México fue una caricatura, no pudo hacerse del balón y apenas tuvo un par de disparos a puerta
POR SABÁS HERNÁNDEZ
Estados Unidos ya tiene una paternidad sobre la Selección Mexicana y le clavó varias dagas: ganó por tercera vez en el año, arrebató el liderato del Octagonal y, por si no fuera suficiente, con un 2-0.
Un gol de Christian Pulisic (Chelsea), al 74′, y otro de Weston McKennie (Juventus) al 86′ le dieron al conjunto local un nuevo triunfo en este 2021, luego de aquellos en las finales de la Nations League y la Copa Oro.
Un resultado que desatará las críticas y los cuestionamientos al técnico Gerardo Martino, ante el némesis en su proceso. Cincinnatti es el nuevo Columbus.
Estados Unidos dejó frío a México en todos los sentidos no sólo por los 2 grados centígrados de temperatura, sino porque una vez más exhibió las carencias en la defensiva porque los laterales Luis Rodríguez y Jesús Gallardo perdieron casi todos los duelos individuales, porque Luis Romo desaparece en partidos importantes y porque Jesús Manuel Corona vive el peor momento de su carrera.
El Tricolor perdió el duelo en el complemento, en el que quiso competir a puros empujones, sin claridad, extraviado en el funcionamiento, con esos claroscuros cada vez más comunes en este año.
Si bien en el primer tiempo el “Tecatito” falló de frente a la portería y el portero Zack Steffen sacó disparos de Edson Álvarez e Hirving Lozano.
Estados Unidos ni cosquillas le hizo a Memo Ochoa en el primer tiempo, pero en el complemento no lo dejó respirar.
Al 90′ fue expulsado Miles Robinson. Al 92′, Ferreira perdonó el tercero de Estados Unidos.
El Tricolor dejó el invicto en Cincinnati, en otra noche gris ante Estados Unidos y que es el preámbulo a otra complicada salida, el martes frente a Canadá.
En el cielo el Toro Valenzuela recibe gran regalo de sus Dodgers * Los Yankees seguirán buscando respuestas enfrentados con una realidad que no vivían hace 21 años
DIEGO CASTILLO
Los Dodgers le mandaron el mejor regalo de cumpleaños a Fernando Valenzuela hasta el cielo con la consecución de su octavo anillo de Serie Mundial, el séptimo desde su mudanza de Brooklyn a Los Ángeles.
Los Yankees amenazaron con una remontada histórica, pero una calamitosa quinta entrada, en el quinto juego de la serie, en la cual permitieron cinco entradas sucias fue el desastre lapidario. No creo que aficionados de los Bombarderos del Bronx le apuesten al cinco si juegan ruleta o Melate las próximas semanas.
Más allá del éxtasis del triunfo, el panorama de los Dodgers pinta dinástico. El manager Dave Roberts por fin puede silenciar a sus críticas que decían que no había llevado a la novena más cara en promedio de los últimos once años a su máximo potencial.
La próxima temporada también promete el regreso de Shohei Ohtani, el pitcher. Shohei Ohtani, el bateador, estuvo prácticamente ausente después de su lesión en el segundo juego de la Serie. El hecho de que los Dodgers no pudieron contar en su poderoso bate nipón y aún así ganaron el anillo con relativa comodidad, es evidencia al fondo de armario que existe en Los Ángeles.
La carga ofensiva recayó sobre Freddie Freeman, el ex Bravo de Atlanta, quien también tuvo que lidiar con su propia lesión durante la postemporada, conjuró ecos de Kirk Gibson y en el primer juego dejó a los Yankees tirados en el campo con un grand slam monumental. Ese batacazo cambió la marea en favor de los Dodgers y los neoyorquinos no encontraron los navíos para contrarrestarla. Merecida y esperadamente, Freddie Freeman fue galardonado como el jugador más valioso de la Serie Mundial 2024.
Del otro lado de la moneda, los Yankees seguirán buscando respuestas enfrentados con una realidad que no vivían hace 21 años, derrota en el Clásico de Otoño. Juan Soto no tardó en prender las alarmas de la agencia libre. El héroe de la Serie de Campeonato frente a Cleveland se declaró listo para jugar por el mejor postor. En tiempos de George Steinbrenner, esos -sin duda alguna- hubieran sido los Yankees. En tiempos actuales, ya no se sabe.
La presión solo incrementará sobre los hombros de Aaron Judge. Poco importarán sus marcas en temporada regular si no logra limpiar su error en Serie Mundial. De lo contrario, esa bochornosa postal en el jardín central vivirá en la ignominia perpetua junto a la torpeza de Bill Buckner en 1986.
Para aquellos que juegan en Yankee Stadium, la grandeza se mide con títulos de MLB. Para sentarte en mesas con Ruth, Gehrig, DiMaggio, Mantle, Berra, Jeter y Rivera debes traer anillos a la fiesta. Esta generación de bombarderos tiene los dedos vacíos, la sequía sin títulos se extiende hasta 2009 y la sequía se siente desértica.
