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El año de Archie

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El quarterback que le quita el sueño a más de la mitad de la liga * Mientras el mundo ve a Patrick Mahomes contra Jalen Hurts, los equipos aspirantes al Super Bowl estarán maquinando escenarios para ofrecerle -a Arch Manning y su familia- una oferta que simplemente no puedan rechazar

 

DIEGO CASTILLO

 

La dinastía de más alcurnia en la historia de la NFL está por darle la bienvenida a la última y más preciada joya de su corona.

Jalen Hurts y Patrick Mahomes se verán las caras por segunda vez en el Super Bowl, con Philadelphia intentando vengar su derrota del 2020.

Los dos tienen grandes expectativas puestas en este Superddomingo. Si Philadelphia gana, Jalen Hurts se podrá sacar la espina de ese balón suelto en momento decisivo. Por otro lado, si Mahomes logra consagrarse con otro anillo, ganará acceso a una mesa donde solo Tom Brady puede sentarse.

Esos dos mariscales se disputarán el trofeo Vince Lombardi en unas horas, sin embargo, el quarterback que le quita el sueño a más de la mitad de la liga es el que fue sustituto la temporada pasada en la Universidad de Texas y apenas mostró destellos de su gran calidad.

Su nombre es conocido desde que era prospecto de escuela secundaria y su apellido se susurra con reverencia y asombro. Se llama Arch Manning, sobrino de Peyton y Eli, nieto de Archie y heredero a la dinastía de mariscales más venerada de todos los tiempos.

Desde que tomó sus primeros pasos en el emparrillado, Arch Manning fue un objeto de deseo para todas las universidades estadounidenses. El simple nombre lo hizo sensación en redes sociales, pero pronto empezó a demostrar que era más que solo un nombre de legado.

Arch jugó futbol americano en el mismo estado que sus tíos y rompió todas las marcas estatales que les pertenecían, incluyendo yardas por aire, porcentaje de pases completos y anotaciones.

Cuando la Universidad de Texas lo logró reclutar lo celebraron casi a la misma escala que el campeonato nacional de la temporada 2005, cuando Vince Young derrocó al imperio troyano de USC comandado por Pete Carroll, Matt Leinart, Reggie Bush y Lendale White.

Muchos esperaban que Arch Manning fuera el mesías de los longhorns. Las universidades tienen temor de que si un recluta galardonado no ve acción de primera mano, busque otros horizontes de manera inmediata.

El sistema actual les otorga un beneficio financiero si fuerzan su salida a otros equipos universitarios. Los ejemplos de Joe Burrow, quien saltó de Ohio State a LSU, o Bo Nix, que cambió los colores del águila aguerrida de Auburn por el pato de Oregon, son los dos ejemplos actuales más llamativos.

Ese no fue el caso con Arch Manning, a pesar de que muchos lo ponían por encima del titular Quinn Ewers y otras universidades le garantizaban la titularidad, él se quiso quedar en Texas bajo el tutelaje de Steve Sarkisian, alguien que ya tuvo experiencia como coordinador ofensivo en la NFL.

Arch Manning esperó su tiempo y ahora está dispuesto a tener una temporada colegial como la que Peyton tuvo en Tennessee en 1997 o Eli tuvo en 2003 con Ole Miss.

Más de una franquicia en la NFL estará peleando por tener la peor marca de 2025 para tener el derecho de seleccionar a Arch Manning como primera selección del draft colegial y entregarle las llaves del equipo por las próximas dos décadas.

Pero cuidado, hay que hacer un ejercicio de memoria para recordar cómo la familia Manning se las ingenió para que Eli no acabara con San Diego en el 2004.

No dudo que la familia use toda su influencia para que Arch acabe en la situación que más sea de su agrado.

Mientras el mundo ve a Patrick Mahomes contra Jalen Hurts, los equipos aspirantes al Super Bowl estarán maquinando escenarios para ofrecerle -a Arch Manning y su familia- una oferta que simplemente no puedan rechazar.

