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El imperio cambia de costa

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En el cielo el Toro Valenzuela recibe gran regalo de sus Dodgers * Los Yankees seguirán buscando respuestas enfrentados con una realidad que no vivían hace 21 años

 

DIEGO CASTILLO

 

Los Dodgers le mandaron el mejor regalo de cumpleaños a Fernando Valenzuela hasta el cielo con la consecución de su octavo anillo de Serie Mundial, el séptimo desde su mudanza de Brooklyn a Los Ángeles.

Los Yankees amenazaron con una remontada histórica, pero una calamitosa quinta entrada, en el quinto juego de la serie, en la cual permitieron cinco entradas sucias fue el desastre lapidario. No creo que aficionados de los Bombarderos del Bronx le apuesten al cinco si juegan ruleta o Melate las próximas semanas.

Más allá del éxtasis del triunfo, el panorama de los Dodgers pinta dinástico. El manager Dave Roberts por fin puede silenciar a sus críticas que decían que no había llevado a la novena más cara en promedio de los últimos once años a su máximo potencial.

La próxima temporada también promete el regreso de Shohei Ohtani, el pitcher. Shohei Ohtani, el bateador, estuvo prácticamente ausente después de su lesión en el segundo juego de la Serie. El hecho de que los Dodgers no pudieron contar en su poderoso bate nipón y aún así ganaron el anillo con relativa comodidad, es evidencia al fondo de armario que existe en Los Ángeles.

La carga ofensiva recayó sobre Freddie Freeman, el ex Bravo de Atlanta, quien también tuvo que lidiar con su propia lesión durante la postemporada, conjuró ecos de Kirk Gibson y en el primer juego dejó a los Yankees tirados en el campo con un grand slam monumental. Ese batacazo cambió la marea en favor de los Dodgers y los neoyorquinos no encontraron los navíos para contrarrestarla. Merecida y esperadamente, Freddie Freeman fue galardonado como el jugador más valioso de la Serie Mundial 2024.

Del otro lado de la moneda, los Yankees seguirán buscando respuestas enfrentados con una realidad que no vivían hace 21 años, derrota en el Clásico de Otoño. Juan Soto no tardó en prender las alarmas de la agencia libre. El héroe de la Serie de Campeonato frente a Cleveland se declaró listo para jugar por el mejor postor. En tiempos de George Steinbrenner, esos -sin duda alguna- hubieran sido los Yankees. En tiempos actuales, ya no se sabe.

 

La presión solo incrementará sobre los hombros de Aaron Judge. Poco importarán sus marcas en temporada regular si no logra limpiar su error en Serie Mundial. De lo contrario, esa bochornosa postal en el jardín central vivirá en la ignominia perpetua junto a la torpeza de Bill Buckner en 1986.

Para aquellos que juegan en Yankee Stadium, la grandeza se mide con títulos de MLB. Para sentarte en mesas con Ruth, Gehrig, DiMaggio, Mantle, Berra, Jeter y Rivera debes traer anillos a la fiesta. Esta generación de bombarderos tiene los dedos vacíos, la sequía sin títulos se extiende hasta 2009 y la sequía se siente desértica.

Deben encontrar la manera de cerrar la brecha con su antiguo rival y enfrentar la realidad que el imperio dominador de la MLB, desde hace tiempo, yace en la costa oeste de Estados Unidos.

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El mito del Toro

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Hasta siempre Fernando Valenzuela, el mejor beisbolista mexicano de todos los tiempos * El pitcher estrella partió de este mundo a los 63 años de edad y deja atrás un legado que lo pone como el Dodger más consecuente e influyente en la era de Los Ángeles

 

DIEGO CASTILLO

 

Arrancó la Serie Mundial y por primera vez desde 1981 se enfrentan los Yankees de Nueva York y los Dodgers de Los Ángeles. Los ecos de Fernando Valenzuela y la desenfrenada Fernandomania que él propició hace 43 años se palpitan alrededor de este nuevo capítulo en la rivalidad de costa a costa.

El mejor pitcher mexicano de todos los tiempos partió de este mundo a los 63 años de edad y deja atrás un legado que lo pone como el Dodger más consecuente e influyente en la era de Los Ángeles. Son Jackie Robinson en Brooklyn y Fernando en Los Ángeles, y pare de contar.

