de López Obrador, previo al análisis del engendro llamado “Plan B” para dinamitar al INE rumbo al 2024.
Desde su designación, López Obrador delineó su estrategia: descalificar y atacar a quien no comulga con sus ideas. A unos pocos días de asumir su cargo, comenzó el embate y la responsabilizó (como lo ha vuelto a hacer) de que durante su mandato (unos cuantos meses) se desató una ola de resoluciones en favor de los delincuentes. Sin duda, descalificación con dolo y sin sentido a quien apenas comienza a tomar las riendas. Esto no significa, además, que sean ciertos los datos denunciados.
Es como un florero, dijo de la Judicatura, pero en realidad hablaba de la ministra presidenta. De ese tamaño es el coraje que tiene López Obrador por haber fracasado en su intentona autoritaria e intervencionista. De esa dimensión es la humillación en que cayó junto con Yasmín Esquivel. Hay sed de venganza en Palacio Nacional. No son pocos los frentes abiertos. También está el de los millones de mexicanos que defienden al INE y se oponen a sus acciones antidemocráticas y ventajosas. “Se incrementó el robo de carteras en la marcha”, reflexionó AMLO para luego exhibir y denostar a reconocidos personajes que salieron, junto con millones más, a ejercer su derecho de manifestación y libre expresión. Eso también le caló… y mucho.
EN PRIMERA PERSONA
Fox y Calderón, ¿cómplices de García Luna?; Peña Nieto y AMLO, ¿omisos?
Published
1 mes agoon
febrero 26, 2023By
Redacción
Episodio vergonzoso para México el que USA declare culpable por narcotráfico a quien encabezó la lucha contra los capos • Prefieren ex presidentes panistas ser llamados “tontos”, “engañados” y “pendejos” a ser acusados de traición a la patria • ¿Qué le pidió Peña a Calderón a cambio de no ventanearlo? • AMLO pide a García Luna que delate a Felipillo en lugar de dar la orden al fiscal Gertz Manero para investigarlo y procesarlo • Prefieren en la 4T que la justicia yanqui les haga la tarea
MAURICIO ORTEGA CAMBEROS
Ya desde que ejercía sus funciones, mucho se hablaba de la riqueza inexplicable que acumulaba Genaro García Luna. Él, obvio, se hacía el occiso y hasta se indignaba ante los rumores y acusaciones. Sus jefes inmediatos, los presidentes Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, no sólo arroparon a quien supuestamente encabezaba la lucha contra el crimen organizado, sino que hasta presumían por “sus aciertos y éxito en la tarea encomendada”.
De los Estados Unidos de Norteamérica (USA, por sus siglas en inglés) también le llegaron los reconocimientos y hasta medallas. Los señalamientos en los medios, sin embargo, persistieron y aunque nunca se le comprobó nada ni se le inició un proceso de investigación formal, todos sabían perfectamente que Genaro García Luna era un hombre de cuidado, muy peligroso para quienes osaban enfrentarlo y, por supuesto, una pieza clave y protegida de las administraciones panistas.
Vamos, quienes sabían lo que hacía, para nada se sienten sorprendidos de que haya sido declarado CULPABLE en el vecino país del norte por diversos delitos que podrían llevar a vivir preso de por vida en USA. Hay, incluso, quienes celebran ese juicio y veredicto, pues pensaban y piensan que un funcionario de tal calaña no podía quedar sin castigo. Lamentablemente, fue en USA donde se hizo justicia y no aquí, en México, donde la complicidad, omisión y protección a García Luna se mantuvo firme hasta antes de que lo sentaran en el banquillo de los acusados.