 

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La pelota no pide acta de nacimiento

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Los que la tratan bien, a cualquier edad son recompensados por la redonda * Lo más normal sería que nuestro futbol no sepa manejar a un talento como Gilberto Mora, porque está desacostumbrado a lidiar con futbolistas de esa edad y brindarles confianza.

 

DIEGO CASTILLO

 

Es difícil hoy en día aferrarse a algo brillante en la selección mexicana.

Este combinado nacional no inspira, no invita a la afición a emocionarse o corear sus nombres.

Hasta el momento, México va aprobando el examen que es la Copa Oro, pero está lejos de sacarse un 10.

El funcionar de la oncena de Javier Aguirre es soso, los movimientos parecen poco ensayados y no termina de encontrar una formación que le guste para repetir de partido a partido.

Que México llegue a buen puerto en sus encuentros, por ahora depende de la táctica fija o de chispazos individuales.

 

ESPEJISMO

Eso alcanza para trascender en la Copa Oro y hasta ganarla, pero cuando suba el calibre de los rivales, especialmente en el próximo verano, con la justa mundialista en casa, esos argumentos no alcanzarán y el Tri se quedará en las mismas instancias de siempre.

Lo más rescatable del pase a semifinales frente Arabia Saudita fue la titularidad y personalidad de Gilberto Mora.

Con 16 años de edad demostró que el escenario no lo deslumbró y llegó a ser el orquestador de los pocos chispazos de juego colectivo que demostró la selección nacional.

 

HIPOCRESÍA

Ahora llegarán muchos a decir que hay que ser mesurados con el ascenso de Gilberto Mora, hay que llevarlo despacio para que no se le suba el éxito. Hay que respetar los procesos.

Vaya hipocresía, si hay un futbol que no respeta procesos es justamente el mexicano.

La solución es simple: Si el jugador demuestra estar listo y tiene las cualidades para sobresalir en la cancha, no importa la edad que tenga.

La pelota no pide pasaporte ni acta de nacimiento. Los que la tratan bien, a cualquier edad son recompensados por la redonda.

Es de esperarse que un futbol como el nuestro se espante con talentos generacionales y no los sepa manejar.

 

REALIDADES

El futbol mexicano hasta hace unas semanas tenía una categoría inferior Sub-23.

La cruda realidad es que si, a los 22 o 23 años de edad, no te encuentras en un equipo de Primera División, mejor será dedicarte a otra cosa.

Mientras las promesas de las grandes potencias futbolísticas del planeta florecen a los 15 y 16 años, y se comienzan a volver realidades a los 18 o 19, aquí seguimos esperando que den el estirón a los 20 o 21, y cuando tropiezan en Primera División, no hay una división menor para reivindicarse y que recompongan el camino.

Esa brecha de media década es casi imposible de reponer y es una de las grandes razones por las cuales siempre estamos persiguiendo dos o tres escalones abajo de los serios contendientes.

Lo más normal sería que nuestro futbol no sepa manejar a un talento como Gilberto Mora, porque está desacostumbrado a lidiar con futbolistas de esa edad y brindarles confianza.

Si queremos escalar tenemos que cambiar ese paradigma y empezar a responsabilizar a futbolistas jóvenes que se muestran listos para ese tipo de exigencia.

Así lo hacen los grandes y por ahí se puede empezar a actuar como tal.

 

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El desmarque comodino

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Hay que aceptar que la comunidad que ha sustentado a la selección mexicana, más allá de sus fronteras durante décadas, está siendo perseguida, amedrentada y detenida sin justificación * Los jugadores importantes de esta generación no conectan con el público de una manera que los pudiera convertir en ídolos en años venideros

 

DIEGO CASTILLO

 

Por más que quieran o se sientan incómodos, no se pueden separar las realidades que viven la selección mexicana y los migrantes latinoamericanos en Estados Unidos.