Con una leyenda tan extensa y mitificada, se vuelve difícil separar la ficción de la realidad. En este caso, la realidad amplifica la grandeza del Toro de Etchohuaquila.

Por ejemplo, su apertura en Opening Day 1981 -en la que blanqueó 2-0 a los Astros de Houston- no es su debut en Grandes Ligas. Fernando llegó al clubhouse de los Dodgers en septiembre de 1980 y los angelinos estaban enfrascados en un duelo a muerte con los Astros de Houston por el campeonato divisional del Oeste de la Liga Nacional. Esto era antes de los comodines, el ganador iba a postemporada y el perdedor a su casa.

Fernando inició su carrera como relevista y nadie en las Grandes Ligas podía pegarle a su exótico pitcheo que se convirtió en la marca de la casa, su mítico tirabuzón. En 10 apariciones como relevista, lanzó 17 entradas y dos tercios, y no permitió una sola carrera.

Llegó el final de la temporada regular y los dos equipos quedaron con la misma marca. Un solo juego decidiría el último pasaje a postemporada. La novena de los Dodgers estaba tan apantallada con este nuevo fenómeno que le rogaron a su manager, Tommy Lasorda, que Fernando tomara la pelota para el juego de desempate.

Finalmente no le tuvieron confianza al joven y los Astros ganaron el juego y accedieron a playoffs. Cuando el destino le dio otra oportunidad a Tommy Lasorda de darle la pelota a su joven joya, no dudó en mandarlo a la lomita y el resto es historia.

Otro aspecto de la leyenda de Fernando Valenzuela que pocos recuerdan es que la Serie Mundial de 1981 estuvo cerca de no jugarse. No fueron los bates de Grandes Ligas sino un paro laboral que frenó la embestida del Toro. Así como pasó en 1994, la postemporada estuvo a punto de ser cancelada en 1981. Para fortuna de todos, se llegó a un acuerdo para seguir jugando y la temporada fue dividida en dos. La segunda mitad ya no fue tan dominante para Fernando, aun así pudo ganar el Cy Young, Novato del Año y Bate de Plata -la pericia del Toro en la caja de bateo es un aspecto de su juego perpetuamente infravalorado- y los Dodgers volvieron a Serie Mundial y sus verdugos en 1974, 1977 y 1978 ya los esperaban, los temibles Bombarderos del Bronx.

La narrativa dictaba que sería la última vez que estas novenas se enfrentarían en el Clásico de Otoño y sería la última oportunidad de los Dodgers de tomar revancha frente a los neoyorquinos.

El guión de los primeros dos juegos pintaba la misma película, una victoria para los Yankees. Tommy Lasorda tenía su arma secreta lista para el juego 3 y cambiar la marea de la serie. Fernando no tuvo su mejor inicio y en la cuarta entrada perdía el juego 4-3 y ya había concedido dos vuelacercas. Lasorda visitó el montículo y en español le dijo a Fernando que si de ese punto en adelante no permitía carrera los Dodgers ganarían el juego y la serie. Después de 149 pitcheos, una cifra impensable para tiempos actuales, Fernando se marchó con la victoria, los Dodgers no volverían a perder y se quedarían con su primer título de Serie Mundial en 16 años.

La Fernandomania siguió creciendo durante la década de los 80s, de 1981 a 1987 promedió 14 juegos completos por temporada. Acudió a seis Juegos de Estrellas consecutivos y en 1986 ponchó a 5 bateadores seguidos en este juego de exhibición. Esa misma temporada, de forma polémica perdió su segundo Cy Young. Lideró la Liga Nacional en triunfos, juegos completos y tuvo su mejor registro de ponches en una temporada con 242. Ese galardón probablemente le hubiera abierto la puerta al Salón de la Fama, mismas que controversialmente se mantienen cerradas.

Para 1988, cuando los Dodgers regresaron a la Serie Mundial, Fernando no formó parte del roster de postemporada. Su hombro y codo estaban dañados por el demandante ángulo para tirar el tirabuzón. Esa temporada marcó su primera visita a la lista de lesionados. Su corazón también estaba roto por el fallecimiento de su padre ese mismo año. A pesar de su ausencia, Tommy Lasorda se aseguró que los Dodgers le dieran anillo de Serie Mundial.