Deben encontrar la manera de cerrar la brecha con su antiguo rival y enfrentar la realidad que el imperio dominador de la MLB, desde hace tiempo, yace en la costa oeste de Estados Unidos.
Hasta siempre Fernando Valenzuela, el mejor beisbolista mexicano de todos los tiempos * El pitcher estrella partió de este mundo a los 63 años de edad y deja atrás un legado que lo pone como el Dodger más consecuente e influyente en la era de Los Ángeles
DIEGO CASTILLO
Arrancó la Serie Mundial y por primera vez desde 1981 se enfrentan los Yankees de Nueva York y los Dodgers de Los Ángeles. Los ecos de Fernando Valenzuela y la desenfrenada Fernandomania que él propició hace 43 años se palpitan alrededor de este nuevo capítulo en la rivalidad de costa a costa.
El mejor pitcher mexicano de todos los tiempos partió de este mundo a los 63 años de edad y deja atrás un legado que lo pone como el Dodger más consecuente e influyente en la era de Los Ángeles. Son Jackie Robinson en Brooklyn y Fernando en Los Ángeles, y pare de contar.
Con una leyenda tan extensa y mitificada, se vuelve difícil separar la ficción de la realidad. En este caso, la realidad amplifica la grandeza del Toro de Etchohuaquila.
Por ejemplo, su apertura en Opening Day 1981 -en la que blanqueó 2-0 a los Astros de Houston- no es su debut en Grandes Ligas. Fernando llegó al clubhouse de los Dodgers en septiembre de 1980 y los angelinos estaban enfrascados en un duelo a muerte con los Astros de Houston por el campeonato divisional del Oeste de la Liga Nacional. Esto era antes de los comodines, el ganador iba a postemporada y el perdedor a su casa.
Fernando inició su carrera como relevista y nadie en las Grandes Ligas podía pegarle a su exótico pitcheo que se convirtió en la marca de la casa, su mítico tirabuzón. En 10 apariciones como relevista, lanzó 17 entradas y dos tercios, y no permitió una sola carrera.
Llegó el final de la temporada regular y los dos equipos quedaron con la misma marca. Un solo juego decidiría el último pasaje a postemporada. La novena de los Dodgers estaba tan apantallada con este nuevo fenómeno que le rogaron a su manager, Tommy Lasorda, que Fernando tomara la pelota para el juego de desempate.
Finalmente no le tuvieron confianza al joven y los Astros ganaron el juego y accedieron a playoffs. Cuando el destino le dio otra oportunidad a Tommy Lasorda de darle la pelota a su joven joya, no dudó en mandarlo a la lomita y el resto es historia.
Otro aspecto de la leyenda de Fernando Valenzuela que pocos recuerdan es que la Serie Mundial de 1981 estuvo cerca de no jugarse. No fueron los bates de Grandes Ligas sino un paro laboral que frenó la embestida del Toro. Así como pasó en 1994, la postemporada estuvo a punto de ser cancelada en 1981. Para fortuna de todos, se llegó a un acuerdo para seguir jugando y la temporada fue dividida en dos. La segunda mitad ya no fue tan dominante para Fernando, aun así pudo ganar el Cy Young, Novato del Año y Bate de Plata -la pericia del Toro en la caja de bateo es un aspecto de su juego perpetuamente infravalorado- y los Dodgers volvieron a Serie Mundial y sus verdugos en 1974, 1977 y 1978 ya los esperaban, los temibles Bombarderos del Bronx.
La narrativa dictaba que sería la última vez que estas novenas se enfrentarían en el Clásico de Otoño y sería la última oportunidad de los Dodgers de tomar revancha frente a los neoyorquinos.
El guión de los primeros dos juegos pintaba la misma película, una victoria para los Yankees. Tommy Lasorda tenía su arma secreta lista para el juego 3 y cambiar la marea de la serie. Fernando no tuvo su mejor inicio y en la cuarta entrada perdía el juego 4-3 y ya había concedido dos vuelacercas. Lasorda visitó el montículo y en español le dijo a Fernando que si de ese punto en adelante no permitía carrera los Dodgers ganarían el juego y la serie. Después de 149 pitcheos, una cifra impensable para tiempos actuales, Fernando se marchó con la victoria, los Dodgers no volverían a perder y se quedarían con su primer título de Serie Mundial en 16 años.
La Fernandomania siguió creciendo durante la década de los 80s, de 1981 a 1987 promedió 14 juegos completos por temporada. Acudió a seis Juegos de Estrellas consecutivos y en 1986 ponchó a 5 bateadores seguidos en este juego de exhibición. Esa misma temporada, de forma polémica perdió su segundo Cy Young. Lideró la Liga Nacional en triunfos, juegos completos y tuvo su mejor registro de ponches en una temporada con 242. Ese galardón probablemente le hubiera abierto la puerta al Salón de la Fama, mismas que controversialmente se mantienen cerradas.