Javier Aguirre no puede seguir esquivando el tema en conferencias de prensa cuando le preguntan sobre las redadas encabezadas por el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE por sus siglas en inglés).

 

EL MIEDO NO ANDA EN BURRO

Las pobres entradas en la Copa Oro y el Mundial de Clubes, ambas competencias desarrollándose en Estados Unidos, se pueden explicar en gran parte por la cultura de miedo e incertidumbre sembrada desde la Casa Blanca y cosechada por esta organización de cazadores.

Lo único (o lo mínimo) que se le pide al Vasco es que se quite las anteojeras de caballo, suba la vista más allá del terreno de juego y reconozca que la comunidad que ha sustentado a la selección mexicana más allá de sus fronteras durante décadas está siendo perseguida, amedrentada y detenida sin justificación.

 

NO HAY ÍDOLOS

Seamos sinceros, si nos enfocamos en lo que es el Tri en la cancha, no inspiran a nadie.

Los jugadores importantes de esta generación no conectan con el público de una manera que los pudiera convertir en ídolos en años venideros.

El futbol moderno está cada vez más cuadriculado, ya casi nada se deja al azar, a la genialidad del diez.

Cada vez hay más herramientas para exprimir todo el potencial del colectivo a través de datos y estadísticas.

Pero en esta carretera de la información, México sigue en el carril de baja con el Vasco manejando la carcacha.

Seguimos apelando a la garra, los huevos y el coraje. Esos mismos que nos dejan en la esquina de “ya merito” y “jugamos como nunca y perdimos como siempre”.

Este abandono de la afición y mediocridad en la cancha pueden por fin matar la gallina dorada que ha sido el Tri en EUA.

 

ADIÓS A LA REBANADA DE PASTEL

Hablando como alguien que vivió en Estados Unidos durante diez años, los partidos de la selección mexicana eran la rebanada más grande de nostalgia que nos podíamos comer los paisanos del otro lado del Río Grande.

Ver a México era una oportunidad de transportarnos a nuestras tierras, para desahogarnos en las tribunas y recordar no sólo al combinado nacional sino también a nuestro club favorito.

Viendo la situación de ahora, con los agentes de ICE con rienda suelta y amenazando con vigilar los accesos a estadios, creo que me la pensaría dos veces antes de ir a ver un partido de futbol, y viendo las entradas de los juegos, creo que mis paisanos piensan igual.

La selección mexicana, desde directivos hasta jugadores no pueden seguir ignorando esta situación. No se puede separar política de deportes.

Por más que nuestros deportes favoritos sirvan como un escape de la monotonía diaria y el estrés cotidiano, no podemos abandonar nuestros principios por una diversión.

 

MUHAMMAD ALI, UN GRAN EJEMPLO

El mejor ejemplo nos lo dio Muhammad Ali. En los años que hubieran sido su pico físico, abandonó el ring por negarse a ser soldado en la Guerra de Vietnam.

– Ningún viet cong me ha llamado negro, decía el campeón del mundo.

Su licencia para boxear fue revocada por evadir conscripción militar y no pudo boxear por cinco años. Todo por no traicionar sus principios.

Sacrificó su carrera deportiva por algo que era más grande que él mismo.

Nadie le está pidiendo al Vasco o a sus dirigidos que cuelguen los botines o dejen de entrenar para siempre.

Pero si Muhammad Ali puede bajarse del ring para defender sus principios, todos los integrantes de la selección mexicana pueden al menos reconocer y empatizar con el miedo que ahora sienten sus más fieles seguidores.

 

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El Oro de la Copa no deja brillo en la selección

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Nada que alardear si ganas y un rotundo fracaso si pierdes * Si utilizamos a la Copa Oro como brújula, seguiremos volando directo hacia un Mundial turbulento

 

DIEGO CASTILLO

 

México ya está participando en la Copa Oro, el torneo que, por su dominio histórico de la Concacaf, siempre está obligado a ganar.