En 1990 tuvo su último momento de grandeza con los Dodgers, lanzando un sin hit ni carrera, el 29 de junio, ante los Cardenales de San Luis.

Más allá de sus considerables hazañas en la lomita, no te codeas con Jackie Robinson como el Dodger más influyente de todos los tiempos sin trascender el diamante.

Fernando lo hizo de dos formas fundamentales.

Dodger Stadium está construido en un área a las afueras de Los Ángeles llamado Chavez Ravine (barranco en español). Esa zona era poblada mayormente por familias méxico-americanas que trabajaban en la industria agrícola del sur de California. Cuando los Dodgers buscaban un terreno para su estadio, reconocieron Chavez Ravine como el lugar ideal y desplazaron a casi 2,000 personas de sus hogares para erguir su nueva casa.

Por esa razón había muchas asperezas con la comunidad latina, que en su mayoría le dio la espalda a los Dodgers en sus primeros años en la costa oeste. La dirigencia angelina estaba desesperada por encontrar a un Sandy Koufax mexicano. A final de los 70s lo encontraron en el desierto sonorense. Con cada lanzamiento, Fernando no sólo vencía a los bateadores en el plato, también sanaba las heridas causadas por la edificación del estadio. Con ese fenómeno mexicano cambió el tejido de la afición Dodger y si hoy es una institución multicultural es por Fernando Valenzuela.

La segunda forma en la que Fernando Valenzuela cambió al beisbol profesional fue en términos laborales. Mientras César Chávez peleaba por los derechos humanos de los trabajadores migrantes en Estados Unidos, Fernando Valenzuela hacía lo mismo para peloteros que venían de otras latitudes. Como uno de los mejores pitchers en el mundo, debía ser compensado como tal. Ese no era el caso y fue a los juzgados contra MLB. El Toro fue el primer pelotero en conseguir un millón de dólares en arbitraje salarial y sentó precedente para que otros peloteros pudieran reclamar compensación justa.

Seguro Fernando Valenzuela ya está instalado en su lugar celestial listo para apoyar a sus adorados Dodgers, que esperan que un poco de la magia de 1981 sea espolvoreada en 2024.

Hasta siempre Toro, el mejor beisbolista mexicano de todos los tiempos.

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Dos a cero, sin acento

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Ante Estados Unidos el equipo del Vasco funcionó bien y se vislumbran cimientos de un cuadro titular sólido * Si el Tri y el propio Javier Aguirre quieren sanar las heridas de ese dos a cero original, tendrán que tomar su revancha en un escenario mundialista

 

DIEGO CASTILLO

 

La selección mexicana mostró su mejor funcionamiento bajo el mando de Javier Aguirre y doblegó al equipo de las barras y las estrellas, dos goles por cero. Un marcador que se ha vuelto dolorosamente familiar para la afición azteca y en igual manera un grito de guerra para la nueva y envalentonada fanaticada norteamericana.

No hay que olvidar cómo inicio ese cántico.

Fue en octavos de final del mundial Corea-Japón 2002, El Vasco Aguirre cursaba su primera incursión en el banquillo del Tri, y tras un heroico rescate en las eliminatorias previas, la selección mexicana había resurgido y fue primer lugar de un grupo que incluía a Italia y Croacia.

Los verdes estaban para enfrentarse a cualquiera y el destino les puso en el camino al vecino del norte. En el papel, era el rival más fácil. Todos ya soñábamos con el quinto partido. Estados Unidos venía de perder 3-1 ante Polonia y se colaron de panzazo.

El partido rápidamente se convirtió en pesadilla, la etiqueta de favorito fue arrancada a los ocho minutos con un cabezazo de Brian McBride. El Vasco se aceleró, entró en pánico -algo que años después él mismo admitiría- y cambió el esquema de juego por completo.

La arriesgada apuesta no resultó y Landon Donovan clavó el segundo clavo en la derrota mexicana más dolorosa en la historia de los mundiales y el dous a cerou retumbaba en los pasillos del estadio coreano y en pesadillas aztecas.