Para 1988, cuando los Dodgers regresaron a la Serie Mundial, Fernando no formó parte del roster de postemporada. Su hombro y codo estaban dañados por el demandante ángulo para tirar el tirabuzón. Esa temporada marcó su primera visita a la lista de lesionados. Su corazón también estaba roto por el fallecimiento de su padre ese mismo año. A pesar de su ausencia, Tommy Lasorda se aseguró que los Dodgers le dieran anillo de Serie Mundial.
En 1990 tuvo su último momento de grandeza con los Dodgers, lanzando un sin hit ni carrera, el 29 de junio, ante los Cardenales de San Luis.
Más allá de sus considerables hazañas en la lomita, no te codeas con Jackie Robinson como el Dodger más influyente de todos los tiempos sin trascender el diamante.
Fernando lo hizo de dos formas fundamentales.
Dodger Stadium está construido en un área a las afueras de Los Ángeles llamado Chavez Ravine (barranco en español). Esa zona era poblada mayormente por familias méxico-americanas que trabajaban en la industria agrícola del sur de California. Cuando los Dodgers buscaban un terreno para su estadio, reconocieron Chavez Ravine como el lugar ideal y desplazaron a casi 2,000 personas de sus hogares para erguir su nueva casa.
Por esa razón había muchas asperezas con la comunidad latina, que en su mayoría le dio la espalda a los Dodgers en sus primeros años en la costa oeste. La dirigencia angelina estaba desesperada por encontrar a un Sandy Koufax mexicano. A final de los 70s lo encontraron en el desierto sonorense. Con cada lanzamiento, Fernando no sólo vencía a los bateadores en el plato, también sanaba las heridas causadas por la edificación del estadio. Con ese fenómeno mexicano cambió el tejido de la afición Dodger y si hoy es una institución multicultural es por Fernando Valenzuela.
La segunda forma en la que Fernando Valenzuela cambió al beisbol profesional fue en términos laborales. Mientras César Chávez peleaba por los derechos humanos de los trabajadores migrantes en Estados Unidos, Fernando Valenzuela hacía lo mismo para peloteros que venían de otras latitudes. Como uno de los mejores pitchers en el mundo, debía ser compensado como tal. Ese no era el caso y fue a los juzgados contra MLB. El Toro fue el primer pelotero en conseguir un millón de dólares en arbitraje salarial y sentó precedente para que otros peloteros pudieran reclamar compensación justa.
Seguro Fernando Valenzuela ya está instalado en su lugar celestial listo para apoyar a sus adorados Dodgers, que esperan que un poco de la magia de 1981 sea espolvoreada en 2024.
Hasta siempre Toro, el mejor beisbolista mexicano de todos los tiempos.
Ante Estados Unidos el equipo del Vasco funcionó bien y se vislumbran cimientos de un cuadro titular sólido * Si el Tri y el propio Javier Aguirre quieren sanar las heridas de ese dos a cero original, tendrán que tomar su revancha en un escenario mundialista
DIEGO CASTILLO
La selección mexicana mostró su mejor funcionamiento bajo el mando de Javier Aguirre y doblegó al equipo de las barras y las estrellas, dos goles por cero. Un marcador que se ha vuelto dolorosamente familiar para la afición azteca y en igual manera un grito de guerra para la nueva y envalentonada fanaticada norteamericana.
No hay que olvidar cómo inicio ese cántico.
Fue en octavos de final del mundial Corea-Japón 2002, El Vasco Aguirre cursaba su primera incursión en el banquillo del Tri, y tras un heroico rescate en las eliminatorias previas, la selección mexicana había resurgido y fue primer lugar de un grupo que incluía a Italia y Croacia.
Los verdes estaban para enfrentarse a cualquiera y el destino les puso en el camino al vecino del norte. En el papel, era el rival más fácil. Todos ya soñábamos con el quinto partido. Estados Unidos venía de perder 3-1 ante Polonia y se colaron de panzazo.
El partido rápidamente se convirtió en pesadilla, la etiqueta de favorito fue arrancada a los ocho minutos con un cabezazo de Brian McBride. El Vasco se aceleró, entró en pánico -algo que años después él mismo admitiría- y cambió el esquema de juego por completo.
La arriesgada apuesta no resultó y Landon Donovan clavó el segundo clavo en la derrota mexicana más dolorosa en la historia de los mundiales y el dous a cerou retumbaba en los pasillos del estadio coreano y en pesadillas aztecas.
LA REVANCHA TIENE QUE SER EN UN ESCENARIO MUNDIALISTA
El partido amistoso de esta semana fue una grata sorpresa, el 2-0 esta vez nos favorecía y el equipo del Vasco Aguirre funcionó bien y se vislumbran cimientos de un cuadro titular sólido, con Raúl Jiménez como ariete de ataque. Pero no fue más que eso, un buen paso, no hay que cantar victoria todavía. Estados Unidos venía con un cuadro alternativo y un entrenador apenas dirigiendo su segundo partido de futbol internacional.
Si el Tri y el propio Javier Aguirre quieren sanar las heridas de ese dos a cero original, tendrán que tomar su revancha en escenario mundialista. Algo me dice que el futbol les dará esa oportunidad.