¿Dónde está Macondo?

FERNANDO GONZÁLEZ DOMÍNGUEZ

El pasado miércoles 11 de diciembre estrenó la cadena Netflix su serie “Cien años de Soledad”, basada en la novela homónima del Premio Nobel colombiano Gabriel José García Márquez. La serie se divide en dos temporadas de ocho capítulos cada una. Conforme al deseo del escritor se han cumplido las exigencias de la familia de producirse en Colombia, en español y con elenco y equipo de producción local. También se cumplió que no fuera un largometraje sino una serie, pues lo complejo del texto original dificulta “comprimir” su narrativa en una película de dos horas de duración. Los 16 capítulos permiten desglosar linealmente la historia para una mejor comprensión. El historiador Héctor Aguilar Camín, amigo cercano al autor, menciona en un comentario radiofónico: “La dificultad intrínseca de filmar esta novela de cerca de quinientas páginas es muy alta. Contiene muy pocos diálogos, exigencia primera para una buena narrativa audiovisual. El resultado es muy satisfactorio”.

Reconoce Aguilar que, además que su amigo y de su esposa la escritora Angeles Mastretta, Gabriel tenía un sentido extraordinario de la vida y de la amistad, le revela al periodista López-Dóriga. Ambos autores, Ángeles y Héctor, han pasado por la experiencia de ver producidos sus best-sellers al formato cinematográfico.

Está bien resuelta esa gran dificultad sin sacrificar los muchos sentidos concéntricos del argumento literario de la máxima protagonista del realismo mágico latinoamericano. Me atrevo a decir que de haberla visto el autor hubiera quedado sorprendido primero y satisfecho después del resultado. Sobra decir que Gabo le sabía bien a lo cinematográfico, pues en algún tiempo dedicó sus esfuerzos a producir guiones y adaptar textos que serían filmados en cine y grabados para la radio y la televisión. La novela ha vendido millones de ejemplares durante casi sesenta años desde que fuera editada en Buenos Aires, Argentina, por la Editorial Sudamericana después de un rechazo contundente de la editora catalana Seix Barral. Fue escrita por completo en la Ciudad de México, en donde residía el matrimonio de Mercedes Barcha y Gabriel García Márquez y sus hijos Rodrigo y Gonzalo (se sabe que Gabo tuvo una tercera hija bautizada como Indira, producto de su relación con la periodista Susana Cato, en homenaje a la mandataria de India). El primer tiraje fue de escasos 8 mil ejemplares en su primera edición. Lleva cientos de reimpresiones en decenas de lenguas por editoriales de todo el mundo. Sólo después de la Biblia y del Quijote de la Mancha, “Cien años de Soledad” ocupa el tercer lugar de ventas y lectores en idioma castellano. Dice, y dice bien Rodrigo García Barcha, “que la novela y la serie son dos hermanitos”. Son productos distintos e incomparables. Cada una de esas formas de expresión (lectura y audiovisual) tiene caminos diferentes, por lo que no debe pensarse que el trabajo para la televisión sea mejor o peor que la novela misma. Es una añeja y ociosa discusión.

Existe una polémica de si la serie quitará lectores a la novela, sin embargo, me parece que estimulará a las nuevas generaciones a asomarse al libro más que rehuir de él.

La producción cuenta con la supervisión directa de los herederos de Mercedes Barcha y Gabriel García: Rodrigo y Gonzalo -en compañía de Diego Ramírez Schrempp- cuidaron cada detalle de la transposición de la novela de su padre al moderno formato del streaming segmentado como ya dijimos en dos temporadas y 16 capítulos. Rodrigo, el hijo mayor de Don Gabriel, tiene estudios de historia en la Universidad de Harvard y estudios cinematográficos en el American Film Institute. Ha participado en largometrajes mexicanos como Danzón y Rudo y Cursi, entre otras producciones, y ha dirigido capítulos de las series Los Soprano y Six Feet Under, ambas éxitos de la televisión norteamericana. Rodrigo está casado con Adriana Sheinbaum Pardo, hermana de Claudia, mandataria mexicana desde el pasado 1 de octubre. Residen en Los Ángeles, California, con sus dos hijas Inés e Isabel.

Produce también Gonzalo, segundo hijo de Mercedes y Gabo. Es diseñador gráfico, licenciado en Bellas Artes por la Escuela Parsons de Nueva York. Recientemente editó junto con su hermano la novela póstuma “Nos vemos en agosto”.

El tercer productor colombiano es Diego Ramírez, actor, guionista, director y productor. Trabajó como productor de Falco, serie ganadora del Emmy y Frontera Verde. La versión colombiana de la serie Narcos. La Cabeza de Joaquín Murrieta también forma parte de su historia profesional.

Les acompañan a este trío productor la directora Laura Mora Ortega, ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián con “Los reyes del mundo”, y conocida también por su largometraje “Matar a Jesús”. El argentino Alex García López dirige tres capítulos. Su experiencia internacional en trabajos para Marvel y Star Wars aportan también brillo profesional al resultado final de “Cien Años…”.

Las guionistas son también como lo pedía el Nobel de origen colombiano: Camila Bruges y Natalia Santa. En el diseño de producción interviene la argentina-mexicana Bárbara Bermúdez, diseñadora con el ganador del Óscar por “El Laberinto del Fauno” Eugenio Caballero. Ambos trabajaron con Alfonso Cuarón en la cinta “Roma”, también nominada.