 

LA REVANCHA TIENE QUE SER EN UN ESCENARIO MUNDIALISTA

El partido amistoso de esta semana fue una grata sorpresa, el 2-0 esta vez nos favorecía y el equipo del Vasco Aguirre funcionó bien y se vislumbran cimientos de un cuadro titular sólido, con Raúl Jiménez como ariete de ataque. Pero no fue más que eso, un buen paso, no hay que cantar victoria todavía. Estados Unidos venía con un cuadro alternativo y un entrenador apenas dirigiendo su segundo partido de futbol internacional.

Si el Tri y el propio Javier Aguirre quieren sanar las heridas de ese dos a cero original, tendrán que tomar su revancha en escenario mundialista. Algo me dice que el futbol les dará esa oportunidad.

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La falacia de la Tota y el Tri sin rumbo

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Memo Ochoa va por las seis listas mundialistas y así superar al ‘Cinco Copas’ * Javier Aguirre tiene predilección por porteros veteranos, como lo hizo con Óscar El Conejo Pérez en el Mundial de Sudáfrica

 

DIEGO CASTILLO

 

Antonio La Tota Carbajal es una de las figuras más míticas del fútbol mexicano, se podría decir que es el primer superhéroe de nuestro balompié. Su hito tiene que ver con que es el primer futbolista en disputar cinco Copas del Mundo.

Esa media decena de mundiales todavía le alcanza para posicionarse como uno de los mejores guardametas de nuestro país en listas elaboradas por especialistas que nunca lo vieron actuar bajo los tres palos.

La leyenda de La Tota siguió creciendo sin paralelos… hasta el día de hoy.

En su última convocatoria a la Selección Nacional, Javier Aguirre incluyó a Guillermo Ochoa, arquero de 39 años que ha asistido a cinco mundiales en su ilustre trayectoria.

Ochoa, quien ahora disputa la liga portuguesa, su quinta escala europea, ha mantenido claro su deseo de superar a Antonio Carbajal y convertirse en el primer futbolista de la historia en formar parte de seis listas mundialistas.

Mientras muchos verán este posible desenlace como un fin glorioso a la carrera de un portero histórico, también significa un fracaso rotundo para nuestro futbol y sus semilleros.

Quiere decir que en un espacio de más de 20 años, abarcando tres décadas, nadie pudo desarrollar un guardameta capaz de suplantar a Guillermo Ochoa como el guardián del Tricolor, y ahora, con su meta tan cerca, el veterano difícilmente cederá la estafeta.

Aunque muchas veces le cargamos la mano de todos los males que afligen a nuestra selección, muy pocas veces todo es culpa del director técnico y ésta no es la excepción.

El Vasco nos ha demostrado en su carrera preferir a porteros veteranos. Después de todo, fue él mismo en 2010 -su segunda etapa como seleccionador nacional- que se decantó por Óscar Pérez, de 37 años, por encima de un joven Memo Ochoa en la Copa del Mundo de Sudáfrica.

Esto es una falla de los semilleros y fuerzas básicas de nuestro país, como también es falla de los directivos, que están viendo cómo sus arcas de oro tienen fugas y no saben cómo repararlas.

Hasta hace poco, un partido del Tri en Estados Unidos era sinónimo de boletos agotados, estadios abarrotados, patrocinadores contentos y chequeras atiborradas. Ahora, no se puede decir lo mismo.

La afición mexicana, desde ambos lados del Río Grande, le ha mandado un claro mensaje a su otrora adorado Tricolor. No se olvidan de la desastrosa Copa del Mundo en Qatar, ni de la pobre exhibición en Copa América, ambas que terminaron con México eliminado en fase de grupos.

Como el cajero automático de EU está fuera de servicio, ahora la Femexfut le guiña el ojo al interior de la República y le ofrece un amistoso más contra el rival de toda la vida para ver si pueden despertar un sentimiento nacionalista en su afición y así vender entradas.

El aperitivo, un amistoso contra el Valencia -que al día de hoy marcha en puestos de descenso en la liga española- no se llenará ni con boletos al 2×1.

El oscurantismo de la selección nacional no acabará con el retiro de Guillermo Ochoa ni mucho menos, pero sí sería un buen inicio dejar de mitificar estos récords de longevidad deportiva y buscar ciclos más compactos, donde se respeten giros generacionales y se amplifique la urgencia de trascender a corto plazo.

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