Es una posición familiar para el Tri, nada que alardear si ganas y un rotundo fracaso si pierdes.

El partido debut del torneo fue contra República Dominicana, enfrentamiento que sería equilibrado si se jugara en un diamante y no en un campo de futbol, pero pese a eso el Tri ganó de forma dramática.

 

RECTA FINAL

Estamos en la recta final rumbo al Mundial de Norteamérica y este tipo de sinodales no le darán a Javier Aguirre una buena indicación sobre el nivel de sus seleccionados.

Hay que cuidar que la algarabía de ganar este tipo de torneos no nuble los juicios rumbo a la justa más importante.

Los ensayos en contra de Suiza y Turquía son más útiles como preparación que un torneo contra rivales de la zona.

Estados Unidos no trae a sus figuras más importantes, ya sea por lesión como Weston Mckinnie o en el caso de Christian Pulisic por pedir el verano para descansar, entonces el rival a vencer para México será otra vez Canadá.

Ya con tiempo de adaptación al estilo de juego de Jesse Marsch y con gran parte del plantel jugando en ligas europeas, los de la Hoja de Maple son el único examen de calidad que México tendrá este verano en la Copa Oro.

 

AMNESIA

Ya dijimos que el futbol mexicano no tiene memoria, pero con la selección nacional esa amnesia sube de nivel porque los recuerdos se maquillan y se disfrazan según convenga el resultado.

Si se tropieza en la Copa Oro, saldrán los mismos analistas en las mismas mesas de debate con los mismos argumentos de siempre.

Que si la pelota parada contra Estados Unidos, que si no le damos seriedad a nuestra zona, que si Aguirre es el entrenador indicado, cuando la decadencia de la selección mexicana se viene manifestando desde antes del bochornoso Mundial de Qatar 2022.

 

COPA ORO NOS CIEGA

Si se mira el otro lado de la moneda, ganar la Copa Oro también nos ciega de la realidad.

No tenemos más que recordar la pasada edición: México alzó el trofeo tras doblegar a Panamá por la mínima diferencia.

Ni Canadá ni Estados Unidos traían sus mejores armas, pero en México lo que importa es el resultado y eso le bastó a Jaime Lozano para afianzarse en el banquillo del Tri.

El entonces recién llegado como alto comisionado, Juan Carlos Rodríguez, inundó las redes sociales con videos optimistas y que ahora sí el Tri estaba listo para escalar la montaña luego del derrumbe de 2022.

Duilio Davino, encargado de selecciones nacionales, declaró públicamente que Jimmy Lozano sería el técnico en el Mundial 2026 pase lo que pase.

Y bueno, ya sabemos lo que pasó.

Ni Lozano ni Rodríguez siguen en sus cargos. Los dueños del futbol mexicano siguen priorizando lo económico y se fueron por la fácil, por la que ya se saben y pusieron a Javier Aguirre por tercera vez en el banquillo nacional.

 

ZONA DE CONFORT

Los dueños son como el abuelo que no se deshace de sus pantuflas preferidas, aunque la suela ya parezca lengua de perro sediento. No salen de su zona de confort.

Esto es lo que sucede cuando los clubes dejan de competir en torneos como la Copa Libertadores o la Sudamericana, y mejor se van a perseguir dólares inventando torneos con la MLS.

Esto es lo que sucede cuando se deja de competir en Copa América o se mandan escuadras alternativas o con límite de edad.

Esto es lo que sucede cuando se elimina el ascenso y descenso y los clubes entran en una decadencia y mediocridad donde no se ven obligados a forjar nuevos talentos mexicanos.

 

TORNEO INTRASCENDENTE

No dejen que los espejitos de la Copa Oro los vislumbren, la realidad de nuestro futbol no cambia triunfando en un torneo intrascendente y tenemos que aprender a no hacer juicios para bien o para mal, dependiendo del resultado.

Si utilizamos a la Copa Oro como brújula, seguiremos volando directo hacia un Mundial turbulento.

 

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