Vistos los ocho capítulos de una hora cada uno, de la primera parte de la serie, me llevó por caminos diferentes a los que recordaba desde mi lectura de la novela hace muchos años. Creo que le ocurrirá a muchos viejos lectores que se formaron cada uno imágenes muy personales de los escenarios y los personajes. Mi Macondo, mi Coronel Aureliano, mi Rebeca, la Bella o mi Melquiades y mi Úrsula son pensamientos muy personales. En la serie todo se ajusta a una única interpretación. Es como se muestra visualmente y no de otra manera. Para la narrativa lineal que se está contando también los tonos, las voces y las actuaciones son como se muestran y no como lo imaginamos siempre después de haber leído “Cien Años de Soledad”. Un “prietito del arroz”: El sonido no es de excelencia y a veces los colombianos hablan muy rápido; gracias a la tecnología, podemos regresar para volver a escuchar, pero es incómodo ir y volver cada cierto tiempo. (He visto recientemente serie colombianas como Klass 95 y una sobre el portero de futbol Higuita, además de los maratones de Narcos y de Pablo Escobar y los de “Betty La Fea” y el defecto se repite: mal sonido).

Continuamos… Curioso y bello fenómeno que proporciona la literatura al estimular nuestra imaginación y dejarnos llevar por vuelos de ensueños que los autores le regalan al lector. En el cine y la televisión existe la posibilidad de soportar en imágenes y diálogos que hagan más sólida la propuesta narrativa y entender más fácilmente un discurso de por sí difícil como es el caso del libro de Don Gabo. Ahora los productores nos entregan una bella serie que nos debe llevar a volver a leer. También -creo que ocurrirá- un nuevo ejército de lectores adolescentes y jóvenes que emprenderán la empresa de tomar del librero en casa el ejemplar de mamá y papá o bien reforzar el volumen de ventas visitando su librería favorita. No creo que exista una que no lo tenga.

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Cuatro veces tuve la oportunidad de intercambiar palabras con el Premio Nobel de Literatura 1982: Las dos primeras fueron a través de breves entrevistas de la reportera Susana Casarín y el periodista Juan Bautista, quienes colaboraban para el programa que yo coordinaba para XEIPN Canal Once “De Cara al Futuro”. Las otras dos ocasiones fueron un largo “aventón” que me ordenaron hacer del aeropuerto hasta la casa de García Márquez en San Ángel. Privilegio insospechado y delicioso compartir camino con un gran conversador. La cuarta fue en un pasillo de Los Pinos cuando trabajaba yo ahí. La pasarela de famosos y poderosos todos los días me llevó a saludar al escritor y recordarle ese viaje cuando lo fui a recoger al aeropuerto “Benito Juárez” a su regreso de una visita literario-diplomática al presidente Bill Clinton, a quien llevó el mensaje de Fidel Castro y de Carlos Salinas. En esa operación también participó el escritor mexicano Carlos Fuentes. Pude también comentar en esa cuarta ocasión la lectura que recién había hecho de “El Viaje a la Semilla” de uno de sus biógrafos Dasso Saldivar. “Soy mucho más que eso” me dijo enérgico.

Unos años después el escritor García Márquez firmaría su propia biografía “Vivir para Contarla”. Urgente leer ambas después de pasar ocho horas corridas o programadas frente a su pantalla. Desde el miércoles pasado está disponible la primera de dos partes de la serie en casi 200 países que verán cómo son los colombianos, algunos. Por cierto, el gobierno colombiano transmite cápsulas promocionales para esa gran audiencia mundial. Las campañas promocionales son de lo más ingeniosas. Si no vea las botellas de gaseosas anunciando el estreno.

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Recientemente se estrenó en HBO MAX la serie “Como Agua para Chocolate”, basada en la novela homónima de Laura Esquivel Valdés de 1989. Hubo una primera película en 1992 dirigida por la entonces pareja de la escritora, Alfonso Arau, que llegó a ser nominada a los Globos de Oro como mejor película extranjera. La nueva serie es producida entre otros por la jarocha avecindada a veces en París, Francia, y a veces en Los Ángeles, California, Salma Hayek. “Somos unos artistas de la comida”, declara la actriz y productora.

“Pedro Páramo”, la película, se estrenó también recientemente en Netflix como parte de ese acuerdo con los familiares y los propietarios de los derechos de los libros “Pedro Páramo” y “Cien Años de Soledad”. La película, basada en la novela corta de Rulfo, en mi opinión estará llamada a pelear por reconocimientos de la industria y de las academias cinematográficas. Es la primera que dirige el mexicano Rodrigo Prieto después de trabajar como cinefotógrafo de directores internacionales muy laureados. Capítulo aparte para otro artículo sobre la película y la serie. “Pedro… y Como Agua…” lo ameritan.

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Confiesa en entrevista el Presidente Clinton (allá nunca dejan de ser presidentes aún terminada su gestión) que una sola vez en toda su presidencia canceló todas sus actividades vespertinas. Lo enganchó de tal manera la novela de Gabito que decidió dejarlo todo para concluir su lectura por encima de nimiedades presidenciales. Años más tarde se revelaría una amistad sólida con la familia Clinton que se sumó a la muy conocida con “Los Hermanos Castro” cubanos. Nadie tuvo ese poder y privilegio, excepto Gabo.

Por cierto, traigo pegado el sonido de “Los Caminos de la Vida” del Rey del Vallenato Omar Geles. También la voz de Óscar Chávez, guitarra en mano cantando la versión de Macondo de Daniel Camino Diez. Era la favorita del Gabo. Le encantaba bailar al ritmo de cumbia y cantar vallenatos. Hágala doctor. Tómese un aguardientico.