“Combatí a los enemigos de México”, afirma Calderón cuando al verdadero enemigo lo tenía en casa.
No son sólo dos, sino tres los ex presidentes y el actual mandatario los que tienen que dar muchas explicaciones. No únicamente Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, como reclaman los morenistas y el propio inquilino de Palacio Nacional, sino también el priísta Enrique Peña Nieto y el líder de la 4T, Andrés Manuel López Obrador, deben rendir cuentas a México sobre tan vergonzoso episodio.
El condecorado mexicano, especialista en el combate (?) al crimen organizado, fue el fundador y director de la Agencia Federal de Investigación (AFI) durante el sexenio del guanajuatense Vicente Fox Quesada. Sin soltar el hueso y con la amplia experiencia adquirida, Felipe Calderón Hinojosa nombró a García Luna como titular de la Secretaría de Seguridad Pública y desde allí encabezó la guerra que el mandatario panista emprendió contra el narcotráfico. Guerra que, por cierto, arrojó más de 200 mil muertos, muchos de ellos inocentes y denominados sarcásticamente como daños colaterales.

Con Fox Quesada y la AFI, el inicio de una carrera delictiva.
Un combate frontal y sin tregua de Calderón. Muchos especialistas consideran que fue emprendido para justificar su llegada al poder por la cerrada y discutida contienda electoral ante López Obrador. El supuesto fraude, por otra parte, jamás ha sido probado. La elección fue reñida, pero hasta ahí. El tabasqueño se quedó muy cerca con 35.3% de los votos ante el 35.8 del panista. Calderón tenía urgentemente que cambiar los reflectores y así lo hizo, del plano post-electoral al de la lucha contra el crimen.
La bomba mediática e inconformidad social explotó el pasado 21 de febrero cuando una Corte de Nueva York declaró culpable a García Luna de 5 cargos, entre ellos el de conspiración, protección al Cártel de Sinaloa y haber hecho declaraciones falsas al gobierno yanqui. En palabras más sencillas para nosotros: García Luna aparentó una supuesta guerra contra el crimen organizado; recibió decenas de millones de dólares por proteger a un grupo delincuencial en específico, al de Sinaloa, encabezado por Joaquín Guzmán Loera “El Chapo”; atacar y eliminar, con las Fuerzas Armadas a su cargo, a los enemigos del sinaloense, y a ayudar a traficar e introducir al territorio norteamericano cientos de miles de toneladas de droga, usando para ello los aeropuertos y aduanas mexicanas.

Genaro García Luna, culpable. México también fue sentado en el banquillo de los acusados.
Todo lo descrito, que ya no está sujeto a discusión, es lo que en verdad realizaba García Luna. Todo eso, por cierto, era muy difícil de hacerlo sin que alguien se enterara. La red de corrupción y complicidades era extensa y, por lo mismo, imposible de ocultar. Lo mismo sucedió con el general (?) Arturo Durazo Moreno durante el sexenio de su amigo de la infancia José López Portillo. Escandalosa riqueza, incontable número de asesinatos y protección a los criminales que todos conocían, pero que igual callaban por temor a ser eliminados. Y qué decir del otro general, ese sí del Ejército Mexicano, José de Jesús Gutiérrez Rebollo, denominado pomposamente como el zar antidrogas, cuando en realidad también era protector de los capos en la administración de Ernesto Zedillo Ponce de León. Con esos nombres se codea ya García Luna.
MUY DÉBIL E INACEPTABLE ES DEFENSA DE FOX Y CALDERÓN
Funcionario cumbre de los gobiernos panistas, la vista de todos se enfoca invariablemente hacia Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa. Son dos, únicamente dos las hipótesis que se manejan entre los especialistas, columnistas y la sociedad misma. A saber:
Una, que tanto Fox como Calderón no sabían absolutamente nada de los ilícitos que cometió, frente a sus narices, Genaro García Luna. Que ambos presidentes fueron sorprendidos y engañados por su subordinado. Que jamás recibieron ni un centavo de dólar de los cientos de millones de billetes verdes que se embolsó su zar antidrogas. Fueron, en otras palabras, torpes y tontos ante la astucia de don Genaro.
Dos, que Fox y Calderón conocían perfectamente lo que hacía su empleado, sí, porque a Fox y a Calderón nadie se los impuso ni los obligó a nombrar a García Luna en tan importante cargo. Fueron ellos quienes reconocieron las cualidades del experto en seguridad. A menos que… los propios capos y jefes del crimen sí se los hayan impuesto, con lo que entonces estaríamos hablando, ahora sí, de un narco-Estado. En esta hipótesis, por supuesto que Fox y Calderón también habrían resultado beneficiados económicamente de las tropelías de García Luna.
Para la mayoría, entre ellos el que esto escribe, la hipótesis más probable y lógica es la segunda. Para Vicente Fox y Felipe Calderón no hay la menor duda que lo que en realidad sucedió encaja en la tesis número uno. Prefieren ambos ser llamados “tontos”, “engañados”, “sorprendidos” y hasta “pendejos” en lugar de “solapadores” y “cómplices”, lo que los podría llevar a ser “traidores a la patria”.

Ni Fox Quesada ni Calderón Hinojosa han dado explicaciones convincentes.
Cierto es que López Obrador ha hecho suyo el caso de García Luna y todos los días, desde el inicio del juicio, ha puesto el dedo sobre el renglón, pero sus razones son políticas y no de justicia. Es toda la clase política, cada uno de los partidos políticos y la sociedad en su conjunto la que exige la verdad de lo ocurrido. Explicaciones y más explicaciones es lo que se reclama a los dos ex presidentes panistas, pero sus respuestas dejan mucho qué desear y dan lugar a más dudas. Utilizar las redes para, según ellos, fijar su posición y aclarar los hechos es insuficiente e insultante. ¿Es esa la respuesta que les merece México? ¿Así responden a sus responsabilidades de cuando portaron la banda presidencial y juraron CUMPLIR y hacer cumplir las leyes de México? No señores, están lejos, muy lejos, de justificar sus acciones y omisiones.
Es grotesco (pero no sorprende) que Vicente Fox Quesada haya emitido un escueto y mal redactado tuit para no hablar nada de García Luna y enfocar las baterías en López Obrador. Ni a cuál irle, en verdad. En efecto, el veredicto yanqui refleja parte de la decadencia de justicia y seguridad que se vivió en el gobierno del guanajuatense. Eso pregunta y ahí está la respuesta. Si AMLO saludó y abrazó a la mamá de “El Chapo” en Badiraguato es algo que tendrá que explicar el tabasqueño cuando ya no esté en el poder y afloren entonces las razones de ese sospechoso encuentro. Pero ese episodio nada tiene que ver con García Luna ni sirve de escudo o excusa para Fox ante los señalamientos en su contra y la exigencia de explicaciones.
El buen Felipillo redactó un extenso comunicado que, en lo sustancial, nada comunica sobre el asunto en cuestión, el de García Luna y su protección al crimen organizado. Dos son los argumentos básicos que maneja Calderón Hinojosa: que jamás pactó con los criminales y que el veredicto contra su ex colaborador estrella, García Luna, en nada demerita la lucha contra el narcotráfico.
Nada, absolutamente nada, dice Calderón acerca del desempeño de su secretario de Seguridad Pública. Usa el discurso tradicional y empalagoso que ya no convence a nadie en México. Obvio que intenta enumerar sus logros, pero nada añade sobre los señalamientos de complicidad u omisión. Se escuda en la tarea y el sacrificio de quienes, ellos sí, enfrentaron a los capos y criminales, y hasta perdieron la vida. Mensaje sin sustancia, sólo para salir al paso y no quedarse callado. Seguro tras escribirlo, lo leyó, se convenció y se echó un buen trago.

¿Quién daba las órdenes?
“Combatí a todos los que amenazaban a México…”, presume Calderón. ¿En serio? ¡Claro que no! No combatió, sino solapó o hasta protegió a uno de los principales enemigos de México en esos días: ¡Genaro García Luna! Tenía al verdadero enemigo en casa y asegura que no lo sabía.
PEÑA NIETO Y AMLO SE HACEN LOS OCCISOS
Insistimos: quienes sucedieron a los mandatarios panistas no están exentos ni son ajenos a este cochinero. También le deben explicaciones a México. ¿Por qué? Quizá por omisos, por haber obviado lo que encontraron. Decidieron patear al bote en otra dirección mientras se rascaban la cabeza en espera de que la bomba no estallara, pero ya estalló.
Cuando Enrique Peña Nieto se sentó en la silla presidencial recibió, por supuesto, un informe de cómo recibía la administración pública federal. Es entendible que los panistas que dejaban sus carteras y el poder nada hablaran sus turbios negocios, errores y corruptelas. Eso es obvio. Sin embargo, al paso de los días, semanas, meses y hasta años se esperaría que los nuevos funcionarios priístas se percataran o descubrieran las tropelías y abusos de sus antecesores.

Cercanía. El gobierno de Peña Nieto fingió que nada pasó y… nada hizo.
Sucede que las más de las veces cuando se ponen sobre la mesa esas anomalías, como saqueos, encubrimientos y contubernio con los criminales y narcotraficantes, esa información sirva para chantajear y negociar en lugar de aplicar la justicia. La pregunta es la siguiente: ¿qué le entregó Felipe Calderón (a través de los diputados y senadores panistas) a Enrique Peña Nieto cuando descubrió las evidencias que dejó García Luna? ¿El Pacto por México? Sin duda, ese y otros programas del mexiquense.
Miguel Ángel Osorio Chong, Salvador Cienfuegos, Jesús Murillo Karam y Manuel Mondragón y Kalb fueron secretarios de Gobernación, Defensa, procurador, y de Seguridad Pública en la administración inicial de Peña. Esos funcionarios seguro que encontraron las huellas que dejó García Luna. ¿O también fingirán demencia? Si no las hallaron ¿los capos les propusieron el mismo trato que les dio la administración de Calderón? ¿Cedieron o prefirieron negociar con otro cártel? Vamos, Peña Nieto tampoco puede desmarcarse de este asunto.
Lo mismo sucede con Andrés Manuel López Obrador. El actual Presidente prometió y sigue prometiendo actuar de manera diferente a sus antecesores. La verdad, hasta ahora no se nota. Empeñó su palabra para investigar (aunque eso no le corresponde al Poder Ejecutivo) y castigar en su caso las corruptelas y traiciones de los pasados mandatarios. Hasta una consulta popular realizó para saber qué pensaba la gente. ¿Juicio o no juicio? El resultado fue el esperado, pero hasta la fecha nada se ha hecho. Presume que el juicio popular ya está hecho. ¿Y? Urge el legal, se necesita una investigación formal contra cada uno de ellos si es que hay motivos. El linchamiento mediático y cotidiano que hace López Obrador de los ex presidentes no sirve de nada y ya a nadie sorprende.

Como triunfo propio, presume AMLO juicio de García Luna en USA.
Peor aún, al residente de Palacio Nacional, a los legisladores de Morena y al líder de ese partido debería de caérseles la cara de vergüenza de que tuvo que ser la justicia norteamericana la que hizo la tarea que le correspondía al Estado mexicano. Nada hizo Alejandro Gertz Manero ni su Fiscalía General de la República para perseguir a Genaro García Luna. ¿Nada sabía? ¡Sabía todo! Tanto Peña como AMLO se cruzaron de brazos. Eso es omisión y también es un delito.
No todo queda ahí. Como si tuviera la conciencia limpia, López Obrador anima desde acá a don Genaro para que se convierta en soplón, en testigo protegido, para que reciba rebajas en su sentencia a cambio de que empine y delate a Felipe Calderón Hinojosa. En palabras más claras y sencillas: AMLO está cierto (quizá ya tiene las pruebas) de que Calderón sabía de la protección que García Luna daba a los capos. Es decir, que don Felipe era cómplice y tiene que ser también juzgado. Sería mejor, entonces, que en lugar de alentar a García Luna, dé la orden directa a su incondicional fiscal Gertz Manero para que inicie una investigación y proceso contra su acérrimo rival político, el panista que asegura le robó la Presidencia en el 2006.

Con el caso de García Luna, López Obrador desacredita marcha en favor del INE.
¿O espera que la justicia de USA haga también esa tarea? Parece que sí.


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